50 leyes del poder en El Padrino. Alberto Mayol. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Alberto Mayol
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9789563248302
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que es un concepto que deberás recordar). Pero el 9 de septiembre de ese año Maranzano pasaría a ser el objetivo de un mafioso famosísimo por su capacidad operativa, Albert Anastasia, quien dirigía “Murder Inc”, como él llamaba a su compañía, y que será la inspiración de Luca Brasi. Luciano murió en una barbería, por si sirve de referencia a la película.

      Después de asesinar a Maranzano, Luciano despliega sus ejecutores por todo el país y matan, en cuarenta y ocho horas, a más de sesenta mafiosos, reconstruyendo el orden político de la mafia. Luego de esto, con el poder en su mano, nacieron las dos instituciones: el Sindicato Nacional del Crimen y la Comisión. La Cosa Nostra se conformaba entonces de veintiocho familias distribuidas por todo Estados Unidos y asociadas a mafias de otros orígenes, como judíos e irlandeses.

      Lucky Luciano organizó un nuevo orden con nuevos nombres: el ya mencionado Anastasia (operaciones criminales), Costello (dedicado a corromper funcionarios), Adonis (apuestas y prostitución), Lansky (encargado de finanzas), Vito Genovese (segundo de Luciano), Zwilmann (a cargo de New Jersey), Siegel (sindicatos de Hollywood), Buchalter (juego). Como se puede apreciar, la combinación de estos personajes configurará a Vito Corleone, repositorio de las virtudes maquiavélicas de quienes controlan la organización.

      El asesinato sincronizado en el tiempo en varios lugares (escena del bautizo, de la ópera), o todos juntos (escena del helicóptero), encuentra su impronta en el siglo IV antes de Cristo, con Agátocles. Estamos en el Capítulo VIII de El Príncipe, de Maquiavelo: “De los que llegaron al principado mediante crímenes”, dice su título.

      Quienes han leído El Príncipe saben que en la obra se establece una de las variables centrales que determinarán la evolución de un actor político a partir de la manera en que se adquirió un territorio. Esta sabiduría esencial, de un origen que sobredetermina el futuro, está presente en el florentino.

      Si se adquiere un territorio de una manera, se está obligado a ciertas cosas. Por eso es importante lo que señala Maquiavelo cuando dice que hay dos modos de llegar a príncipe y que no se pueden atribuir enteramente a la fortuna o a la virtud: el caso donde se accede al principado por un camino de perversidades y delitos; y el caso en que se llega por el favor de los conciudadanos. El que más importa a Maquiavelo es el primero. Y su gran ejemplo, que no lo llama ejemplo, sino que lo nombra “templo”, será el ya mencionado Agátocles. Es un templo porque no es solo el lugar donde se revela la divinidad, sino que es un espacio ritual, perfecto, sacrosanto, superior.

      Para Maquiavelo, la maravilla del siciliano Agátocles radica en comprender que el poder vicario o parasitario es bueno, pero inestable pues depende de otro; y que si deseamos construir un poder relevante, es indispensable transformar ese poder en una capacidad propia. La magia esencial de la filosofía de Vito Corleone está en convertir las cosas ajenas en cosa nuestra.

      Agátocles es amado por el pueblo, de buen agrado le darían el poder, pero si se lo toma por la violencia será necesariamente suyo, no eventualmente suyo. Ya no dependerá del amor (que es de otro), sino del miedo (que depende de sí mismo). El acto violento le desagrada a Vito Corleone, ni siquiera lo tiene en alta estima táctica o estratégica. Pero entiende que ese acto es una señal de carácter, de liderazgo, y que ese gesto tiene una virtud esencial: busca mover la realidad en un solo instante. Se trata de un acto que busca cambiar el escenario, pero también sus normas, en un momento de violencia fundacional. Baricco inicia su magnífica reversión de La Ilíada diciendo: “Todo empezó en un día de violencia”.

      Y sí, siempre es así, todo indica que el origen del universo fue agitado y explosivo.

      La Cosa Nostra

      La época donde se concentra el inicio de la obra El Padrino, tanto en la novela como en la primera película, es en el momento en que la Segunda Guerra Mundial está terminando. Por entonces Vito Corleone lleva veinte años de haber fundado su primera empresa, Genco Pura (en la novela) o Genco Olive Oil (en la película). Con esa compañía en la mano, entró al crimen organizado cuando comprendió las enormes dificultades para forjar un monopolio desde las técnicas de mercadeo habituales. Su amistoso despotismo, acompañado de la desesperación de los migrantes, le permitió un avance vertiginoso.

