Todo sucedió en Roma. Anne Aband. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Anne Aband
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788494951930
Скачать книгу
con alguien, no salen con otra. —Francesco se colocó delante de la joven, cerca. Casi demasiado.

      Alicia sintió su pasión animal y un ligero olor a colonia mezclado con sudor, lo que encendió el pequeño fuego interior que ella mantenía casi apagado.

      Se acercó unos centímetros más y levantó la mirada de su camisa abierta. Él la miraba con hambre y de repente vio como sus labios se acercaban despacio, atraídos por los labios entreabiertos de la española.

      —¡Estás aquí! —Agneta tomó del brazo a Francesco separándolo de Alicia.

      Alicia se dio cuenta de lo que había estado a punto de hacer. Apenas conocía al chico y había estado a punto de besarlo. «Sólo por despecho», se dijo a sí misma. Se giró dándole la espalda al joven quien, decepcionado, se fue con la rubia para seguir charlando.

      Decidió despejarse un poco dando un paseo fuera de la casa. Desde la ventana, la calle se veía vacía a esas horas de la noche, un par de personas paseaban con sus perros, pero Alicia ni los miraba. Podría haber tenido un buen rollito con Francesco, el chico era muy atractivo, al menos para ella. Lo encontraba masculino y de alguna forma, se sentía bien con él. Como si él pudiera protegerla.

      «Tonterías. Nunca he necesitado a nadie que me cuide. Y, sin embargo, era una sensación rara, diferente…»

      Escuchó reír a los jóvenes. Pensó en salir sin que le vieran. Necesitaba dar una vuelta, pero no podía dejar a Renata que tan amablemente había organizado la velada por ella.

      Sintió una cálida mano en el hombro.

      —Cara mia, ¿quieres irte?

      Alicia miró agradecida a su amiga. Como le había contado su gran decepción con Jorge, la italiana estaba tan furiosa como su primo. Ambos habían estado confabulando y hablando de torturas y de puñetazos.

      Salió de casa sin hacer apenas ruido. La verdad que no le sorprendía. Cada vez hablaban menos y las conversaciones que tenían eran muy escasas, ni siquiera eran de amigos. Se había estado engañando a sí misma pensando que él sentía lo mismo que ella.

      —Pero ¿qué siento yo por él?

      Ni siquiera podía recordar a qué sabían sus besos. Y lo poco que sentía no era ni la mitad de lo que había sentido cuando se acercó a los labios de Francesco. La corriente eléctrica que le había recorrido no la había tenido con él nunca.

      Parecía un chico bastante agradable, aunque no sabía mucho de él. De todas formas, Agneta le había atrapado en sus redes y no era fácil librarse de ella. Cuando enganchaba una posible presa, lo exprimía hasta que se cansaba de él. Como a Tonino, o Gianni, o cualquiera de los chicos con los que había salido. No es que ella fuera mala persona, pero no sabía tener una relación seria. «Como yo». He sido incapaz de mantener viva la llama.

      Se sentó en uno de los bancos del parque. Al final, sus pasos le habían llevado hacia allá. No es que a las once de la noche fuera un lugar muy recomendable, en línea general no solía pasar nada, pero una chica joven allí sola… Se estremeció al pensarlo.

      Unos pasos le sobresaltaron todavía más y se levantó rápidamente del banco mirando hacia el sendero.

      —Hola, estás aquí. No quería asustarte.

      —Ah, hola, Francesco, estaba… pensando.

      —¿Puedo acompañarte en tus pensamientos?

      —Bueno yo…

      —No tienes que contarme nada. Pero prefiero acompañarte, esto está muy solitario.

      Alicia se sentó de nuevo en el banco y le sonrió tímidamente. Él se sentó junto a ella sin decir nada.

      —¿Y Agneta?

      —Ufff —suspiró el hombre— ¿puedo ser sincero?

      —Claro, cómo no.

      —He huido de ella. Demasiado directa. Te aseguro que ha intentado meterme la mano bajo la camisa. Lo siento, es tu amiga.

      —Tranquilo, conozco sus métodos. Seguramente ahora estará dolida porque la rechazaste. Tranquilo, buscaba un sustituto rápido.

