Sangre olvidada. Natalia Hatt. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Natalia Hatt
Издательство: Bookwire
Серия: Saga Sangre enamorada
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9789878332215
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de lo sucedido durante ese día y, por más que en ese momento no los estaba viendo, guardaba una imagen bien nítida de cada uno de ellos por igual. Juliann no volvería a casa hasta dentro de unas cuatro horas, por lo que cocinó para ella sola, una vez que llegó a su departamento.

      Luego de comer, se puso cómoda en el sofá con vista al balcón y comenzó a realizar dibujos en un cuaderno. Dibujaba lo que fuera que le viniese a la mente: caras de personas, lugares, lo que se estuviese imaginando. Todo con su lápiz negro. Luego de garabatear un buen rato, se quedó dormida.

      —Ale, Ale —dijo Juliann, sacudiéndole el brazo. Ella se sobresaltó un poco al despertarse.

      —¿Qué sucede? —preguntó.

      —Te has quedado dormida en el sofá. Pensé que estarías despierta cuando llegara. Supongo que estabas cansada.

      —Mentalmente agotada, sí. Tuve un montón de quehaceres en el trabajo y cuando llegué me puse a dibujar. Cuando menos me di cuenta, me quedé dormida —respondió, dándole un suave beso a su marido.

      —Me imagino, cielo. Mi día ha sido bastante agotador también. Todavía no logro aprenderme los nombres de todos mis alumnos, pero ya lo haré. Es como si nunca los terminase de conocer — dijo él, riendo al final de la frase. A pesar de estar en ese lugar desde ya hacía una semana, todo seguía pareciéndole nuevo.

      —A mí me pasa lo mismo con la gente nueva —lo tranquilizó ella—. No te preocupes, ya los vamos a conocer bien a todos. Hace poco que llegamos y necesitamos adaptarnos.

      —Aunque nuestro pasado en Argentina parece muy distante ya —comentó él, con una pequeña sonrisa en sus labios.

      —Tenés razón. Miro atrás y pareciera como si todo fuera parte de una película. Es extraño. De todas formas —dijo, levantándose del sillón y caminando hacia la cocina—, prepararé café para los dos y luego nos podemos sentar en la terraza a hablar y mirar el atardecer.

      —Me parece muy bien —aceptó su marido, siguiéndola—. Contame, ¿qué has hecho hoy en la galería?

      —Tuve la suerte de trabajar con unas obras de arte impresionantes, tanto que una exposición renacentista se ha suspendido para darle lugar a esta. Son nueve cuadros de una artista búlgara y los nueve representan supuestas realidades diferentes, distintas dimensiones, mundos disímiles coexistiendo en nuestro planeta. Es muy interesante —le contó con mucho entusiasmo. Juliann la miraba prestando mucha atención.

      —Seguro que sí. Me gustaría verlas —le contestó.

      —Por supuesto, amor —le dijo ella, dándole otro beso—. Te llevaré a la galería cuando estén expuestas. Por lo pronto, tengo que encontrar la manera de organizarlos según su orden correcto, ya que por lo visto tienen una graduación, un orden específico en el que deben ir. Es todo un misterio.

      —Hmm... qué intriga. Tal vez yo pueda ayudarte —dijo él, bromeando—. No te preocupes demasiado, ya le encontrarás el sentido. Siempre lo hacés.

      —Eso espero —dijo ella, con una sonrisa en los labios—. Realmente parece importante encontrarle la ubicación correcta a cada uno. Es un verdadero rompecabezas.

      Pronto terminó de preparar el café. Los esposos subieron a la terraza y se sentaron en unos sillones de hierro, mirando hacia el oeste. Juntos disfrutaron de un atardecer en la ciudad que, aunque aún no lo sabían, era en realidad el primero que pasaban allí.

      C

      omo ya era costumbre, Nikolav se despertó exactamente cuando se apagó el último rayo de sol. Una conocida sensación de sequedad invadía sus labios, avisándole que necesitaba alimentarse pronto. El bar no abriría hasta dentro de unas horas, por lo que necesitaría salir a la calle a cazar.

      Dejó su habitación sigilosamente, asegurándose, por si acaso, de que ningún haz de luz se estuviera filtrando en el lugar. Siempre se despertaba tras el atardecer, pero sus sentidos podrían fallarle alguna vez.

