Aportes de la biología del suelo a la agroecología. Marina Sánchez de Prager. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Marina Sánchez de Prager
Издательство: Bookwire
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Жанр произведения: Математика
Год издания: 0
isbn: 9789587835809
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de carácter social, económico, ambiental y político que conllevaba la revolución verde. Aparentemente, nos encontramos en un momento de reflexión y reconocimiento de lo que ha significado en términos de hambre (Caparrós, 2014, p. 427), del daño que causan los agroquímicos a la salud, ambiente, cambio climático, biodiversidad y soberanía alimentaria, entre otros. Según Hilal Elver y Baskut Tuncak, del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, «es hora de derrumbar el mito de que los agroquímicos son necesarios para alimentar al mundo» (Carrington, 2017).

      El fracaso de la revolución verde de alimentar al mundo y los costos sociales, económicos, ambientales y políticos inmersos han llevado a que se reconozca la necesidad de aceptar alternativas alimentarias diferentes a las ofrecidas por la economía neoliberal predominante. En este contexto, dentro de la situación de crisis planetaria a enfrentar, la agroecología renueva sus esfuerzos como opción multidiversa.

      Después de largos años de lucha, la agroecología adquiere presencia gubernamental, como estrategia de interés planetario, reconocida institucionalmente, por primera vez, en el simposio internacional: agroecología para la seguridad alimentaria y nutricional, realizado en Roma por la FAO, en septiembre de 2014. (FAO, 2017, p. XIII) (Sánchez de Prager, Barrera et al. 2017, p. 253)

      Lo anterior unido al reconocimiento y apertura de otras alternativas para producir alimentos diferentes a la revolución verde, ligada al uso de agroquímicos y al desconocimiento de la soberanía alimentaria de los pueblos (Carrington, 2017; Mejía, 1997, p. 22, 1998, p. 37, 1999, p. 87, 2001, p. 17).

      1.2. La agroecología se basa en principios de sostenibilidad planetaria y, por ende, humana

      1.2.1. Conceptualización de la agroecología

      La conceptualización de la agroecología la han asumido investigadores como Altieri y Toledo (2010, p. 165, 2011, p. 4), Gliessman, (2002, p. 13), Gliessman et al., (2007, p. 12), González de Molina y Toledo (2011, p. 341), Sevilla (2014, p. 1), Sevilla y Soler (2009, p. 35), entre otros, cuyos escritos se complementan y ofrecen miradas de conjunto. Tomemos como base a Gliessman et al. (2007), quien la describe con pocas palabras autocontenidas: «la aplicación de los conceptos y principios ecológicos al diseño y manejo de los sistemas alimentarios sostenibles» (p. 13). León y Altieri (2010) explicitan que «La agroecología explora, por una parte, el conjunto de relaciones ecológicas y culturales que suceden al interior y al exterior de los campos de cultivos, abarcando incluso la integralidad de las fincas» y «las conexiones e interacciones complejas que existen entre los agroecosistemas y la sociedad» (p. 20). Las palabras agroecosistemas y sostenibilidad son claves en la interpretación y comprensión de estos discursos.

      1.2.2. Agroecosistemas

      Constituyen la unidad básica de estudio de la agroecología, concebidos como resultado de la interacción de los ecosistemas presentes (sistemas biológicos) y las culturas (sistemas sociales). Dentro de la visión sistémica, en ambos se repiten componentes fundamentales de los sistemas: la existencia de un patrón organizativo y estructural. Las redes que se repiten y expresan en estructuras características reconocibles —tal vez palpables, aunque no siempre por las dimensiones— y dentro de procesos —organización— permiten la repetición y continuidad de los agroecosistemas específicamente (figura 1.4).

      Los agroecosistemas se establecen en condiciones de la naturaleza específicas: suelos, topografía, clima, vientos, temperatura, humedad, altura sobre el nivel del mar (m. s. n. m.), precipitación, entre otros. Los sistemas sociales mediante el componente de la cultura suman valor agregado al dar significado a lo que ocurre en momentos específicos de tiempo y espacio, marcados por la historia (Sánchez de Prager, Vélez, Gómez y Gómez, 2014, p. 1). Por ejemplo, al inicio de la agricultura, los agroecosistemas se basaban en los bienes naturales presentes in situ y en los saberes ancestrales propios de cada región, en sus ritos, creencias. Toledo y Barrera-Bassols (2008) nos ilustran las características de diferentes agroecosistemas dependiendo de su ubicación y de lo local (p. 147).

