50 leyes del poder en El Padrino. Alberto Mayol. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Alberto Mayol
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9789563248302
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hijos. No tenemos obligación alguna con respecto a los pezzonovante2 que se consideran a sí mismos como rectores del país, que pretenden dirigir nuestras vidas, que declaran las guerras y nos dicen que luchemos por el país. Porque, en realidad, lo que quieren es defender sus intereses personales. ¿Por qué debemos obedecer unas leyes dictadas por ellos, para su propio beneficio y en perjuicio nuestro? Y ¿con qué derecho se inmiscuyen cuando pretendemos proteger nuestros intereses?

      “Nuestros intereses son «cosa nostra». Nuestro mundo es cosa nostra, y por eso queremos ser nosotros quienes lo rijan. Por lo tanto, debemos mantenernos unidos, pues es el único modo de evitar interferencias, o de lo contrario nos dominarán, como dominan ya a millones de napolitanos y demás italianos de este país” (265 y 266).

      Esta filosofía es persistente en Vito Corleone. Efectivamente no le preocupa cómo se gana la vida el resto, no lo comenta, no le importa. Se sabe lo que piensa en genérico de ciertas conductas, pero puede amar y respetar a quien incumple esas normas porque pertenece a sus afectos, como es el caso de Johnny Fontane. Vito Corleone comprende que cada quien se juega su destino y que intentar llevarlo lo mejor posible es lo más digno e indispensable. Nada es, de por sí, condenable. No es la ética de la convicción, diría Weber, es la ética de la responsabilidad. A Vito le preocupa la conducta disipada de sus hijos Fredo y Sonny, pero no porque le moleste realmente el carácter innecesariamente pecaminoso de su actuar (aunque también), sino porque se exponen y exponen a la familia a riesgos importantes.

      La unidad básica de la sociedad en la Cosa Nostra es la familia, pero no nuclear, ni siquiera extensa. La familia es una gran estructura que articula las necesidades de quienes pertenecen a lo ‘nuestro’. Y es así que lo propio no es lo propio, sino que es lo pactado. Más allá de la familia comienza el horror de la desconfianza, pero incluso así eso puede ser cosa nostra. Porque esta son los intereses comunes, es la comunidad de necesidades y apuestas que ha obligado y obligará a familias en competencia a permanecer unidas, pues finalmente su gran esfuerzo es defenderse de los verdaderamente poderosos, de los ‘importantes’, los que controlan la ley y la construyen para su propio beneficio. La Cosa Nostra es la conciencia de clase de un grupo ultraconservador, antiliberal, anticomunista y depredadoramente capitalista. Es un grupo que sabe que hay dos guerras, una como grupo contra la sociedad y otra como familias contra las familias.

      Puzo señala que la palabra mafia significaba ‘lugar de refugio’, ya que Sicilia había sido una isla dominada por diversas naciones y ciudades: romanos, germanos, bizantinos, sarracenos, gibelinos, aragoneses, españoles, italianos. También fue un reino autónomo. Este dominio permanente de fuerzas foráneas templó el carácter de los sicilianos hasta convertirlos en aborrecedores del poder constituido y formal, a tal punto que lograron construir una forma de acumulación de poder basada en la comunidad y en sencillas conductas como el secreto, la venganza y el honor. Como la historia de Sicilia es una historia de atropellos, como la Inquisición torturó allí con una intensidad desconocida en otros lugares, como Mussolini entró a Sicilia con una violencia inusitada, la herida de los ciudadanos de Sicilia es siempre la misma: el sufrimiento de inenarrables dolores y atropellos. Por esa razón el poder policial era absolutamente ilegítimo, y no había mayor insulto que la palabra ‘policía’.

      Los pobres, describe Puzo, habían aprendido a no demostrar su cólera simplemente por miedo. El poder era siempre salvaje y su pulsión era aplastar toda rebeldía, cualquier mínima inquietud. La población sabía que proferir amenazas era inadecuado, riesgoso. Comprendían que la sociedad era su enemiga porque la organización de ella no era propia. Solo la comunidad podía salvarlos. Y fue así como nació la necesidad de una organización paralela y diferente a la oficial, una organización secreta, la mafia. Y si la sociedad abierta, si el poder político tenía su autoridad en las leyes por todos conocidas, la mafia había cimentado su poder estableciendo la ley del silencio, la omertà. Una mujer cuyo marido o cuyos hijos habían sido asesinados no diría a la policía el nombre del asesino, aunque lo supiera. Jamás señalaría a los sospechosos. Ni siquiera iría a la policía. Entendía que la vida era dura, pero que era cosa nostra.

