Práctica de la danza. Liane Simmel. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Liane Simmel
Издательство: Bookwire
Серия: Danza
Жанр произведения: Изобразительное искусство, фотография
Год издания: 0
isbn: 9788499109060
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de un soma (cuerpo celular), del que parten múltiples prolongaciones. Las prolongaciones pequeñas y cortas (dendritas) recogen la información y conducen impulsos del exterior hacia el soma. Existe, además, una prolongación larga, el axón (neurita), que transmite la información del soma a las células vecinas o a los músculos y órganos próximos. Algunos de los axones están envueltos por células especiales que forman una vaina (de mielina) y se denominan mielínicos. Los axones mielínicos conducen los impulsos nerviosos a gran velocidad. Por ello es frecuente encontrarlos en los nervios motores. La velocidad de conducción alcanza hasta 120 m/s, lo que a nada menos que 432 km/h. Los axones amielínicos (desprovistos de vaina de mielina) transmiten los impulsos a una velocidad mucho menor y son los encargados, por ejemplo, de conducir el dolor. Una vaina de tejido conjuntivo envuelve varios axones. De forma análoga, el nervio se puede asimilar a un cable eléctrico. Dentro de la vaina de tejido conjuntivo discurren vasos sanguíneos que nutren el nervio.

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      Fig. 1.18: Estructura de una neurona.

      Las neuronas del sistema nervioso están comunicadas por más de mil billones de sinapsis. Son uniones de contacto entre las células nerviosas en las que se transmiten los impulsos de una neurona a la siguiente. Dependiendo de la sustancia transmisora, el impulso se sigue transmitiendo o se detiene. Algunas células nerviosas contienen información de más de 20.000 sinapsis. Todas estas informaciones —sean estimuladoras o inhibidoras— son procesadas para, a continuación, transmitir la información correspondiente a la siguiente célula nerviosa.

       Procesamiento de la información: el sistema nervioso está en permanente movimiento

      Tanto si el profesor de baile da un toque de corrección en un movimiento como si una persona sujeta una taza de té caliente, los estímulos de la periferia son en ambos casos percibidos por los llamados receptores. Se trata de células nerviosas con una capacidad muy específica: la de transformar estímulos químicos o físicos en impulsos eléctricos. La temperatura, la presión o el dolor, al igual que también la posición de la articulación y el estado de distensión de la musculatura, son detectados por los receptores y conducidos, a modo de impulsos, a través de los nervios aferentes hasta el sistema nervioso central. Allí, todos los impulsos aferentes son interconectados, evaluados y procesados en centros específicos. Estos centros de asociación de la corteza cerebral tienen como misión conectar las informaciones que llegan con los recuerdos, valoraciones y emociones correspondientes. A partir de ellos, el cerebro elabora un programa de reacción adaptado a la situación instantánea. El resultado se retransmite —como un nuevo impulso— a través de las fibras nerviosas eferentes hacia la periferia y lo hace de forma selectiva, precisamente hacia los lugares que deben generar la reacción.

      La importancia de esta retroalimentación continua para el cuerpo queda demostrada por la división de las vías nerviosas. El 80% de los nervios son fibras nerviosas aferentes que conducen información desde la periferia hasta el sistema nervioso central. Tan solo el 20% son nervios eferentes que ejecutan las órdenes del cerebro y llevan los impulsos desde el sistema nervioso central a la periferia.

       Reflejos: el automatismo del sistema nervioso

      Los reflejos son respuestas automáticas e involuntarias a un estímulo nervioso. En el caso más sencillo, la elaboración del estímulo tiene lugar en la médula espinal: los nervios aferentes conducen dicho estímulo desde la periferia hasta la médula espinal, donde se produce un relevo directo hacia las fibras nerviosas eferentes que comunican inmediatamente la respuesta a la periferia. A los bailarines les afecta sobremanera el denominado reflejo propioceptivo (término derivado del latín propius, propio, de uno mismo, y recipere, percibir) Los receptores del sistema nervioso situados en los músculos, tendones y cápsulas articulares transmiten en todo momento la posición y la percepción en cada instante de todo el cuerpo. Cuando ocurre un cambio desfavorable de la postura —sin la participación del cerebro— se produce una reacción refleja. El reflejo de estiramiento muscular es muy importante en este aspecto para controlar los movimientos. Los husos musculares situados entre las distintas fibras musculares son receptores que informan en todo momento de la tensión actual del músculo.

