Las normas para ingresar y permanecer en el equipo eran rigurosas, como la de cualquier cuerpo de élite. No podían ser más envidiados porque pocos sabían de su existencia. Hasta entre ellos mismos eran reservados. Sus nombres eran falsos y la persona a cargo de la unidad se la conocía solamente como «el jefe». Se utilizaban todos los recursos para proteger a estos agentes, no era de extrañar entonces que no hubiera objetos de afección en sus escritorios, mucho menos fotos de familiares. Cosa que le venía muy bien a Ámbar, aprovechaba todo esto para no hablar casi con nadie y quedar a salvo bajo la excusa del «protocolo de seguridad». Hasta la estructura del edificio ayudaba bastante.
Peter, Michael y John dejaron de hablar de inmediato al escuchar a su compañera. Ya estaban cansados de las dos mujeres que lo único que hacían desde hace cinco años era criticar y criticar a la señorita Stone.
--Ten cuidado con tus comentarios, no sea cosa que se te atraganten tus palabras, desde que llego Ámbar lo único que haces es ejercitar tu lengua junto a tu dama de compañía --Peter uso toda la ironía del mundo especialmente con su cara.
--No sabía que Stone necesitaba que la protejan --Mary «la dama de compañía» de Agnes, le soltó la frase como un guantazo a Peter.
--Si ustedes dos se dedicaran a trabajar un poco más en lugar de hablar tanto, seríamos la mejor división de espías de todo el mundo. Hagan el favor de resolver el caso de las vacunas adulteradas primero y luego opinen. Les recomiendo no decir más tonterías, al menos que quieran enfrentarse a una denuncia interna por malos tratos y les juro que soy capaz de presentar una y de Nivel IV.
De ninguna manera nadie se atrevería a presentar un formulario de investigación interna acusando a un compañero de violación al protocolo de buenas normas de conducta, o al menos nadie lo había hecho todavía, ni siquiera contra esas dos; por otro lado, ninguno de los que formaban parte del equipo necesitaba que alguien los defendiera, todos eran lo suficientemente capaces de lidiar con sus propios demonios, de lo contrario nunca hubieran podido pasar las duras pruebas de ingreso.
El clima interno se había enrarecido al llegar Ámbar, hace ya casi cinco años. Había generado un gran revuelo, especialmente porque apareció de un día para el otro y «como la única y principal asignada en la investigación del mayor caso de corrupción de la historia de la agencia». Para peor, solo unos días antes de eso también había sido asignado a esta unidad «el jefe», así que los dos eran novatos a los ojos del resto.
Se podía decir que Ámbar despertaba todo tipo de pasiones, algunos la adoraban, otros simplemente la odiaban y eso incluía al gran conductor de ese equipo, pero desde el incidente entre ellos dos que había concluido con el portazo de Ámbar, habían pasado a otro nivel de enfrentamiento y ambos estaban intratables.
Ella pasaba sobre todo eso sin que le molestara, no estaba allí para hacer amigos, mucho menos para recibir aprobación. Esa joven tenía las cosas claras y no podía detenerse ante nada. Con el tiempo había logrado tener control sobre sus emociones. Lo único que no podía evitar era una especie de mantra, casi sin darse cuenta solía acomodarse su cabello sobre sus hombros, un gesto típico de ella, un tic reiterado como si fuera un ritual que le proporcionara inteligencia extra a la hora de pensar; solo que, al ser tan bella, lejos de molestar cautivaba a los hombres de la agencia. Ellos estaban acostumbrados a tratar con mujeres como Mary y Agnes, amargadas, filosas, desagradables. En definitiva, todo era causa y efecto, era inevitable que la joven llamara tanto la atención.
-- ¿En qué ha quedado ese asunto de la droga de alto rendimiento deportivo que daña la vista? --el veterano Michael hizo un esfuerzo para suavizar el tenso ambiente.
--Estamos estancados --John frunció el ceño y se rascó la cabeza, sabía que Michael estaba cambiando de tema, pero le hizo recordar su frustración y sus flojos resultados del último año y hablar de casos inconclusos o de investigaciones a medias no ayudaba en nada.
