La quínoa chilota. Francisco Fuentes. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Francisco Fuentes
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Сделай Сам
Год издания: 0
isbn: 9789561424319
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et al., 2015).

      La historia de la quínoa en Chile ha evolucionado en conjunto con antiguas culturas a lo largo del territorio nacional, a través de continuos ciclos de cultivo e intercambio de semillas (Fuentes et al., 2009a). Ejemplo de estas culturas en el extremo norte del país son: aymaras, quechuas, atacameños, coyas y diaguitas; en la zona centro: picunches y pehuenches y; en el sur: mapuches y huilliches, quienes seleccionaron la quínoa a través de su adaptación a los más contrastantes y amplios gradientes agroecológicos (Fuentes et al., 2012).

      Diversos documentos históricos relatan la presencia de la quínoa en territorio chileno, desde la zona norte hasta los valles y montañas del sur. Este paisaje agrícola fue tempranamente descrito por Pedro de Valdivia al Rey Carlos V en el siglo XVI: “…esta tierra es prospera de ganado como el Perú... abidosa de todo los mantenimientos que siembran los indígenas para su sustentación, así como maíz, papas, quínoa, madi, ají, frijoles...”. Más al sur, Miguel de Goizueta en 1558, escribano de la expedición al archipiélago de Chiloé de Francisco Cortés Ojea y Juan Fernández Ladrillero describió: “… hablaba el capitán con los indios é decía que le entendían bien que parecía lengua de Mapocho (…) Los Indios andaban gordos é bien vestidos (…) De esta provincia de Ancud hay grandísima fama de su fertilidad de mucha comida de maíz crecido é gran mazorca, papas y quinua; es una tierra baja, sin monte, é de casas grandes, de á cuatro y seis puertas (…)”.

      Dentro de las crónicas escritas, Juan Ignacio Molina (1810) detalla su sistema de producción, haciendo referencia especial a la variedad del sur llamada “Dahue”, la cual “produce hojas cenicientas y semillas blancas. Con las semillas negras hacen una bebida estomacal agradable y con las blancas, que al cocerlas se distienden a guisa de un pequeño gusano, preparan una sabrosa sopa; comen aún las hojas, cocidas como las de las espinacas. Cerca de tres meses antes de sembrarla, conducen allí para dormir sus ganados, cambiándoles de sitio cada tres noches, cuando el campo está bien estercolado, siembran, el grano sobre la yerba y sobre el estiércol”. Posteriormente el botánico francés Claudio Gay, en sus expediciones en Chile durante el siglo XIX describe a la quínoa como: “…planta originaria de América y cultivada desde mucho tiempo en Chile. Los españoles la encontraron en todas partes desde Copiapó hasta la Isla de Chiloé en donde los habitantes la cultivaban asociada al maíz y las papas...”.

      A mediados del siglo XX el cultivo de la quínoa estaba casi desapareciendo según descripciones realizadas por Looser (1943). Sin embargo, debido a la persistencia de los campesinos aún se le cultiva en la zona andina, en el extremo norte del país en la frontera con Perú y Bolivia (Lanino, 1976), así como en la zona central al sur de Santiago, a nivel del mar en Concepción y en la Araucanía, donde la población mapuche le denomina quinhua o kinwa (Junge, 1978).

      La producción de la quínoa en Chile se puede dividir en tres macro zonas productivas, las cuales se relacionan consistentemente con factores de clima y suelo, de uso de la diversidad genética presente y de sistemas de producción agrícolas propios de cada zona (Fuentes et al., 2012).

      En la macro zona norte la quínoa es producida en las regiones de Tarapacá, Antofagasta y Atacama. Los genotipos del ecotipo de salares son tradicionalmente cultivados por comunidades indígenas del altiplano chileno, en suelos salinos, altitud variable entre 3.000 – 4.000 metros sobre el nivel del mar y pluviometría fluctuante entre 100 – 200 mm/año entre los meses de diciembre a febrero (Fuentes et al. 2012).

      Por su parte, en la macro zona centro y sur de Chile (regiones políticas de Coquimbo al Maule y desde el Biobío a Los Lagos, respectivamente), se cultiva la quínoa correspondiente al ecotipo de la costa. Su cultivo se caracteriza por desarrollarse a altitudes variables entre los cero a los 800 metros sobre el nivel del mar, bajo condiciones de secano (Madrid et al., 2018). Una notable diferencia existente en su cultivo, respecto de la condición de secano de la quínoa de salares en el norte de Chile, es que la época de lluvias en la zona centro y sur del país se concentra durante el período invernal. De acuerdo a la zona geográfica comprendida entre la región del Libertador Bernardo O’Higgins y la región de Los Ríos y de Los Lagos, se contabilizan de 500 a 1.900 milímetros por año (Fuentes et al., 2017).

