Observó el frasco con detenimiento y desconfianza. Claro que no lo bebería. Bien podría tratarse de una poción hecha por una bruja para poder controlarlo como si fuera un zombi. No caería en esa trampa. Si una bruja se encontraba detrás de él, debería ser mucho más inteligente para hacerlo caer en sus garras. Guardó el pequeño frasco en un cajón y se acostó a dormir para no despertar hasta caída la noche.
***
Alejandra se fue caminando a su trabajo, disfrutando de la hermosa mañana. Vivía a solo unas pocas cuadras de distancia, por lo que le parecía innecesario tomar un taxi, a no ser que estuviese lloviendo. Además, le gustaba examinar sus alrededores, quería conocer lo más posible la nueva ciudad en la que ahora vivía. Y aunque ya hacía una semana que estaba allí, y ya había recorrido esa calle decenas de veces, todo seguía pareciéndole nuevo, como si fuera la primera vez que lo veía.
Subió la escalinata de entrada a la enorme galería de arte en la que ahora trabajaba. Las colosales estatuas que se encontraban a cada lado le llamaban poderosamente la atención, más que nada debido a su diseño rico y detallado. Amaba todo lo que fuera arte, casi sin discriminar el tipo. Su trabajo en la galería consistía en organizar las muestras y exposiciones de la mejor manera posible en cada sala. En diversas pruebas a las que se la había sometido, ella había demostrado su talento y buen gusto para esa tarea. También le correspondía hacerse cargo de las nuevas obras de arte que llegaban con frecuencia, organizándolas por temáticas para exposiciones futuras.
Su trabajo era de medio tiempo, por lo cual tenía la tarde libre para dibujar y pintar en su casa. Algún día sus obras serían expuestas en una galería tan prestigiosa como era esta. Pero para eso faltaba tiempo, aunque ya le habían dicho que sus piezas eran muy prometedoras y ella lucharía hasta lograr todos sus objetivos.
Cuando llegó a la sección de obras nuevas, se encontró con William Paine, el director del museo, quien la estaba esperando. Debía tratarse de algo importante si él estaba allí.
—Buenos días, señor —lo saludó ella, hablando en un inglés bien fluido.
—Buenos días, señora Hert. Hoy le tengo un encargo especial. Hemos recibido unas obras del corazón de Europa, pertenecientes a una artista excepcional que recientemente ha sido descubierta. Pospondremos la exposición de la sala tres para poder mostrar esta. Realmente estamos orgullosos de haberla conseguido, considerando que no somos el museo más grande del país. Espero pueda encargarse de todos los detalles —ella asintió, entusiasmada de que se le encargase una labor tan relevante.
—Por supuesto, señor. Me pondré a trabajar en ello. ¿De qué se tratan las obras? ¿Tienen una temática similar?
—Sí, tienen una temática en común. Son nueve cuadros que forman parte de un todo. La colección se titula «Los Nueve Mundos» y cada cuadro representa uno de los nueve, incluyendo el nuestro. Hay una breve descripción en un manuscrito original junto con ellos. Esta artista debe haber poseído una gran imaginación para pintar tal fantasía. Es realmente impresionante.
—¿Cómo se llama la artista? —preguntó.
—Se desconoce su verdadera identidad. La mujer tenía los cuadros guardados en un departamento en Bulgaria. Luego desapareció misteriosamente de la faz de la tierra y sus obras fueron guardadas, pero como no han sido reclamadas durante todos estos años fueron vendidas. Las obras están firmadas como Anja, pero la identidad de esta tal Anja es un misterio.
—¡Qué interesante! —dijo ella— Mejor me pongo a trabajar en esa exposición de inmediato.
—Perfecto, más tarde vuelvo para ver el progreso.
—Nos vemos luego —dijo la muchacha, dirigiéndose hacia los paquetes, que aún no habían sido abiertos, intrigada por lo que encontraría allí.
Uno a uno, fue desenvolviendo los nueve paquetes, encontrándose con nueve obras de arte de una belleza indescriptible, algo que nunca antes había visto, pero que le resultaba familiar. Luego, tomó el manuscrito que se hallaba junto a los cuadros y se dispuso a leerlo.
