Aportes de la biología del suelo a la agroecología. Marina Sánchez de Prager. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Marina Sánchez de Prager
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Математика
Год издания: 0
isbn: 9789587835809
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2012, p. 20).

      La recreación minuciosa de ese ambiente planetario donde la vida emerge a la superficie terrestre, recogido en obras pictóricas (figura 1.2A) y en imágenes fotográficas actuales, al recorrer sitios como el parque Yellowstone, en Estados Unidos, permite observar manifestaciones de procesos de formación de suelo pionero, inestable, que no se puede transitar (figura 1.2B), fuentes hidrotermales donde surgió y sigue la vida en ambientes extremos (figura 1.2C) y la convivencia del pasado y presente (figura 1.2D). Es de recordar que fue precisamente en estas aguas hidrotermales donde los investigadores Madigan et al. (2009), encontraron argumentos para agregar un tercer dominio de la vida constituido por las archaea — microorganismos metanogénicos, hipertermófilos y halófilos—, habitantes de ambientes extremos tanto hidrotermales, ejemplificados con Yellowstone, como en aguas heladas del Antártico, ambientes donde todo parece señalar que surgieron los primeros intentos de organización de los sistemas vivos (p. 423). De esta forma, la ciencia integró el tercer dominio, Archaea, a los ya existentes: Bacteria y Eucaria. Los dos primeros conforman a los procariotas y el tercero a los eucariotas.

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      A. Recreación de la colonización de la superficie terrestre en el periodo Devónico, del Paleozoico. B, C y D como es actualmente el parque Yellowstone, Estados Unidos.

      Fuente: Choppin (1980), Zdenêk (1957). B, C y D es material original de Sánchez de Prager (2015).

      Viene un periodo altamente dinámico de adaptación de ese macrocosmos naciente y, hace solo unos 700 millones de años, los animales estuvieron equipados para emerger a la tierra. Para ello, debieron surgir los primeros cerebros animales, mecanismos de locomoción, protección de crías: cáscaras y esqueletos, hasta el surgimiento de los vertebrados (Capra, 2003, p. 263).

      Las plantas tardan unos 200 millones de años más antes de salir a tierra firme, o sea que se produce un movimiento continuo de los animales entre el agua y la superficie terrestre para provisión de alimentos. Evolucionan a partir de las algas verdes unicelulares (Vázquez, 2014, p. 40). En la medida en que las necesidades del ambiente les exigen el desarrollo de estructuras especializadas, surgen órganos de anclaje rudimentarios inicialmente y luego aparecen raíces diferenciadas, hojas, tallos, semillas (figura 1.3). La energía almacenada en la biomasa vegetal alcanza para nutrir a los grandes dinosaurios y ocurre el paraíso de la carne, que dura hasta su extinción, hace aproximadamente 65 millones de años, aparentemente causada por cambios atmosféricos en el clima que debilitaban estas especies, acelerada por el impacto de un meteorito gigante que levantó toneladas de polvo que bloquearon el sol, un enfriamiento brusco del planeta y una pérdida de la vegetación que les servía de base alimentaria (National Geographic, 2010, 2016; Sakamoto, Benton y Venditti, 2013, p. 5039; Than, 2017).

      La desaparición de los dinosaurios, genera opciones para los mamíferos, que habitaban el planeta desde hace 200 millones de años, los pájaros, hace 150 millones de años y, en una época más avanzada, hace 100 millones de años, aparecen las flores y frutos con una explosión de colores, como preámbulo para asegurar la permanencia de las especies a través de semillas —gimnospermas y angiospermas— resultado de múltiples cruces intraespecíficos y aún interespecíficos que aseguran alimento para las diversas especies que evolucionan ligadas a ellas, como los humanos (Capra, 1998, pp. 245, 263). La biodiversidad y la cooperación, bajo distintas modalidades, son rasgos que se ensayan con mucha frecuencia en este periodo y aprendizajes que se sostienen hasta el presente, algunos de ellos expresados y otros guardados en el ADN silencioso de los organismos, del cual conocemos tan poco (figuras 1.1 y 1.3).

