Para la agencia también había sido un gran acierto su incorporación, desde su llegada, habían resuelto la entramada madeja entre corporaciones Prescott y Glambers, nada especial para una división independiente y aislada con jurisdicción internacional. A base de un trabajo de equipo que se dividía principalmente en los que estaban apostados en la oficina y aquellos que comprometían su vida en trabajo de campo, solo necesitaban mostrar algo de tanto en tanto o simplemente dar un gran golpe para que nadie más dudase de ellos.
Antes de la llegada del jefe, se habían tomado demasiado en serio el tema del ultrasecreto, tal así que había más expedientes archivados que hormigas en un hormiguero. La mayoría de los casos eran un secreto hasta para ellos mismos, ni siquiera estaban bien clasificados, solamente amontonados en un archivero gigantesco con numeración por orden de llegada, con una descripción más que pobre y elemental, solo nombres, fechas y lugar donde había sido cometido el «supuesto fraude o delito», muy bien guardados y con acceso solo a los autorizados. Él modificó todo y le asignó a cada agente sus investigaciones. Cada uno era responsable por el seguimiento y resolución de estos y debían conocerlo a perfección, salvo para Stone, ella solo tenía un solo expediente.
La falta de resolución de casos espectaculares y la extrema reserva del gobierno sobre esta unidad, complicaba la concesión de un presupuesto mayor y todos los recursos para el trabajo de campo se habían asignado al caso «Plesbers». Los cambios de administración hacían que los fondos fueran cada vez más difíciles de obtener, la mayoría no sabían que existían ni qué servicio prestaban y muchos temían la idea de tener a un cuerpo de expertos investigando delitos en todas las esferas. A este ritmo no sobrevivirían mucho más tiempo. Con tan solo diez años de existencia, la agencia estaba en peligro de extinción.
«El jefe» no solía quejarse, a excepción del día que asignaron a la unidad a la señorita Stone, eso fue como la gota que colmó el vaso. Si no hubiera sido el joven brillante que todos estaban esperando para el puesto, muy probablemente lo hubieran despedido. De nada le valió la explicación sobre la financiación y el aporte de fondos extraordinarios tan necesarios para la continuidad de la agencia, ni todos los contactos y redes que podía aportar Ámbar.
Tampoco le pareció buena idea trabajar con la joven. No había forma de hacerlo entrar en razón, para él era caer demasiado bajo. La incorporación de Ámbar, en definitiva, fue una extorsión vulgar, «una falta de ética inadmisible para la URA» (Unofficial Research Agency).
La misión era muy precisa, investigar a los poderosos, así se habían cargado a un par de políticos de baja monta, empresarios inescrupulosos y hasta supuestos hombres de fe. Por algo los miembros eran cuidadosamente elegidos y tenían que ser aprobados por el encargado de la división, jamás hasta ese momento se había puesto a nadie digitado o recomendado como lo habían hecho con Ámbar Stone, eso lo había sacado de sus casillas en más de una oportunidad.
--Encontré una posible conexión de corporaciones Glambers en incendios forestales en varios parques nacionales. Al menos tres casos en Latinoamérica, el objetivo es desforestación para construir lujosos barrios cerrados--Ámbar lo dijo en un tono suave, su sonrisa y las chispas en sus ojos eran indisimulables. Una vez más, la joven aportaba luz sobre una red que se extendía a nivel mundial tan profunda que no terminaba nunca de desarmarse.
--Tienes que explicarle al resto cómo lo haces --dijo el jefe con ironía y fue hacia ella saltando por sobre el escritorio de Peter, con Peter incluido en su silla.
Los aplausos por la acrobacia y por el resultado de la investigación no se hicieron esperar, eso incluía a Mary y Agnes. En minutos no se hablaba más de otro tema, una vez más Ámbar había opacado cualquier cosa que pudiera hacer el jefe y había dado con la punta del ovillo, trasformando una flaca carpeta en pilas de evidencia, nombres, fotos, cuentas bancarias, traspaso de fondos, la secuencia con la que habían operado, los más altos personajes involucrados, incluyendo algún que otro gobernante. Todo listo y resuelto para ser traspasado a la justicia para que continúen con el proceso.