       Plasticidad: el cambio deseable

      El número de neuronas está predeterminado desde antes del nacimiento y solo puede disminuir en el transcurso de la vida. En el caso de las sinapsis ocurre justo lo contrario: se van multiplicando a lo largo de la vida. Cada nuevo aprendizaje nuevo significa la formación de nuevas sinapsis. Cuanto más variado es el contenido didáctico y cuanto más rico el método de aprendizaje, mayor es el estímulo para el encéfalo. Constantemente se crean nuevos centros de comunicación; la red de fibras se multiplica y la correspondiente región estimulada de la corteza cerebral adquiere mayor consistencia y aumenta de tamaño.

      La observación de la distribución y la representación de las distintas regiones corporales en el cerebro permite definir el perfil del denominado «homúnculo». En él se proyectan las distintas regiones corporales sobre las áreas correspondientes de la corteza cerebral. El tamaño de una región cerebral concreta no se corresponde con el tamaño real de la región representada, sino que refleja más bien su importancia neuronal. Así, las regiones corporales más ejercitadas, con una fina regulación motora, como pueda ser la mano, disponen de una zona mayor en la corteza que aquellas que ejecutan movimientos menos detallados y finos, como el abdomen o la espalda. El «homúnculo» queda, pues, muy «desfigurado» en relación a la constitución real del cuerpo.

      Es interesante saber que los músicos que tocan un instrumento de cuerda disponen de un área de almacenamiento cerebral mucho mayor para los dedos de la mano izquierda que para los de la derecha. En qué medida se puede trasladar esta situación a los bailarines y, en concreto, a la representación cortical de los pies, es materia sobre la que, con los conocimientos actuales, solo cabe establecer especulaciones.

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      Fig. 1.19: «Homúnculo» motor: distribución y representación cerebral de los movimientos de las distintas regiones corporales.

       El fenómeno del dolor: el sistema de control de puertas

      Todo ocurre de forma automática: cuando uno se golpea el brazo con una puerta se produce un dolor repentino. De manera instintiva, la mano acude al lugar de dolor y este cede. Detrás de ello se oculta un singular mecanismo presente en la naturaleza, el sistema de control de puertas de la elaboración del dolor. Los estímulos dolorosos —sean internos o externos— son percibidos por los receptores del dolor y transmitidos, en forma de impulsos, a la médula espinal. En ella, muchas neuronas se concentran en una sola, constituyendo una especie de centro de control, la «compuerta» para el procesamiento del dolor. En esta neurona central se procesan multitud de informaciones diferentes, que se potencian pero que también se amortiguan. Si esta información sobre el «dolor», que llega al centro de control, resulta enmascarada por otras informaciones como presión, frío o movimiento, el estímulo doloroso se debilita. Las informaciones «neutras» bloquean igualmente la «compuerta» y hacen que pasen menos impulsos dolorosos ascendentes en dirección al cerebro. El fenómeno de dolor es el mismo, pero su percepción se reduce.

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      Fig. 1.20: «Sistema de control de puertas» para la elaboración del dolor.

       «Canalización» o automatización del movimiento

      Cuando se repite reiteradamente una idea en el cerebro, cuando se ejercita cientos de veces un mismo movimiento, los impulsos nerviosos «allanan o canalizan» su camino a través del sistema nervioso. Al igual que una calle con mucho tráfico acaba convirtiéndose en una autopista, las vías nerviosas correspondientes se preparan para un «tráfico cada vez mayor» de impulsos.