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      Los agroecosistemas surgen en la conjunción e interacción de los sistemas biológicos y sociales.

      Fuente: Sánchez de Prager, Vélez et al. (2014, p. 5).

      Los agroecosistemas trascienden los límites de los predios (fincas) y se insertan en el paisaje local y en el territorio (figura 1.5). Esta comprensión es muy importante en el proceso de paz que covive Colombia en la actualidad, pues los agroecosistemas rebasan la dimensión de sistemas productores de alimentos y materia prima, y se insertan en las condiciones sociales, económicas, políticas y ambientales de los territorios, de los países y de las naciones. Su comprensión trasciende lo agronómico, es transdisciplinaria.

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      La dimensión de los agroecosistemas, desde la agroecología, supera el espacio de la finca y se integra al territorio con fuerte influencia sobre el ambiente local, regional y global.

      Fuente: Sánchez de Prager, Vélez et al., (2014, p. 5).

      1.2.3. Sostenibilidad

      Conceptualizamos sostenibilidad como sinónimo de sustentabilidad. El énfasis se centra, para algunos autores, en la producción de alimentos sanos y limpios dentro de los principios de soberanía y seguridad alimentaria (Sánchez de Prager, et al., 2014, p. 8). Sin embargo, esta cualidad y/o propiedad emergente es más compleja. González de Molina y Toledo (2011) le agregan la necesidad de suplir las necesidades básicas de los miembros de la organización social, que sean económicamente viables, accesibles a todos los agricultores, socialmente justos, tanto en términos de posibilidad de ser adquiridos como también de ser producidos mediante el acceso a los bienes naturales (p. 288). Los autores González de Molina y Toledo (2011) sostienen:

      Cuanto mayor sea el grado de desigualdad social mayor serán las amenazas para la estabilidad del ecosistema. La pobreza, la falta de acceso a los recursos, ha tenido a lo largo de la historia, y tienen hoy en día, consecuencias negativas para dicha estabilidad. Fenómenos como el sobrepastoreo, la deforestación, las roturaciones abusivas, el cultivo en laderas, etc., se han descrito como actitudes de los más desfavorecidos o de la codicia de los más acaudalados. Todas estas son actitudes y prácticas generadas por esa patología ecosistémica que resulta ser, a los ojos de la agroecología, la desigualdad social. (p. 46)

      Es necesaria la comprensión de los dos componentes de la equidad social: la equidad intergeneracional que implica compromiso con las futuras generaciones y la equidad externa que considera «el sobreesfuerzo productivo de los agroecosistemas y su consiguiente deterioro para el logro de la subsistencia en base a un mayor excedente comercializable» (González de Molina, 2011, p. 59). Pengue (2012) ilustra las externalidades del comercio interno y externo con base en lo que significa el extractivismo, la exportación de alimentos y materias primas, no solamente en términos económicos, sino también ecosistémicos: agua, nutrientes del suelo, seguridad, soberanía alimentaria, paisaje, entre otros (p. 11).

      Además de las anteriores cualidades, la sostenibilidad también contempla la resiliencia y autonomía de los agroecosistemas. La primera considera la capacidad de estos para soportar presiones originadas por las condiciones naturales donde están establecidos y/o sociales ejercidas sobre el sistema productivo. La autonomía está relacionada con la capacidad interna para suministrar, para soportar los flujos de insumos y procesos necesarios para el proceso productivo.

      Las propiedades de la sostenibilidad, como un todo, confluyen en el principio de soberanía en los agroecosistemas, con sus tres componentes: alimentario, energético y tecnológico. La soberanía, que lleva intrínseca como mínimo la seguridad alimentaria, se convierte en eje conductor hacia donde se dirigen las prácticas agronómicas a implementar