      —De todas formas, no es mi tipo. Me gustan las morenas.

      Miró intensamente a Alicia sin que ella pudiera articular palabra.

      —Creo que teníamos un asunto pendiente…

      Francesco se acercó lentamente pasando su brazo por detrás de la joven. Acarició su rostro con el dorso de sus dedos, admirando la suavidad de su piel. Sus labios estaban cada vez más cerca, pero sin atreverse a rozar los de la morena. Esperaba ansioso a que se abrieran para recibirle, a pesar de que mentalmente estaba intentando frenarse y evitar una grave falta profesional. Ella abrió los labios y entrecerró los ojos. Entonces él se lanzó posando suavemente su boca en la suya que se ofrecía al placer que ofrecía su lengua que comenzó a explorar la boca de ella, jugando. Alicia le pasó los brazos por el cuello atrayéndolo hacia sí con verdadera pasión. El bajó la mano hacia su cintura acariciando suavemente su cadera. Como muchas parejas que iban a pasear al parque, para tener sus momentos íntimos, comenzaron a sentise cada vez más excitados.

      —Volvamos a mi casa.

      Tomándole de la mano, y sin decir una sola palabra, Alicia llevó a Francesco a través del parque. Estaba muy decidida a pasar la noche con él. Necesitaba sentirse amada aunque solo fuera por una noche.

      Subieron las escaleras del segundo piso rápidamente. Una sonrisa traviesa se asomo en el rostro de Alicia que deslumbró completamente al joven.

      Entraron en el piso que parcía silencioso. Alicia se fue directa a su habitación.

      —¿Estás segura?

      Ella asintió sin decir nada. No es que estuviera muy segura, como las cosas que hacía en general, pero sí sabía que aquello era lo que quería en ese momento. Franceso la besó de nuevo mientras ella desbrochaba su camisa y comenzaba a palpar su fuerte espalda. Consiguió finalmente quitarle la camisa dejándolo solo con los vaqueros y los zapatos. Ella todavía llevaba puesta toda su ropa así que él comenzó a desvertirla despacio. Pronto la blusa cayó al suelo mostrando sus pechos enfundados en un sencillo suetador blanco que le provocó un pálpito en su miembro que ya pugnaba por salir del pantalón.

      En cuestión de minutos, se encontraban en ropa interior sobre la cama. Francesco no quería apresurarse. Acarició la suave piel canela provocando escalofríos en la joven y unas leves risas por las cosquillas. Sus labios comenzaron a recorrer su cuello y sus hombros, deslizando el tirante y mordisqueando su hombro. Ella le facilitó el trabajo desabrochándose su ropa interior y él la apartó despacio, liberando unos pechos pequeños, con los pezones duros por la excitación, ansiosos de ser succionados, besados, tarea que Francesco se mostró muy dispuesto a realizar.

      Alicia arqueó su espalda al sentir el reguero de besos que él dejaba en su vientre mientras se aproximaba a un destino muy claro. Jamás había sentido tanta excitación, un anticipo del placer que iba a venir a continuación. Francesco acarició su intimidad sobre la braguita de algodón que comenzaba a humedecerse. Ella se retorció. Deseaba tocarle, acariciar su pecho desnudo, su erecto miembro que abultaba a través de sus bóxer azul marino. El chico siguió su trabajo, esta vez con ayuda de ella, que se desprendió de todo, quedándose completamente desnuda. No sabía por qué, pero no sentía ningún pudor con este hombre. La hacía sentir deseada y especial con su forma de besarla, acariciarla y recorrer todo su cuerpo.

      El comenzó a explorar su humedad provocándole las primeras oleadas de placer. Entonces ella le empujó hacia la cama, tirándolo boca arriba y se sentó sobre él.

      —Ahora es mi turno.

      Bajó hacia su pecho mordisqueando sus pezones, jugando con su vello corporal, bajando por su abdomen hasta la línea de su bóxer mientras frotaba su cuerpo desnudo con su entrepierna. Liberó su miembro que lanzó hacia el cielo su extremo contento ya de no estar prisionero.