50 leyes del poder en El Padrino. Alberto Mayol. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Alberto Mayol
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9789563248302
Скачать книгу
más, un abogado que prefiere ir con el uniforme militar al matrimonio de su hermana y que se niega a salir en la foto de la familia, arruinando el momento. Pero algo cambia cuando Michael se acerca a su padre en la clínica y lo ve en peligro. Es la iniciación espiritual del hijo en la mafia.

      Michael convence a la enfermera y decide sacar a su padre de ese cuarto, minutos antes de que lleguen los asesinos, para esconderlo en otro sitio. Y para aclarar a su padre las razones de tanto jaleo, se acerca a su oído y le explica: “—Soy Mike. No temas. Ahora escucha: no hagas menor ruido ni digas nada, sobre todo si alguien pronuncia tu nombre. Quieren matarte, ¿comprendes? Pero no te preocupes; yo estoy aquí”1 .

      En este punto el relato de Puzo es estremecedor. El padre mira al hijo con una calma capaz de iluminar el mundo, con la mirada del padre que puede tranquilizar a su hijo en medio de cualquier batalla. Con sus ojos le señala que no hay problema, que Don Corleone no podría sentirse amenazado en ese escenario. ¿Por qué debería tener miedo alguien a quien han querido matar desde su más tierna infancia? Ese gesto de Marlon Brando interpretando a Vito marca el espíritu de la obra. No es la forma convexa la que construye la película, no es el grito imponente del líder. Vito Corleone es silencio, es la profunda paz de las armas en movimiento. Vito Corleone está inmóvil y el mundo gira. Como el dios medieval, Vito tiene su centro en todas partes y su circunferencia en ninguna.

      Vito Corleone es el motor inmóvil de la obra El Padrino. El concepto de motor inmóvil es aristotélico y tiene una gran tradición tanto en la teoría de la causalidad como en la metafísica. Por asociación se usa a veces en las referencias críticas a obras tratadas literariamente (para fines literarios o para otros fines, como ópera o cine). En esos casos se hace alusión al planteamiento de una obra que gira en torno a un personaje sin necesidad de que este tenga presencia permanente o incluso sin que tenga ninguna presencia. El clásico tema del personaje secuestrado o desaparecido que vierte toda la narración en su órbita.

      En el caso de El Padrino esta situación se da con claridad. La obra gira sobre la sabiduría esencial de Don Corleone, sobre su imperio, sobre su historia. Pero de las extensas horas de duración de las películas, Vito Corleone solo está frente a nosotros en tanto jefe imperial alrededor de una hora, de las más de doce que constituyen la trilogía. Es cierto que en la segunda película hay largos pasajes que recrean su origen. En ese proceso la historia más bien se concentra en las peripecias de Vito, en el acontecer de su vida, en su ascenso, en la historia infantil, en el dolor en Sicilia, en la conquista de Nueva York, en la venganza final matando a Ciccio. Pero de ninguna manera podemos decir que esa aparición se relaciona con lo central de la obra: la sabiduría del maestro que busca denodadamente quién será el depositario de su sagacidad, encontrándolo finalmente en una persona inesperada: Mike, su hijo rebelde.

      Vito Corleone, el Padrino, cuenta con alrededor de una hora en la pantalla para poder construir su fabulosa fama. Y si vamos a la novela, veremos que la palabra Vito aparece 157 veces, cuatro menos que Tessio y solo dieciocho más que Connie, un personaje evidentemente fuera del listado principal. De hecho Carlo, el esposo de Connie, es referido más veces. Y Michael, indudablemente, tiene más apariciones, con 828 menciones a su nombre. Es cierto que la novela juega en diversas ocasiones a mencionar a Vito como Don Corleone o como el Padrino. Y por tanto ello puede esconder el nombre de Vito. Pero el uso del concepto ‘padrino’ no llega siquiera a las cien apariciones –la suma de ambas palabras otorga, aun así, menos menciones que el nombre de Clemenza–. Casi el doble de menciones, respecto a su padre, recibe Sonny, su hijo que muere tempranamente en la novela y la película. En fin, ya está claro el punto.

      El motor inmóvil es ese elemento que Aristóteles define como metafísico y eterno, que es la sustancia que domina todo lo material desde lo inmaterial. Es a la vez forma pura y acto puro, es una existencia completa, es la manera por excelencia de ser. Y ese ser es contemplativo, reflexivo, sumido en su interioridad que es a la vez externa. El sentido último del motor inmóvil radica en su carácter divino. Es por estos rasgos que consideramos que la propuesta artística y filosófica de la obra dialoga con todas las manifestaciones de ‘motor inmóvil’, desde las estrictamente metafísicas hasta las políticas. No hay espacio para matices.

