Práctica de la danza. Liane Simmel. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Liane Simmel
Издательство: Bookwire
Серия: Danza
Жанр произведения: Изобразительное искусство, фотография
Год издания: 0
isbn: 9788499109060
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propiedad que se aprovecha durante el calentamiento selectivo (v. capítulo 12, pág. 241 y siguientes). La carga prolongada da lugar a un engrosamiento paulatino del cartílago; las células cartilaginosas aumentan de tamaño y de número y se acelera su metabolismo, mecanismos todos ellos que elevan la capacidad de resistencia del cartílago hialino. Por desgracia, la capacidad de regeneración del cartílago hialino tras una lesión es mínima. Las células cartilaginosas dañadas y el aparato fibroso destruido ya nunca vuelven a recuperar su funcionalidad original. En el lugar del cartílago hialino aparece un cartílago fibroso. Este puede rellenar, en apariencia, la superficie de la capa cartilaginosa, pero su elasticidad es menor, con lo cual la capacidad de carga de la zona cartilaginosa reparada se reduce.

      El cartílago fibroso opone gran resistencia a las fuerzas de cizallamiento. La sustancia fundamental se compone, sobre todo, de fibras de colágeno paralelas, cuyo número varía en función de la carga. Este cartílago crea, por ejemplo, el anillo fibroso del disco intervertebral (v. capítulo 2, pág. 43 y siguientes) o los meniscos de la rodilla, o bien permite la regeneración del cartílago hialino dañado.

      El cartílago elástico es muy flexible y su sustancia fundamental la componen fibras elásticas en forma de red. El pabellón auricular, un prototipo del cartílago elástico, se dobla, sin producir dolor, en todas las direcciones.

      La unión entre los huesos se denomina articulación. Las articulaciones cumplen dos funciones: unir los diferentes huesos del esqueleto y, al mismo tiempo, facilitar su movilidad. La unión puede ser firme (articulación «falsa») o laxa (articulación «verdadera»). Las uniones firmes entre los huesos se dan, por ejemplo, en la zona cartilaginosa de la cara anterior del esternón, entre las costillas y el esternón, entre los huesos o en la sínfisis entre los dos huesos del pubis. Esta última favorece el movimiento recíproco de las dos caderas en la pelvis, pero no es capaz de efectuar ningún movimiento activo (v. capítulo 3, pág. 73 y siguientes). Cuando se habla de las articulaciones, se hace referencia casi siempre a las «verdaderas», es decir, a las dotadas de movimiento activo.

       Estructura de la articulación e importancia del movimiento

      Las articulaciones se componen, en esencia, de los extremos óseos, la cápsula articular y la cavidad articular, con el correspondiente espacio articular.

      Los extremos de los huesos que componen la articulación están tapizados por cartílago hialino. La superficie cartilaginosa lisa de los huesos que se articular reduce la fricción y amortigua los golpes. Cada articulación se compone, como mínimo, de dos elementos; según su forma también se denominan acetábulo (superficie cóncava) y cabeza (superficie esférica). Cuando se aprecian grandes irregularidades entre las superficies de la articulación, estas se corrigen con la adición de discos cartilaginosos, como los meniscos de la rodilla (v. capítulo 5, pág. 118).

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      Fig. 1.12: Estructura de una articulación «verdadera».

      La cápsula articular rodea, a modo de funda, toda la articulación y se compone de dos capas: una interna, atravesada por numerosos vasos sanguíneos, y otra externa más gruesa y estable. El tamaño y el grosor de la cápsula articular varían sensiblemente e una articulación a otra. Si prevalece la estabilidad, la cápsula articular es relativamente estrecha y se refuerza con numerosos ligamentos. Por el contrario, si predomina la movilidad articular, la cápsula es ancha y laxa.

      La cavidad cerrada, delimitada por la cápsula articular, se conoce como cavidad articular. Está llena de un «lubricante» (líquido sinovial), un líquido, con una consistencia parecida a la clara de huevo líquida. Este líquido se forma en la capa interna de la cápsula articular. El lubricante de la articulación nutre el cartílago articular, lubrica las superficies y amortigua los golpes. Dependiendo de la temperatura y de la velocidad del movimiento, la consistencia del líquido articular varía. El frío y el movimiento lento aumentan su viscosidad y hacen que el lubricante se espese. Las temperaturas altas (p. ej., las que se alcanzan después del calentamiento) y los movimientos rápidos disminuyen su resistencia.