      Trató de mezclarse entre la multitud que recorría las calles. No buscaría su presa allí, sino que iría primero a un lugar poco transitado. La población de vampiros era bastante alta en Nueva Orleans, pero también había quienes se dedicaban a cazarlos, por lo que era importante mantener un perfil bajo, a fin de no llamar la atención. Por eso, aunque la ciudad era la capital de los vampiros y gran parte de sus ingresos provenía de aprovecharse de eso para atraer turistas, nadie creía que ellos existían realmente y quienes descubrían su existencia pronto lo olvidaban.

      Tras haber caminado un par de cuadras en busca del lugar perfecto para encontrar su presa, comenzó a sentir un aroma diferente, un perfume embriagador que hacía que no lograse enfocarse en otra cosa. Intentó seguir buscando otra presa, pero no pudo y cambió de rumbo, buscando el sitio de donde provenía aquel aroma tan dulce.

      Se trataba de un edificio de diez pisos, dicho aroma provenía de la parte superior del mismo. Los vampiros necesitaban recibir una invitación para entrar a un lugar habitado por humanos, por lo que no podría ingresar a esa casa. Sin embargo, deseaba conocer a la persona cuyo olor lo volvía loco y por eso buscó un edificio vecino con escalera de incendios y comenzó a treparse, cuidándose de no ser visto.

      Una vez en la terraza, miró hacia el edificio de al lado, y allí pudo observarlos. Se trataba de una pareja joven. Se estaban abrazando, se levantaban de sus sillones en la terraza para volver a su departamento.

      El vampiro ajustó su visión para verlos en detalle. La chica llevaba el cabello oscuro y sus ojos eran de un profundo color azul. Ambos debían tener alrededor de veinte años. Pensó que ella era la mujer más hermosa que hubiese visto y que en nada se parecía a ninguna humana. ¿Acaso ella pertenecía a esa especie? El chico también era muy bello: su cabello era rubio y sus ojos eran de color violeta. Nikolav estaba seguro de que no eran humanos, aunque conocía poco de otras razas. Si olían y se veían diferente, era suficiente para llegar a esa conclusión.

      Deseaba investigar más sobre ese par, pero su sed comenzaba a empeorar, por lo que alimentarse se volvía una necesidad de extrema urgencia. Debía encontrar una víctima antes de seguir con cualquier otra cosa.

      —¿Qué hace usted allí? —le preguntó un hombre, quien recién había subido a la terraza y se encontraba caminando hacia él—. Las oficinas ya han cerrado. Usted no pertenece a este lugar.

      El vampiro sonrió maliciosamente, dejando ver sus colmillos, y con su hipnótica mirada manipuló al pobre desgraciado para que no recordase nada de lo ocurrido, antes de tirársele encima. Le clavó los colmillos en su cuello y bebió profundamente hasta saciar su urgente sed.

      Cuando se detuvo, el hombre ya estaba inconsciente, pero no muerto. No le molestaba tener que matar a alguien, pero siempre era preferible mantener limitado el número de desapariciones. El hombre se recuperaría y no recordaría nada de lo ocurrido. Eso era lo importante.

      Sin preocuparse más por la salud de su víctima, volvió a bajar por donde había subido y emprendió su camino de regreso al bar, sin poder quitar de su mente a la pareja que había visto, especialmente a la hermosa chica. Comenzó entonces a idear un plan para acercarse a ellos dos.

      ***

      Cuando Alejandra terminó de ducharse, Juliann estaba preparando la cena.

      —Te dije que yo iba a cocinar —se quejó ella, sacudiendo la cabeza.

      —Hoy me toca a mí —alegó el rubio, sonriente—. Además, te pasaste con el desayuno. Quiero recompensarte.

      —Está bien, pero yo lavo los platos.

      —Dale —aceptó él, continuando con lo suyo.

      Ella sabía que haber conseguido un marido a quien le gustaba cocinar y ayudar con las tareas de la casa la convertía en una mujer muy afortunada. Muy pocas mujeres tenían esa suerte. Se sentó en el sofá con su laptop mientras él se abocaba a su tarea y se