      La diferencia más relevante entre la quínoa altiplánica (ecotipo de salares) y la kinwa o dawe en lengua mapuche (ecotipo de la costa), es que esta última se produce en zonas con mayores precipitaciones y menores alturas sobre el nivel del mar. Esto genera varias diferencias con respecto a la quínoa de la macro zona norte, principalmente relacionadas a su adaptación medioambiental como cultivo en condiciones de secano, tipo de grano (color, tamaño), productividad superior y fotoperíodo (Figura 1.2). Estas diferencias también se vinculan con un manejo diferencial respecto al manejo de la densidad del cultivo y a la profundidad de siembra por la escasa fertilidad y humedad. Así, en el sur la quínoa se siembra al voleo, de forma superficial con alta densidad. Según la duración de su cultivo, la quínoa en la macro zona sur es posible clasificarla como precoces, en relación al tipo de quínoa de la macro zona norte, fluctuando entre 68 y 80 días entre la siembra y la floración (130-150 hasta la cosecha). De manera muy particular, la quínoa cultivada en la macro zona sur, ha llegado a registrar rendimientos potenciales de 6.500 kilos por hectárea en condiciones de huertos y con aporte de fertilización orgánica, lo cual contrasta con las condiciones de cultivo de la quínoa en la macro zona norte y centro, los cuales alcanzan entre 500 a 1.500 kilos por hectárea (Fuentes et al., 2017).

      Según evaluación censal realizada en el marco del estudio “Potencial competitivo de la quínoa chilena” en el país se estima una producción de 620 toneladas de quínoa durante la temporada agrícola 2015-2016, las cuales fueron cultivadas en una superficie aproximada de 706 hectáreas y un rendimiento promedio de 1,0 ton/ha (Fuentes et al., 2017). En este contexto la principal zona productora es la región de O’Higgins con el 53% de la superficie nacional. Según cifras del último Censo Agropecuario realizado el año 2007, esta situación presentaba un escenario diametralmente opuesto, así por ejemplo se registró una superficie nacional de 1.470 hectáreas, concentradas mayoritariamente en la región de Tarapacá (~95%) y un rendimiento promedio de 0,6 ton/ha (INE, 2007. VII Censo Nacional Agropecuario y Forestal).

      A continuación se hace una revisión de la situación productiva por región de acuerdo a las principales macro zonas descritas.

      Macro zona norte

      La producción de quínoa en la zona norte del país se encuentra en su mayoría en las localidades de la comuna de Colchane, en el pueblo de Cancosa en la comuna de Pica y una minoría en la localidad de Socaire de la comuna de San Pedro de Atacama. La comuna de Colchane tiene la superficie más importante de la macro zona norte al representar cerca del 90% de ella. Colchane en el altiplano chileno es una de las ocho comunas rurales de la región de Tarapacá, ubicada a 262 kilómetros de distancia de la ciudad costera y capital regional, Iquique. Un 99% de su población (1.649 personas) es de origen indígena, principalmente aymara; están organizados en comunidades de vecinos (ayllus), lo que explica la presencia ancestral y el mantenimiento de la quínoa como cultivo principal y de la papa en segundo lugar (Fuentes et al., 2017). Una de las prácticas más comunes es la utilización de una gran diversidad de genotipos de quínoa (ecotipo de salares) según la exposición relativa de las parcelas al frío y a las heladas (de preferencia de tipo roja o rosada). Estos tipos de quínoas se diferencian por sus colores de granos, en primer lugar; adicionalmente existe también una segunda clasificación por tamaños de las plantas y de las panojas (Figura 1.3). Así, las más comunes son los tipos: rojo (lirio en la lengua aymara), rosado (canche), blanco (janku), amarillo (churi), café (chullpe), rojo oscuro (pandela) y naranja (pera) (Fuentes et al., 2012; Bazile et al., 2014). Diversas variedades tradicionales de quínoa en la zona norte del país se encuentran estrechamente emparentados con variedades del ecotipo de salares de quínoa de Bolivia, donde no existe frontera natural entre ambos países (Fuentes et al., 2009b).

      Figura 1.2

      Diferencias morfológicas entre quínoas de salares, cultivadas en la macro zona norte, y quínoas de la costa, cultivadas