       Los ligamentos dan indicaciones claras a las articulaciones

      Los ligamentos se componen de tejido conjuntivo rígido. Su elevada resistencia obedece a la gran cantidad de fibras de colágeno paralelas que presentan, pero su distensibilidad es muy baja, de apenas un 5%. La mayoría de los ligamentos se extienden de un hueso a otro, pero existen también ligamentos que penetran en los músculos, aumentando su elasticidad. Los ligamentos permiten una restricción pasiva de la movilidad articular y ofrecen indicaciones claras del sentido del movimiento.

       Tabla 1.3: El grado de movilidad articular depende decisivamente de tres factores:

Forma y tamaño de los elementos óseos de la articulaciónGuía ósea
Disposición y fuerza de los ligamentos articularesGuía ligamentosa
Disposición y número de los músculos articularesGuía muscular

      Los ligamentos situados en la profundidad de la articulación se diferencian de los incluidos dentro de la cápsula, a la que refuerzan, y de aquellos que traccionan desde fuera de la cápsula articular. Los ligamentos contienen numerosos receptores, cuya función es transmitir de inmediato las variaciones fundamentales de las propiedades ligamentosas al centro de control del sistema nervioso. De esta manera, se detectan con precisión la velocidad, el movimiento y la posición de la articulación, así como la distensión o, eventualmente, el dolor. La retroalimentación permanente de la situación articular momentánea, a través de los receptores ligamentosos, hace que el cuerpo ajuste con rapidez y precisión la reacción diferencial a cada nueva situación articular. Este ajuste es imprescindible para la coordinación y el equilibrio. No debe extrañar, por tanto, que, después de una lesión ligamentosa, el equilibrio corporal se vea alterado de forma sustancial.

      Transformar la carga de la presión articular en carga de tracción de los ligamentos es una de las principales funciones del aparato ligamentoso. En vez de comprimir la articulación, el aparato ligamentoso se tensa en la fase de carga, gracias al ajuste de la articulación. Así se descarga la articulación y se ejercitan, al mismo tiempo, los ligamentos (v. p. ej., capítulo 4, pág. 93 y siguientes). Cuando se tensa un ligamento, su estructura interna se orienta siguiendo el sentido principal de tracción: todas las fibras están orientadas en el mismo sentido. En ausencia de esta indicación del sentido de la carga, las fibras del ligamento se organizan de modo más aleatorio; esta disposición fibrosa desordenada debilita el ligamento. La alternancia constante entre tensión y relajación, carga y descarga, activa el metabolismo del ligamento e incrementa, a largo plazo, su capacidad de carga.

       Ruidos articulares: ¿son inocuos o preocupantes?

      El crujido de las articulaciones, sea en la columna vertebral o al estirar los dedos de la mano no tiene una causa que se haya podido precisar hasta la fecha. La teoría por el momento vigente se basa en la probable existencia de una baja presión dentro del espacio articular. Los gases se disuelven en el líquido articular. Ciertos movimientos crean así burbujas de vapor de aire dentro del complejo articular. Si estas burbujas estallan, se escucha el crujido característico. El crujido puede repetirse solo si se vuelve a disolver el gas dentro del lubricante articular. Escuchar un ruido de la articulación con el movimiento no es excesivamente inquietante. Sin embargo, el «enderezamiento» frecuente de las articulaciones mediante manipulación, sea por la propia persona o realizada por otra, puede causar una sobredistensión de los ligamentos articulares e hipermovilidad local. Todo ello favorece la posibilidad de que se registren ruidos articulares. Es reseñable el hecho de que el crujido reiterado de los dedos de la mano inflama levemente los pequeños huesos que los forman y causar una llamativa debilidad en las manos. De ello se deduce que, tanto para estas como para otras articulaciones, la costumbre de producir crujidos en las articulaciones