Nunca digas tu nombre. Jackson Bellami. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Jackson Bellami
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788416366514
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      —Mirándolo por el lado bueno —intervino Chris—, si Amy acaba contigo volveré a jugar más de dos minutos.

      Todos rieron. Incluso Payton lo hizo. ¿Qué habría pensado el chico de saber su destino?

      Las paradojas acuden a nuestra vida en los peores momentos. Solo cuando estamos desbordados, nos destrozamos aún más con el «y si…». Porque eso hará que nos volvamos totalmente locos, errados, y nos conducirá irremediablemente al desastre.

      El encuentro entre ambos candidatos tuvo lugar al final de aquel día, al salir de clase. Connor se había encargado de encuestar al equipo sobre las elecciones al consejo. Amy hizo el sondeo con todo ser viviente del instituto. Él actuaba risueño y despreocupado. Ella se enfurecía con cada noticia que tenía de Payton.

      Cuando sonó la destartalada campanilla que anunciaba el final de la jornada, Amy corrió desde el aula de Francés, una de las clases que no compartía con Connor, para que su objetivo no escapase a las reprimendas de un ansiado futuro elitista entre la muchedumbre a la que se veía obligada a soportar por no estudiar en el Instituto Highlands de Saint Cloud, capital del estado y ciudad a dos horas de distancia de Valley Rock. Si Amy se quedó allí, en Valley Rock, fue por el lema que resalta sobre el espejo de su habitación: «Es fácil distinguir un dorado grano de maíz entre el estiércol».

      La chica se colocó frente a Connor para cerrarle el paso.

      —¿Qué es eso de que te presentas a las elecciones?

      —Hola, Amy —saludó Connor.

      —Responde, no tengo todo el día. Debo ocuparme de hundirte la vida.

      —Es un derecho que cualquier ciudadano estadounidense puede ejercer.

      —No es un puesto para cualquiera, Payton.

      —Mira, Ivanka Trump, te lo voy a dejar claro —dijo Connor, acercando su rostro al de ella—. Pienso ganar las elecciones, como pienso ganar el regional de fútbol este año. Ni tú ni tu estúpido padre podréis evitarlo. Así que quítate de en medio si no quieres que nos expulsen, porque estoy a punto de escupirte a la cara.

      Aquellas palabras de Connor dejaron a Amy sin aire, sin voz. Vio que su padre, el director Chambers, salía del edificio para llevarla a casa. Frente a Connor solo refunfuñó, para no montar una escena. Sin embargo, cuando subió al Ford de su padre, el pataleo salió con la rabia de la verdad. Y la verdad es que Amy es una chica que a todos mira por encima del hombro y a la que pocos soportan. Al cesar el berrinche, bajo la atenta mirada del director, quien no comprendía nada, Amy miró a Connor desde el coche. Descargó su aliento sobre el cristal de la ventanilla y escribió con el dedo medio:

      stás muerto!!!

      Después utilizó el mismo dedo para saludar a su rival.

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      Al entrar en el gimnasio, el rostro de Connor se encendió como una bengala de rescate. La decoración, toda de motivos internacionales, había sido cubierta por banderines con los colores del Orgullo, símbolos feministas y mensajes en contra del patriarcado social.

      Cruzó la pista hasta el escenario, subió de un salto y fue directo a por Amy, quien se encontraba hablando con Doug Sutton, o DJ Sutton para todos.

      —¿Qué cojones has hecho con la decoración? —atacó a Amy.

      —Lo mismo que estoy haciendo con la música —respondió, orgullosa—. Hay canciones machistas en la lista. Solo estoy remplazándolas por temas que hablan sobre el poder de las mujeres y la igualdad.

      —Ni se te ocurra cambiar la lista o no volverás a pinchar en baile alguno, Sutton —amenazó al chico con unos auriculares gigantes.

      —Eres un maldito dictador, Payton —comentó Amy.

      —Pues espera a ver lo que voy a hacer con tu estúpida decoración, chalada.

      Connor volvió a saltar del escenario. Como un poseso, tiró de banderas, carteles y emblemas a riesgo de destrozar todo el ornato que la clase de manualidades de la profesora Pample había creado para la ocasión. Amy no se saldría con la suya aquella noche. Ni aquella ni ninguna, si de él dependía. Reunió todo el material y lo arrojó al cubo de basura más cercano. Después, recogió los vasos ya usados que había por las mesas altas para vaciarlos sobre los símbolos de género. Así los dejaría inservibles.

      El ejército de Amy no tardó en responder a aquella blasfemia socio-sexual. Llamaron a Connor machista, fascista, homófobo y alguna que otra frase ensayada.

      —Acabaremos contigo, Connor Payton —oyó en la voz de Amy—. Tenlo por seguro.

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      Mi chica

      Las sensaciones de estar vivo me abandonan una vez más. Estoy cansado, es lo que puedo sentir, si es que un fantasma puede fatigarse… Mi entorno cobra luz, colores, y vuelvo a estar en el mismo lugar. Es el porche de Beth. La voz que oigo también es la suya. Habla con Caleb, que parece mareado en estos momentos. Ella le ayuda a sentarse en el banco en que estábamos antes del exorcismo. ¿Puede llamarse así si es el propio fantasma quien desea salir del cuerpo? Tengo tantas preguntas que no sabría anotarlas todas sin olvidar alguna.

      Beth y Caleb parecen haberme olvidado de repente. Están ahí mismo, frente a mí, pero sin mí. Ella intenta que Caleb recupere el tono de piel bronceado que lleva durante todo el año. Supongo que él se siente a salvo, ahora que he dejado su cuerpo para vagar por un mundo al que ya no pertenezco. Resulta insultante que aún no se hayan preguntado qué ha sido de mí. Me enfurece que no intenten llamarme, contactar conmigo.

      —Parece que ha bajado la temperatura de repente —comenta Beth y se rodea con sus propios brazos—. Entremos, aún tienes mala cara.

      Se levantan para dirigirse hacia la puerta. Entran y les sigo. Algo detrás de mí cae al suelo.

      —¿Qué ha sido eso? —pregunta Caleb, y al hacerlo desprende una nube de aliento blanco.

      Ojalá pudiera sentir al menos la temperatura.

      Beth se gira con expresión de asombro. Observa lo que ha provocado el ruido: una escoba que había detrás de la puerta.

      —Está aquí —dice ella.

      —¿Connor? ¿Cómo lo sabes?

      —Porque la escoba ha caído.

      —Pero…

      —Ssshhh…

      Manda a callar ella.

      —Connor, sé que has entrado en casa —anuncia, mirando a su alrededor mientras recoge la escoba y la apoya de nuevo en su lugar—. Lo de la escoba es un truco que aprendí en Prácticamente magia. Creo que sabes de qué peli hablo.

      Lo sé, y me gusta.

      —Intenta comunicarte con nosotros —continúa Beth—. Da unos golpes. Habla. Prueba a mover algún objeto.

      Lucho contra la pared en señal de mi presencia, pero nadie parece detectarlo. Intento agarrar los abrigos del perchero. Nada ocurre.

      —¡Beth! ¡Caleb! —grito hasta cansarme.

      Ellos siguen tratando de ver el polvo flotar entre nosotros.

      Nada funciona.

      —Concéntrate —me aconseja.

      Vuelvo a hacer el idiota por el recibidor de la casa con el mismo resultado. Me enfado con el mundo de los muertos porque nada tiene sentido. Veo que Caleb contrae los brazos de nuevo por el frío. Al parecer, eso es todo lo que puedo hacer, helar el ambiente con mis rabietas de