Anatomía funcional del Yoga. David Keill. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: David Keill
Издательство: Bookwire
Серия: Yoga
Жанр произведения: Сделай Сам
Год издания: 0
isbn: 9788499106977
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fuerza y resiliencia que podemos ver en las pirámides también existen en el pie. Por supuesto, el pie es mucho más dinámico, ya que tiene que cambiar de forma según lo vayamos usando. Cuando andamos, prácticamente todo el peso pasa por ambos pies, y si corremos, es posible que pase por uno solo más de tres veces el peso de nuestro cuerpo.

      Cada vez que das un paso o echas el peso en un solo pie, se reparte en tres direcciones a lo largo de las tres líneas básicas que ya hemos visto. Se alarga en el arco medial y lateral, y se ensancha en el arco transverso. A medida que el peso baja por la tibia hacia el pie, aproximadamente la mitad del peso se concentra en el talón y la otra mitad en el antepié. La movilidad y adaptabilidad de los 26 huesos y las 32 articulaciones del pie permiten que cambie de forma y se adapte a la superficie que tiene debajo.

       Figura 2.10: Gracias a los talones interior y exterior, ahora tenemos una pirámide de cuatro lados.

      Cualidades energéticas de los arcos

      Cuando estamos de pie, los pies son como las raíces de los árboles en la tierra. Crean una base estable o los cimientos para lo que ocurre arriba. Las ideas de mula bandha, o energía raíz, y de su opuesto uddiyana, o energía que vuela hacia arriba, han sido conceptos importantes para mi propia práctica del yoga. El pie es un lugar simple y microcósmico para observar estos dos conceptos.

      Si echas un vistazo a una huella, la zona oscura, la huella propiamente dicha, es donde el pie toca el suelo. Es la zona que se enraíza en la tierra y tiene una cualidad mula hacia abajo. Sin embargo, el arco no toca el suelo. Sube hacia arriba y tiene una cualidad o energía uddiyana. Si el arco cae en una postura concreta, diríamos que la calidad general de la pose sufriría porque todo lo que hay por encima de los pies también se vería afectado. El equilibrio del pie y sus arcos nos da pistas de lo que está pasando por arriba. Después de todo, una postura se construye a partir de sus cimientos, como nosotros mismos. ¿Acaso las posturas de pie no dependen en gran medida de los pies? Entonces, ¿qué cualidad está presente en los pies? ¿Hay un equilibrio entre arriba y abajo, mula y uddiyana?

      Si el pie tiene demasiada cualidad mula bandha (sin arco), la postura quedaría profundamente hundida. Cuando se produce un equilibrio entre el mula bandha y el uddiyana del pie, la postura puede equilibrarse entre hundimiento y levantamiento, suspendida entre estas dos energías. Y en función de si hay o no hay arcos, no solo cambian las cualidades energéticas, sino también el cuerpo físico. Los mismos problemas que hemos visto antes relacionados con los pies se podrán percibir en las posturas. La falta de arcos en una pose puede suponer que la tibia rote, la rodilla quede hacia dentro y la articulación de la cadera cambie, lo que sacaría completamente la pelvis.

      Un componente importante de las posturas de pie es dónde ponemos los pies en relación el uno con el otro. A qué distancia está el uno del otro y cómo se alinean entre sí afectan a la estructura y, por lo tanto, a la postura que se crea por encima de ellos.

      Tres componentes

      Los componentes que crean y mantienen los arcos del pie son tres. Los huesos, los tejidos conectivos y la musculatura son los responsables de la resiliencia dinámica y la adaptabilidad que vemos a cada paso. Cuando hay problemas en los pies, para buscar una solución hay que observar estos tres componentes y el equilibrio (o su falta).

