La tercera es la corriente marxista que se inicia con los esfuerzos de Marx y Engels por descubrir la génesis del capitalismo y los rasgos que lo distinguen de las sociedades que lo precedieron. Estas tesis son retomadas por numerosos investigadores y culminan con las contribuciones contemporáneas al tema que nos ocupa de Pedro Carrasco, Maurice Godelier, Ángel Palerm, Marshall Sahlins, Eric Wolf y muchos más. Dejemos hablar a Marx mismo, que en un texto extraordinario resume las características de lo que más tarde se llamaría materialismo histórico:
El resultado general a que llegué y que, una vez obtenido, sirvió de hilo conductor a mis estudios, puede resumirse así: en la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción, que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la con ciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia. Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad chocan con las relaciones de producción existentes, o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre así una época de revolución social. Al cambiar la base económica, se revoluciona, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella. [...] A grandes rasgos, podemos designar como otras tantas épocas de progreso, en la formación económica de la sociedad, el modo de producción asiático, el antiguo, el feudal y el moderno burgués (Marx y Engels, 1955: 1: 373 -374 ).
En adelante recurriremos con frecuencia a los conceptos desarrollados por las últimas dos corrientes para organizar nuestra exposición. Pese a grandes diferencias, comparten tesis importantes que, en el estudio de las sociedades precapitalistas, les otorgan un carácter complementario. La solución no es renunciar a una de ellas en busca de un monismo estéril, sino aceptar que cada una contiene aportaciones importantes y aplicarla a los temas y casos que explica mejor. En cuanto a la primera, no compartimos su enfoque.
CONCEPTOS ORGANIZADORES
El larguísimo periodo que va desde el año 21000 a. C., edad de los restos más antiguos encontrados en México, hasta 1519 d.C., sólo puede estudiarse como historia con ayuda de conceptos organizadores y de esquemas de periodización que permitan agrupar los hechos dispersos, catalogarlos, ordenarlos, compararlos y, eventualmente, interpretarlos. Estos conceptos y esquemas, como se verá, son muy diferentes de los que se aplican a la historia de los últimos cinco siglos, pero en los últimos años se han multiplicado esfuerzos para restablecer la unidad entre historia antigua y moderna y la aspiración a una economía política que abarque a toda la historia de la humanidad.
Uno de los conceptos organizadores más utilizados es el de cultura. Mientras los animales sobreviven adaptándose biológicamente, el hombre, cuyas peregrinaciones lo llevan tanto a las junglas del sur de México como a los picos nevados de los Andes, vence los obstáculos creando cultura. Produce utensilios, instrumentos y armas; construye viviendas y ciudades; renueva sus métodos de caza y recolección; inventa lenguas y religiones, códigos morales y leyes; se expresa artísticamente y construye patrones de parentesco e instituciones políticas. Los antropólogos han debatido encarnizadamente acerca de la definición del concepto. Uno de ellos elaboró un listado de más de 300 definiciones diferentes. No es éste el lugar adecuado para participar en la discusión, pero debemos aclarar que cuando en el futuro hablemos de "cultura" nos referiremos al conjunto de las obras del hombre, espirituales y materiales, desde sus creencias religiosas hasta sus modos de pescar o sus instrumentos de labranza. Entre los diferentes elementos que conforman la cultura existe una relación establecida y un sistema de jerarquización que no es igual o inmutable en todos los casos. Todo individuo nace y muere en el seno de una cultura que lo trasciende. Naturalmente, las culturas cambian, pero a un ritmo que nada tiene que ver con la vida del individuo (Harris, 1978: 301-324).
El término será utilizado en sentidos diferentes, de acuerdo con la época y el nivel de nuestros conocimientos. Hablaremos por ejemplo de la cultura de los cazadores-recolectoras para destacar la relación orgánica que existe entre los diferentes aspectos de la vida propia en una etapa del desarrollo humano y los lazos que unen a los cazadores-recolectoras del pasado y el presente en sus expresiones locales, desde las zonas árticas de los esquimales hasta el corazón del África de los pigmeos. En otras ocasiones nos referiremos a pueblos determinados, como la cultura mexica, y al final la utilizaremos para designar estilos y formas de producir utensilios, cerámica, templos y arte que asociamos por su semejanza, sin saber si fueron producidos por uno o varios pueblos, como la cultura olmeca. Nos ocuparemos casi exclusivamente de un aspecto de la cultura, la economía, pero como hemos visto, en la historia antigua ésta no puede ser separada de aquélla, por lo cual se torna frecuentemente el estudio de lo "económico" en otros aspectos de la vida.
Otro término que se empleará con frecuencia será el de civilización, sin sentido peyorativo alguno hacia formas de vida anteriores. Con él nos referiremos a sociedades complejas caracterizadas por el Estado, la separación de la ciudad del campo, la agricultura sustentada en el riego, la estratificación, el desarrollo de la división y especialización del trabajo, la existencia de mercados y de comercio local y a distancia. A eso deberán sumarse la aparición de la escritura y el florecimiento de expresiones artísticas, religiosas y ceremoniales complejas (véase Sabloff, 1974). Hoy día se prefiere el concepto "sociedades complejas" que tiene menos resabios ideológicos pero carece de dimensión rupturista clara.
A diferencia de lo que sucede con muchos de los pueblos aborígenes del continente americano, vistos en conjunto, los habitantes de Mesoamérica transitaron por todos los niveles del desarrollo prehistórico y antiguo. La historia económica de la Antigüedad mexicana puede abordar el estudio de tres tipos de sociedades con todas las formas transicionales que les son propias: cazadores-recolectoras, agricultores igualitarios y civilizaciones despótico-tributarias. Estas formaciones sociales representan niveles de desarrollo, pero en la historia de México no conforman peldaños de un progreso lineal para el conjunto de la región que incluye Aridamérica y Oasisamérica ni para cada uno de los pueblos individuales. Hasta 7000 a.C., el panorama es bastante homogéneo. Todos los grupos que recorren nuestro territorio pertenecen a la gran familia de cazadores-recolectoras que, pese a las diferencias, comparten los rasgos principales de la condición. A partir de entonces, la diferenciación se apodera de la escena. Mientras algunos pueblos adoptan la agricultura, otros persisten en su nomadismo. Y a partir del año 1000 a.C. el abigarramiento se vuelve extremo. En algunas zonas surgen civilizaciones complejas y en otras los pueblos preservan sus tradiciones "primitivas" hasta la llegada de los españoles e incluso hasta finales del siglo XIX (Sanderson, 1995: 4-5 ; Wolf, 1982: 76). Entre estos dos extremos la diversidad de culturas imperante es prácticamente ilimitada. La vanidad de pretender establecer una periodización única o un esquema lineal para todos se materializa en la historia de los mexicas que dos mil años después del surgimiento de la cultura olmeca son un pueblo seminómada que combina caza, pesca y recolección con una agricultura incipiente y que desde berras chichimecas va llegando apenas al opulento Valle de México cuyos pueblos han vivido ya su periodo de máximo esplendor clásico. A su llegada, los mexicas formaban un cacicazgo con una estratificación social incipiente mientras que los pueblos del Valle se encontraban en un estadio que Marx llamó modo de producción asiático y Eric Wolf, modo de producción tributario.
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