Como en todo trabajo de equipo, a la hora de repartir triunfos todo era sonrisas y aplausos, pero cuando las cosas no resultaban como se esperaban, aparecían los reproches y el pedido especial para que rueden cabezas por el aire. Todos intuían que estaban bajo la atenta mirada de varios directivos de alto rango, especialmente por la juventud del responsable de la unidad, quién era el primero en saber que su posición era la más comprometida y detestaba la pérdida de tiempo y sobre todo los dimes y diretes organizados desde el seno mismo de su equipo.
A pesar de sus treinta y pico de años, tenía un marcado liderazgo y don de mando natural. Bastó su sola presencia en la sala y sin decir una palabra, todos se callaron y apresuraron el ritmo cansino de la mañana.
El joven también intimidaba con su físico. Era alto, cabello oscuro que le daba un aspecto de rudeza adicional, ojos azules de mirada profunda y en comparación a los otros tres hombres que superaban los cincuenta y ya tenían el pelo algo entrecano, parecía un atleta de alto rendimiento.
Al jefe no le gustaban que su equipo tuviera esos excesivos tiempos de descanso. Sabía todo lo que pasaba en la agencia de sobra, de hecho, tenía montado en su escritorio un cuidadoso sistema de vigilancia de cada una de las salas del lugar, así que dejaba que se reunieran un poco, de tanto en tanto, pero siempre que todo fuera acompañado por buenos resultados, cosa que parecían no suceder por esos días.
--Les recuerdo que debemos resolver algún otro caso antes que termine el mes. Ya no puedo tolerar esta falta de compromiso de ninguno de ustedes, o se creen que estamos en una agencia de investigaciones secreta solo porque el gobierno no sabe en que gastar el dinero de su presupuesto de defensa --irrumpió con actitud desafiante y mirando especialmente a Mary y Agnes. Ambas se levantaron en milésimas de segundos al saberse en falta.
--Qué les dije, el jefe hoy se las trae. Apenas lo vi entrar, sabía que íbamos a tener un día complicado --murmuró Peter a John, aun sabiendo que si lo escuchaban podía tener consecuencias.
--En media hora reunión de emergencia. Quiero a cada uno de ustedes con el detalle y avances de lo que han hecho en estas semanas. ¡Vamos que esto no es un club de veraneo! --pareció no importarle la resolución del caso "Presblers", el mayor de la historia y dio a entender que se venía una revisión de las actuaciones de cada uno de ellos.
Los cinco se apresuraron y comenzaron a mover expedientes. Peter fue el primero en sacar carpetas de color azul, Michael estaba demorado porque no podía destrabar su cajonera, John pasaba hojas de un expediente a otro, Mary cerró su cajón y se escuchó el pitido dando a entender que ya había sido bloqueado el sistema de seguridad y Agnes recién estaba acomodándose en la silla. Ámbar por el contrario ya hacia un buen rato que estaba en su lugar y miró la escena en forma descuidada, se detuvo un segundo en Peter, que era con el que más empatía sentía buscando una explicación a lo ya obvio para ese momento.
La rutina de seguridad era abrumadora, no podían dejar ningún papel fuera de los cajones que estaban bloqueados con un delicado dispositivo de seguridad que solo podía destrabar cada usuario con su huella dactilar. Lo mismo que cada una de las Laptops o cualquier elemento que pudiera tener información. No les estaba permitido compartir todos los datos entre ellos.
--Dinos que has logrado algo más esta semana, solo tú puedes salvarnos de esta --Peter colocó sus dos palmas enfrentadas bajo su barbilla, suplicándole a la muchacha un as bajo la manga y exagerando la modulación de su boca para que pudiera captar el lenguaje desde la distancia.
No estaba equivocado, si alguien podía hacerlo, esa era Ámbar. Tal como venía sucediendo en los últimos días, parecía que era la de más años de experiencia. Definitivamente no era un golpe de suerte, o mejor dicho varios; a su talento natural se le sumaban muchas horas de completa dedicación.
Un capítulo aparte merecía la máxima autoridad del lugar: «el jefe»; él era diferente al resto y por eso estaba a cargo. Su nivel de exigencia era infinito, pero primero lo era consigo mismo, de ahí que se creía con todo el derecho para exigirles a los demás la misma entrega. Sabía los recursos con los que contaba y se sentía a gusto con ellos, solo le parecía que eran un poco lentos para estos tiempos tan difíciles que les tocaba vivir, además era de