Ámbar se levantó en silencio, fue hacia la sala desayunador y se sirvió un té de menta. Según ella era eso lo que la ayudaba a pensar y encontrar la inspiración necesaria para resolver todas las conexiones de la investigación que llevaba a cabo.
Sus compañeros tenían otra versión, para ellos era porque le dedicaba unas veinticuatro por trescientos sesenta y cinco. Es decir, las veinticuatro horas del día durante todo el año. Cuando todos regresaban a sus hogares, ella aún se quedaba trabajando en la agencia, junto con el jefe. Los únicos dos con permiso extendido para después de las cinco PM.
Desde el primer día, Ámbar estaba alojada en el piso dieciocho, ala norte, sección rouge. De alguna forma era su única preocupación, sin familia y sin otra cosa que hacer, era su única manera de hacer pasar el tiempo. Le dedicaba todo su día y sus noches a la agencia, hasta en sus sueños resolvía las cosas. Se había transformado en poco tiempo en una experta, sagaz y astuta agente. Si se le hubiera podido asignar trabajo de campo, hubiera sido una perfecta pieza para infiltrarse dentro de cualquier grupo: culta, refinada, varios idiomas, solvente en sus conocimientos de negocios, de derecho, de finanzas. Todos los requisitos para encajar dentro de las corporaciones que investigaba la URA. Visto a la distancia, el director sí había dado en la tecla. Fue una muy buena idea permitirle a la joven colaborar, solo que a «el jefe» nunca le gustaron las imposiciones de este estilo, puede que hasta no le hubiesen mentido con eso de que Ámbar tenía que trabajar junto al agente más incorruptible, frío y distante que pudiera existir. Nadie más, ese fue el requisito.
Él recordaba todo aquello muy bien, hasta lo soñaba una y otra vez. Justo a la semana de la muerte de su propio jefe en un operativo que salió mal, recibió el ofrecimiento. Un simple llamado, de esos que te cortan la respiración y te hacen pensar en todas las cosas que tienes en la oficina y como ponerlas en una caja para llevártelas a tu casa cuando te despidan. Fue todo un alivio cuando escuchó sobre todo las dos primeras frases de felicitaciones y la propuesta de estar a cargo de la división URA. Una vez que le explicaron qué era y dónde estaba, vino la peor parte, como casi siempre sucede con este tipo de nombramientos, tendría que ceder algo para ser nombrado jefe, solo una exigente condición, aceptar la incorporación de «Ámbar Stone».
Cómo olvidar aquel día. Cómo olvidar cuando en pocos minutos puedes pasar por casi todas las mezclas de emociones que puede experimentar un ser humano. Primero, sensación de vacío y miedo a quedarse sin trabajo, todo por su maldito carácter; después orgullo por ser reconocido, y siendo más joven, bastante más joven que el promedio de sus colegas; minutos más tarde, sentirse en la gloria por ser «incorruptible, frío y distante». Pero ahora se preguntaba si aquello era un cumplido o una ofensa. Y la cereza del postre, lo que le había generado una ira incontenible, y eso fue la extorsión para aceptar a Stone y el círculo vicioso, el miedo a quedarse sin trabajo por su maldito mal carácter. Sin duda, uno de esos momentos que lo recuerdas de memoria para siempre, pero ahora estaba aquí y a cargo de la vida de su equipo y con las presiones habituales de los burócratas que no saben nada del compromiso de sus hombres, no podía fracasar habiendo llegado tan lejos.
Chapter Cinco
3. La agencia
La jornada continuó normalmente. Un par de bromas ligeras para distenderse de la mañana y del entrenamiento físico. Ya había terminado la exigente jornada de actualización en seguridad informática y quedaba derecho internacional e idiomas continentales por la tarde.
La unidad especial conocida como «URA» se encontraba en el ala norte de un simple y aburrido edificio de oficinas, moderno pero austero. Completamente aislado del edificio principal, la fachada justa para que nadie pudiera sospechar. Como decían en las clases de metodología en la investigación para novatos:
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