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      Siguiendo el rastro de la colonización de la corteza terrestre por las plantas y los cambios en su organización celular.

      Fuente: Gilbert (2003, p. 696). Elaborado e interpretado por Perea-Morera y Sánchez de Prager (2017).

      1.1.3. El ser humano aparece en los últimos segundos de evolución planetaria

      Cuando se examinan los inicios del Homo sapiens en la Tierra, la escala numérica se reduce de miles de millones a pocos millones de años: el Australopitechus afarensis está datado hace aproximadamente 4 millones de años, el Homo habilis hace 2 millones, H. erectus hace 1,6 millones y el H. sapiens plenamente evolucionado hace 100 000 años (Capra, 2003, p. 268). Algunos autores adaptando una escala de tiempo planetario de 24 horas, reducen su aparición a los últimos segundos de evolución planetaria: hace 100 000 años. Emergen en África y Asia, sumándose a la diversidad biológica ya existente e introduciendo lo biocultural como parte de lo biodiverso, a través de la lingüística, el arte y, posteriormente, de la agricultura, como se verá más adelante. En Europa, los registros del Homo sapiens datan de 40 000 años y hace 35 000 como diáspora sobreviviente en todo el planeta (Gangui, 2005, p. 240; Sánchez de Prager, Barrera et al., 2017, p. 255; Tattersall, 2014, p. 68). Por tanto, Sánchez de Prager, Barrera et al. (2017, p. 255) sustentan:

      Independiente de la ubicación geoespacial, la historia humana está ligada al alimento y a condiciones de entorno que propicien la vida ya sea nómada o estabilizada. Los registros históricos parecen coincidir en que casi 90 000 años son cazadores-recolectores que suplen sus necesidades con lo establecido naturalmente: el río, el mar, la sabana, el valle, entre otros (Betancourt Suárez, 2008, p. 221). Aquello que se producía en el sitio, se convertía en fuente alimenticia, de vestido y vivienda como necesidades básicas a satisfacer. Los alimentos crudos pronto fueron atravesados por la magia del fuego que acrecentaba el sabor y el olor, los cuales no solamente atraían a grupos cercanos, sino también a los depredadores y se convirtió en instrumento de colonización y de guerra (Bernardo Fernández, 2010, p. 23; Harari, 2014, p. 11).

      Según Harari (2014) «Hace unos 300 000 años, H. erectus, neandertales y H. sapiens, usaban el fuego de manera cotidiana» (p. 24). Mientras que el fuego acompaña al hombre en su trasegar evolutivo, la sal se suma al convite alimentario chino hace aproximadamente 2700 a. C. (ISAL, 1999) y su uso se extiende, posiblemente a través del surgimiento de las primeras formas de comercio (Cordain et al., 2005, p. 344).

      1.1.4. El nacimiento de la agricultura

      Sánchez de Prager, Barrera et al. (2017, pp. 255-256) sostienen:

      El crecimiento de poblaciones que generaba mayores demandas y/o la esperanza de tener asegurada la comida sin necesidad de grandes movilizaciones, dio origen hace apenas unos 10 000 a 12 000 años al nacimiento de la agricultura de manera independiente en diferentes partes del mundo (Capra, 2003, p. 96; Sarandón y Flores, 2014, p. 13) a partir de asentamientos humanos donde el hombre actúa ya como «agente transformador consciente, que va multiplicando crecientemente sus medios de vida mediante la siembra de semillas y la cosecha de frutos, como ninguna otra especie lo había logrado en la historia evolutiva del planeta» (Patiño, 1988, p. 101).

      La siembra de plantas y manejo de especies, fruto de su quehacer práctico y reflexivo, aseguraban la soberanía, [autonomía] y seguridad alimentaria, pues además de proveer el alimento estaban allí, hacían parte de lo disponible, del territorio, del paisaje. El nacimiento de estos lugares, como se dijo con anterioridad, normalmente, ocurría donde hubiese disponibilidad de agua, generalmente cerca de los ríos y/o del mar.

      Por ensayo-error aparecieron las prácticas agrícolas que acompañaron el nacimiento de la agricultura y los agricultores: la siembra de especies como el maíz y el fríjol (México), la papa