      ¿La forma ideal del mercado? El monopolio.

      ¿La forma ideal de gobierno? El imperio.

      ¿La forma ideal de la moral? Dios.

      No hay otra forma, no hay otro medicamento, no hay otra receta: el poder total, la concentración, la articulación de lo diverso en la misma cosa. Pero Aristóteles sigue allí. Y es que el filósofo señaló en su Metafísica que no era bueno el gobierno de muchos, que uno solo debía ser el jefe.

      El Padrino no es solo una obra italiana y, por cierto, romana. No es solo una obra florentina en el sentido de Maquiavelo. Es también una obra griega que busca al mismo tiempo la mónada filosófica y la tragedia narrativa. La mónada es el ideal del ser, de la existencia, pero es también la realidad de la totalidad, pues nada está realmente fuera de la totalidad. La mónada es la unidad. Está por todos lados. Tú, que lees esta página, eres un ente completo, una mónada. Lo cierto es que este opus de cuatro obras (tres películas y una novela, que pronto serán cuatro películas) es una unidad. La tragedia es en realidad un derivado de este carácter unitario. Porque si la historia no durara todo lo que dura, no podríamos ver la decadencia de Michael, no podríamos comprender la fuerza narrativa de haber logrado el objetivo final más importante: que la familia sea poderosísima, que sea legal su ejercicio empresarial y que sea respetable; pero que al mismo tiempo su imperio parezca tan quebradizo, que Michael no pueda cuidar a los suyos (a su primera esposa, a su hija), que el exitoso debut de su hijo como cantante de ópera haya estado bañado en sangre y que finalmente deba pasarle el poder de la familia al hijo de Sonny, poseedor de todos los defectos de su padre.

      La mónada es por definición continua, cerrada en sí misma y por ello atávica. Nunca se puede salir. Toda la idea de la obra de El Padrino es que la mafia es un refugio genial que permitirá un día escapar de sus dinámicas. Pero no es cierto. Atrapados en la epopeya, todos seguirán la ruta de la muerte dolorosa, propia o ajena. La mónada griega, en paz en su contemplación, es un mundo en guerra.

      Vito nos enseñará una doctrina, será Moisés con sus tablas de la ley y Cristo con su ética y su sacrificio. El poder del personaje de Don Corleone radica en esa articulación de la totalidad en un solo ser. Es el padre freudiano y darwiniano, pero es también el padre católico; es el padre de una época y luego la simiente de la siguiente, ya sin él. Es el camino completo. Su poder, como todo poder que nace, comienza en la materialidad. Es la idea kantiana: el poder es la fuerza que subyuga a otra fuerza. Pero luego esa materialidad militar y económica (las dos grandes herramientas de lo material) debe convertirse en la primera sofisticación del poder: las instituciones, las normas y los valores. De seguro Marx lo dijo mejor que muchos otros: las ideas de una sociedad son las ideas de su clase dominante. Pero la verdad es que hace dos mil quinientos años ya lo había dicho el filósofo y estratega militar Sun Tzu cuando se refería a la importancia de la doctrina, que era la unidad del pueblo con la persona que manda. Ese mismo concepto sería transformado por el sociólogo Gaetano Mosca en la llamada “fórmula política”, que roza, de una manera delicada y colateral pero con parentesco obvio, con la idea de hegemonía del filósofo Gramsci y que se resumen en la existencia de principios abstractos a los que la élite recurrirá para fundamentar su poder y que son capaces, por diversas razones, de penetrar en la sociedad que se busca dominar, generando un enorme rendimiento político.

      El segundo movimiento de El Padrino demuestra que ese poder que nace en lo material se convierte en elementos que se expresan de modo concreto, pero que son en definitiva inmateriales, como las instituciones, leyes, normas sociales y valores. ¿En qué crees cuando crees en Dios? ¿En qué crees cuando crees en las leyes? Detrás de Dios, de las leyes, de las instituciones, hay personas, intereses. Y en ellos crees sin saber que crees cuando crees en lo que crees. Es un trabalenguas, pero es cierto.

      La gran complejidad de la obra –que quizás constituya uno de los aspectos esenciales de su comprensión del poder– radica en haber contemplado que la mayor manifestación del poder es al mismo tiempo la más inmanente,