      La llegada de la prohibición de venta de alcohol fue su siguiente oportunidad, pues los camiones que le servían para el aceite ahora eran el mecanismo de tráfico de alcohol. Esa oportunidad nació en realidad de las faltas que cometieron los contrabandistas que le pidieron los camiones a cambio de sumas importantes de dinero, pero no pagaron. Corleone decidió tomar el asunto en sus manos y se convirtió en el principal distribuidor ilegal de alcohol, manteniendo su lógica de cultivar una amplia red de socios de sus actividades en el mundo “legal”. El fin de la prohibición lo obligó a ampliar su repertorio de negocios y fue así que transitó al juego, la usura, la prostitución y los sindicatos, entre otras actividades.

      Cuando creció su negocio contactó a Salvatore Maranzano para unir fuerzas. Maranzano tenía enorme superioridad en términos comerciales, pero no en poder. Las influencias de Vito Corleone eran mayores. Este último asumió que Maranzano comprendería y aceptaría el pacto, pero no fue así. No lo vio conveniente. Vito Corleone decidió actuar en su contra. Para ello recurrió a Tessio, el jefe de uno de sus regimientos históricos, quien se encargó de realizar un exitoso magnicidio. Desde ese día Vito Corleone pasó a ser parte de las familias más importantes.

      A fines de la década de 1920 el tema del crimen organizado ya había explotado en Estados Unidos. La matanza del día de San Valentín en 1929, cuando Al Capone eliminó a cinco rivales de peso y se hizo dueño de la ciudad de Chicago, había marcado la historia. Ya en 1928 una película sobre la mafia de Chicago había sido nominada al Óscar (The Racket, de Lewis Milestone) y el año anterior Al Capone había ganado el equivalente a 1.600 millones de dólares de nuestros días. Es el mismo año en el que, en Nueva York, Vito Cascio intenta unificar las familias de la mafia. Pero es Chicago el centro del escándalo social y político. Y es la razón por la que finalmente Al Capone será un objetivo político fundamental para Estados Unidos, lo que terminará con su juicio por evasión fiscal, ironía monumental que simplemente reveló la influencia de las familias del crimen organizado.

      Lo interesante es que Puzo elige Nueva York y no Chicago para emplazar su obra. Más aún, sitúa a Capone como un personaje menor en su obra. Y de alguna manera, Joey Saza en El Padrino III nos recuerda el perfil de Capone. Incluso Michael, en la famosa reunión de la Comisión donde Saza organiza el atentado desde el helicóptero, le dice con ironía que gracias a él (a Saza) pronto todos los miembros de la comisión aparecerán en la portada de los periódicos. Como Saza ama las portadas de los medios porque se siente una “bella figura”, entiende literalmente lo que ha de ser visto con el gesto oblicuo del sarcasmo. Zasa cree que Michael imagina que todos se harán famosos gracias a su actuar. Y es que cree que la fama tiene solo una cara, la de las revistas de moda, la de los príncipes y monarcas del mundo. Pero Michael le está diciendo, no a él, sino al resto de los asistentes, que de la mano de un imprudente y pornográfico exhibicionismo no hay más destino que la prensa hablando una y otra vez de la mafia y, con ello, destruyendo sus posibilidades de acción. He aquí una tensión que Puzo y Coppola desean remarcar: la diferencia entre el poder gris de la mafia neoyorquina y el galopante poder explícito y arrogante de los de Chicago. Saza, aunque neoyorquino, viene a actualizar ese conflicto, ya que en la nueva era (El Padrino III está ambientado en la segunda mitad de los años setenta, más de cuarenta años después de las glorias criminales de Chicago) se revela que Al Capone fue al respecto vanguardia, pues la nueva forma de ser mafioso es justamente la tendiente al exhibicionismo.

      La mafia ha perdido la capacidad de ser un intersticio entre lo legal y lo ilegal. No hay que extrañarse. La gracia de la mafia al estilo de Vito Corleone radica en comprender que, más allá de los crímenes cometidos cada cierto tiempo, la actividad lucrativa es fundamentalmente “paralegal”, ya que se trata de actividades que en una época o lugar son ilegales y en otro tiempo y espacio no lo son. Por eso cuando Sollozzo aparece con la oferta de la droga, Vito dice sencillamente “no”, porque el entronque del poder de las familias y el crimen