Todo sucedió en Roma. Anne Aband

y sacó un condón. Ella misma se lo puso justo antes de sentarse encima de él. Comenzó a moverse rítimicamente mientras él la sujetaba de la cadera ayudándole a cabalgarle. El movimiento comenzó a acelerarse mientras Francesco acariciaba su clítoris hasta que ella gritó y desplomó sobre él. El sonrió satisfecho mientras Alicia salía de él.

      —Dime, ¿quieres acabar tú también?

      Francesco, con los ojos nublados por el placer que sentía, tuvo a Alicia sobre la cama, se acomodó sobre ella penetrándola de un solo golpe. Comenzó a moverse dentro de nuevo provocando que Francesco se acercase al orgasmo que alcanzó unos segundos después.

      Poco después, se unieron en un sueño ligero. Los dos cuerpos estaban sudorosos, pero ninguno de los dos se apartó. Francesco pasó el brazo rodeándole la cintura, acariciando sus caderas y sintiendo el olor a sexo y canela que ella desprendía. Pasara lo que pasase en el tema profesional, no se arrepentía del momento vivido. Y esperaba que ella tampoco.

      Alicia suspiró sintiéndose cada vez más cómoda en brazos del hombre más sexy de Roma. Lo que había sentido con él jamás lo había sentido con ninguno de los hombres con los que había estado. Y eso que había sido algo breve, intenso, hecho con necesidad, pero a la vez maravilloso. Cerro los ojos y se quedó dormida con una sonrisa dibujada en su rostro.