Vivimos en un planeta dividido en nueve mundos diferentes, nueve dimensiones a las cuales la mayoría de las criaturas existentes no tiene acceso alguno, a excepción de la propia. Estos mundos se entrelazan entre sí, se comunican a través de diversos portales, que deben permanecer secretos y protegidos, para que así las criaturas de los mundos inferiores queden atrapadas y no puedan subir y causar el caos. Los cuadros sirven a su vez de portales para quien cuente con la habilidad de adentrarse en ellos. No muchos la poseen, pero yo sé de alguien que la tendrá. Quien lo haga entenderá a qué me refiero, los demás pensarán que estoy loca o que conservo una rica imaginación. Mas yo he estado en cada uno de estos mundos y puedo afirmar que son todos reales. Desde el denso mundo de los havors, a la dimensión etérea de los guardianes de este planeta, el alma se desarrolla, pudiendo ascender o descender, la mayoría de las veces con la muerte, otras sufriendo cambios físicos, como al convertirse de humano a vampiro. La memoria se pierde, la memoria se recupera. Mas el alma nunca olvida y los secretos siempre se guardan bajo llave, en lo más profundo de nuestro ser.
Estaba asombrada por lo que había leído. Aparentemente la artista realmente creía en lo que decía. No así Alejandra, pero la historia era realmente fascinante. Ahora... el problema era organizar los nueve cuadros en el orden correcto. Sabía que estos tendrían uno ya que lo había leído. «Desde el denso mundo de los havors, a la dimensión etérea de los guardianes», pensó, preguntándose cuál sería cada uno y cómo reconocerlos. Luego tendría el problema de ordenar los cuadros restantes de cuya ubicación no tenía la más pálida idea. Sería un largo día de trabajo, pero estaba contenta de hacer lo que debía.
Luego de trabajar por un par de horas, analizándolos, contaba ya con casi un cuaderno lleno de notas sobre cada uno y lo que podía ver en ellos, aunque únicamente había podido descifrar el que correspondía al plano de los seres humanos y el que ella consideraba era el de los guardianes. El resto aún no sabía bien cómo clasificarlos, por lo que se limitó a anotar las impresiones que cada uno le producía: cuál le parecía un lugar positivo, cuál uno negativo. No era una tarea fácil, pero estaba dispuesta a llevarla a cabo en el menor tiempo posible.
Mirando dentro de los cuadros, sentía cierta familiaridad, especialmente con el que tenía un lago azul y el cielo de color violeta. Observaba con asombro el camino cubierto de piedritas celestes, las dos lunas y las estrellas que brillaban en el firmamento, pensando que ese era un lugar donde le gustaría estar.
William entró, trayendo un cuaderno de notas en sus manos.
—¿Cómo va eso, Alejandra? —preguntó.
—Bien —contestó ella—. Estoy intentando identificar qué lugar representa cada uno de ellos, para poder ordenarlos. Según el manuscrito, tienen un orden específico. Debo descubrirlo.
—Me parece bien —respondió él, examinando los cuadros—. Si no lo encuentras, tan solo limítate a ubicarlos de la forma que se vean mejor, estéticamente hablando. —Ella asintió, aunque sabía que no se daría por vencida tan fácil. Sentía que si fallaba en encontrar el orden de los cuadros, estaría fallándole a la artista, y se estaría fallando a sí misma.
—Espero poder hacerlo, señor. ¿Sabe qué? Hay algo que me resulta familiar en estos cuadros. Tal vez los he visto antes —dijo. William soltó una risa entrecortada.
—No seas ridícula. Es imposible que los hayas visto con anterioridad. Son un descubrimiento y no hay nada así en el mundo. Estos cuadros son únicos.
—Entonces no sé, tal vez haya visto algún lugar similar en una película o algo.
—Quién sabe... —dijo su jefe mirando la hora—. Falta media hora para tu salida. Llama a Robert para que lleve los cuadros a la caja fuerte una vez que hayas terminado. No quiero que queden aquí.
—Lo haré, señor —asintió ella, viendo a William salir. Se sintió importante al estar trabajando con unas obras de arte sin igual, nunca antes vistas por