       Hueso

      Los huesos han sido diseñados «genéticamente» de manera que su forma natural cree los arcos. Los 26 huesos encajan a la perfección como un puzle de engranajes que se enfrentan durante el movimiento. En ocasiones, esta codificación genética no es «perfecta» y la forma ósea resultante está lejos de ser óptima; dicho de otra forma, hay gente que nace sin la codificación genética para que se arqueen sus pies. Para estas personas, suele haber soluciones médicas que van desde simples arcos en los zapatos a refuerzos en las piernas o, en ocasiones, cirugía.

      Dicho esto, la forma de los huesos de los pies permite o restringe el movimiento en direcciones concretas. Los movimientos complejos de supinación y pronación se crean mediante las interacciones de varias articulaciones. Por lo tanto, son los huesos los que crean en primer lugar la estructura o forma de los arcos. La «interconexión» entre estas articulaciones explica la fuerza que vemos en la parte trasera del pie cuando caminamos hacia delante. En ocasiones, se le denomina posición en punta. Durante esta parte de la marcha, el pie está en supinación. El peso ya no está en el pie, sino en los dedos o en lo que podríamos llamar almohadilla del pie. Sin esa forma o diseño de los huesos, no existiría esta fuerza para impulsar el cuerpo hacia delante.

       El tejido conectivo: Otro componente

      El segundo componente para la creación de los arcos de los pies es el tejido conectivo. Hay numerosas pequeñas bandas de ligamentos que unen estos 26 huesos. Tanto la parte superior como la inferior del pie tienen pequeñas bandas que crean pequeñas tiras que unen los huesos (y, por lo tanto, las articulaciones). Estos ligamentos crean la resiliencia, flexibilidad y tensión dinámica que permiten que el pie se expanda y se adapte. También forman parte de la estructura que hace que los huesos vuelvan a su posición «neutra». Este es un excelente ejemplo de tensegridad del cuerpo.

       Figura 2.11: Aquí se pueden observar las pequeñas bandas parecidas a ligamentos que unen los huesos y que ayudan a mantener la forma del pie.

      Estos pequeños ligamentos que unen los 26 huesos también pueden ser la causa de unos pies planos. Si se tiene predisposición genética al tejido conectivo laxo, a veces denominado hipermovilidad, estas pequeñas tiras no están todo lo tensas que deberían. Si las bandas ligamentosas son más flexibles, será más fácil que los huesos sucumban al peso y acabemos con pies planos.

      En la superficie plantar del pie hay una serie de trozos de tejido conectivo realmente importantes. Es algo lógico si tenemos en cuenta que se trata de la superficie sobre la que andamos. La fuerza del peso que atraviesa los arcos longitudinales alarga el pie a cada paso. Estos tejidos añaden tensión adicional a la planta del pie para poder resistir la enorme extensión que se produce entre el talón y la base de los dedos. Estos tejidos y su tensión actúan como la cuerda de un arco y una flecha (el arco sería el arco del pie) y ayudan a mantener la distancia entre los extremos del pie. Esto hace que se levante el arco al aproximar ambos entremos. Los espolones calcáneos y las fascitis plantares se relacionan con estos tejidos.

       Figura 2.12: La fascia plantar engrosa el tejido conectivo que cruza la almohadilla del pie.

      En yoga, una de las formas más simples de activar los arcos es levantar los dedos de los pies. Esta acción está directamente relacionada con la fascia plantar, que sale del talón, pasa la almohadilla (articulación metatarsofalángica) y sigue hasta los extremos de los dedos de los pies (falanges). Con esta disposición, siempre que levantamos los dedos de los pies (hiperextensión), la tensión de la fascia plantar aumenta y se levantan los arcos del pie. Como resultado, el talón y la almohadilla del pie se aproximan. Es algo fácil de ver en tu propio pie.

       Figura 2.13: Al levantar los dedos de los pies, cambia la tensión en la planta del pie y aumenta el arco.

       Los músculos: El tercer componente

      Echemos un vistazo a algunos de los músculos responsables de mover el pie y el tobillo, de estabilizarlo y de contribuir a los arcos. No obstante, no hay que