      Esta estructura arcaica y originada como una respuesta racional al dolor y la violencia recibida se convertiría luego, en la misma Sicilia, pero también en Estados Unidos, en el brazo ilegal de los ricos, e incluso en una especie de policía auxiliar de la estructura política y legal. Se había convertido en lo que Michael Corleone comprenderá como una ‘degenerada estructura capitalista’. Y es que, en el capitalismo de libre mercado, hay muchas actividades de alta rentabilidad que, en ciertos momentos, están prohibidas o intensamente reguladas. La liberación ‘criminal’ de esos mercados ayuda a que los flujos de esos grandes negocios ayuden al ‘ambiente de negocios’ en general, ya que produce dinero circulando en la economía de la zona. También ocurre que el capitalismo tiene dos caras. Una de ellas, sin ser amable (porque descree precisamente de la amabilidad de la naturaleza humana), tiene un fundamento moral. Se trata de la visión de que la defensa de los propios intereses es buena para toda la sociedad. Esta visión y el concepto de ‘competencia’ entre agentes en los mercados son el sustento del liberalismo económico como doctrina política y moral.

      El Padrino tiene su final en la tercera película, única sin base en la novela, aunque su libreto sí fue escrito por Puzo en colaboración con Coppola. La trama central de la obra es la articulación de la familia Corleone con el Vaticano. La Cosa Nostra ha llegado a construir sus tentáculos para absorber las complejidades del control de Europa, donde el Vaticano es poderosísimo. Michael Corleone ha logrado el sueño: blanquear su riqueza con la Iglesia, limpiarlo de todo lo ilegal y además ser un actor tanto en América como en Europa. El tono mafioso se combina con el arte vaticano. La magia de la obra logra algo fundamental: hacer ver que el arte de la Cosa Nostra no es nada diferente al del Vaticano. No es una metáfora, es una identificación.

      Puzo y Coppola se centran en la historia de la muerte, o el asesinato de Juan Pablo I, la emergencia de Juan Pablo II (opositor al anterior, pero que lleva su nombre) y la trama bancaria y sexual que envuelve a la Iglesia católica. El dinero es el corazón del asunto. El llamado Banco de Dios tiene una historia sorprendente: el banquero Roberto Calvi ahorcado bajo el puente de Londres, hijas de funcionarios del Vaticano raptadas misteriosamente, mafiosos enterrados en una cripta de Roma reservada a cardenales, la detención de Paolo Gabriele, camarlengo o mayordomo privado de Benedicto XVI, quien fuera acusado de filtrar la información sobre las inversiones del Vaticano que se hicieron conocidas a través de un libro (los llamados ‘Vatileaks’). Esta detención y el despido del Presidente del Banco Ambrosiano al mismo tiempo fueron las señales que llevaron a Benedicto XVI a crear una salida inédita: renunciar al papado. Una crisis de largas décadas volvía a terminar con un papa, esta vez con una muerte burocrática y no física. Lejos ha quedado esa Iglesia católica que negaba la legitimidad de la financiarización de la economía, que consideraba pecado que el tiempo fuera dinero. El Vaticano es un Estado pequeño, sin ciudadanos, con un presupuesto exiguo. Pero es una corporación grande. Y sus ejecutivos bancarios mueven hilos tan complejos e incomprensibles para nuestra mirada que solo nos enteramos de ellos en sus renuncias o en la aparición de su cadáver, de forma espectral y operática, colgado de un puente en Londres, en un suicidio que se finge con cero interés en que sea creíble.

      ¿Qué es el poder?

      Si la virtud de las leyes de Newton radica en su capacidad de predicción, quizás las leyes de las que trata este libro tengan una capacidad similar para predecir resultados derivados de la conducta. La virtud de las leyes del poder que se enunciarán es que son de utilidad para establecer los beneficios o las catástrofes en las que puede derivar un escenario de poder para quien cumpla o incumpla dichas leyes. Y esto vale para situaciones microsociales (relaciones laborales, momentos de seducción amorosa, relaciones entre estudiantes) y para el gran teatro político del mundo con sus fenómenos estructurales (las disputas de la alta política y la alta diplomacia, las decisiones de grandes corporaciones, entre otras).

      Mi hijo a los dos años miraba al cielo y sentenciaba: “Luna, sol, no se cae”. Extrañado por esos objetos voluminosos y semejantes a una pelota que no se caían, comprendía uno de los aspectos más importantes de la física de Newton: