Como quedará claro en las siguientes páginas, creo que hay mucho que ganar con la labor de la “teología de recuperación” y la veo como interlocutor natural y compatriota de la teología analítica. Me gustaría fomentar que se trabaje más en la intersección de la teología analítica y las teologías de recuperación, pero no hay nada en la teología analítica como tal que le exija adherirse a la teología cristiana clásica.
“La teología analítica se basa en la «metafísica de la sustancia»”. Muchas veces, los teólogos desconfían de la teología analítica por su supuesta dependencia de la metafísica de la sustancia. Esta reclamación puede tomar varias formas. A veces se dice que todo el programa analítico es “pre-kantiano” (como en la crítica que Kenneth Surin hace de la obra de David Brown diciendo que está “muy pasada de moda” y que es “pre-kantiana”).52 Es decir, los críticos se quejan de que la teología analítica avanza ignorando alegre, y quizás voluntariamente, el “hecho” de que Kant socavó todo el programa destruyendo la posibilidad misma de llevarlo a cabo. Hay dos afirmaciones importantes que parecen conjugarse con esta crítica: la primera, que Kant hizo algo que hace imposible la teología analítica; y la segunda, que los teólogos analíticos desconocen lo que hizo Kant. Pero las dos afirmaciones plantean problemas. La segunda es simplemente equivocada, y muchos son los que contradicen con fuerza la primera. Como apunta Nicholas Wolterstorff, es mucho más probable que la generación actual de teólogos analíticos sea más “post-kantiana” que “pre-kantiana”. Como él dice, “en realidad uno puede ser post-kantiano. Podemos recuperarnos de Kant. Las posibilidades no se agotan siendo pre-kantiano de modo simplista, por un lado, o siendo un kantiano de uno u otro tipo, por el otro”.53 Hay, argumenta Wolterstorff, filósofos que son plenamente conscientes del “universalismo interpretativo kantiano a la vez que son plenamente conscientes del anti-realismo metafísico (kantiano); pero que después de analizarlo seriamente, han rechazado estas opciones por ser insostenibles”.54 Muchos teólogos analíticos conocen muy bien la obra de Kant (y las muchas cosas que se dicen sobre su obra), pero no creen que él haya hecho nada para derribar el tipo de trabajo que ellos están realizando. Como lo expresa Plantinga, “lo han leído, pero siguen sin estar convencidos”.55
Pero, independientemente de Kant, la teología analítica es a veces criticada y rechazada por ser dependiente de la “metafísica de la sustancia”. Por desgracia, lo que los teólogos críticos tienen exactamente en su punto de mira cuando hablan de metafísica de la sustancia suele carecer de claridad y de definición precisa. Con frecuencia, la queja tiene mucho que ver con el rechazo de doctrinas relacionadas con el “teísmo clásico”; la inmutabilidad, la impasibilidad, la atemporalidad y otras doctrinas consideradas insostenibles y que, al estar ligadas a la metafísica de la sustancia, pues tanto peor para la metafísica de la sustancia. William P. Alston ha analizado hábilmente esta queja argumentando que la metafísica de la sustancia no tiene nada que ver. Lo que él dice sobre la metafísica de la sustancia en los debates acerca de la doctrina de la Trinidad tiene una aplicación más amplia: “cuando entendamos lo que incluye, y lo que no incluye necesariamente la metafísica de la sustancia, veremos que la mayoría de las objeciones del siglo XX a la utilización de la metafísica de la sustancia [...] se basan en características de sus formulaciones que la metafísica de la sustancia como tal no necesita”.56 Quizás sea intrínsecamente equivocado utilizar la metafísica de la sustancia en teología, y puede que eso perjudique a la teología analítica. Pero antes de poder emitir un juicio así hacen falta más que generalidades y aseveraciones demasiado gastadas. Porque antes de llegar a la conclusión de que la teología analítica está viciada de raíz debido a su dependencia de la metafísica de la sustancia, tenemos que saber exactamente qué se entiende por metafísica de la sustancia, y se nos debe mostrar dónde está el error en lo que respecta a la metafísica de la sustancia (ya sea filosófica o teológicamente) y estar seguros de que la teología analítica realmente está –o tiene que estar– comprometida con este tipo de metafísica. Sin un análisis cuidadoso y una argumentación rigurosa, es difícil ver algo aquí que pueda considerarse una objeción poderosa contra la teología analítica.
“La teología analítica no edifica espiritualmente”. William Wood dice que “muchos teólogos convencionales siguen sintiendo una profunda desconfianza de la teología analítica” preocupados porque la teología analítica no es espiritualmente edificante. Según ven las cosas estos teólogos, “la verdadera teología es, en primer lugar, práctica: no se trata de elaborar teorías explicativas acerca de Dios, sino de fomentar un mayor amor a Dios y al prójimo. La verdadera teología, en resumen, es praxis, profundamente entretejida con una vida cristiana de oración, de virtud y de participación en los sacramentos”.57 El problema básico es que, cuando los teólogos tradicionales consideran la teología analítica, no son capaces de reconocer en ella el tipo de teología práctica que ellos valoran. En vez de eso ven supuestas teorías explicativas -meras teorías supuestamente explicativas. Algunas veces estas explicaciones parecen estar bien lejos de una vida de fe. De hecho, ven fórmulas como estas (escogidas casi al azar entre muchas otras):
P: ∃x (Dx & ∀y (Dy => Byx) & x nos hizo;
Q: ∃x (Dx & ∀y (Dy => Byx)).58
Para algunos teólogos esto no es en absoluto teología. Y si acaso están dispuestos a reconocer que es teología, suelen inquietarse porque no ven que sea el tipo de teología que fomenta el amor a Dios y al prójimo; les preocupa no ver que sea una teología que tenga que ver con la vida de fe. Como dice Wood, les preocupa que “la teología analítica sea espiritualmente estéril y que, por tanto, no sea en realidad una forma de verdadera teología”.59
Creo que esta crítica es importante y plantea algunas cuestiones muy interesantes. Pero como Wood también señala, sería un “error, y además una fatuidad, suponer que la teología filosófica analítica no pueda ser, en principio, espiritualmente edificante”.60 Hay que destacar tres puntos. Primero, es importante reconocer que la tentación de construir teorías explicativas sobre Dios divorciadas de la adoración, y el cambio de vida, existe, y es real y nefasto.61 La tentación acosa a los teólogos de todas las tendencias, sean analíticos o no. No creo que los teólogos analíticos sean los únicos teólogos que se enfrentan a esta tentación. Por el contrario, la idolatría no respeta ideologías. Pero se la puede vencer, –por la gracia de Dios– se le puede oponer resistencia.
Como Wood nos recuerda, “después de todo, el amor de Dios también llueve sobre los lógicos”.62 En segundo lugar, hay una buena razón para pensar que la teología analítica puede, al contrario de lo que normalmente se espera, resultar espiritualmente edificante. Wood sostiene que la teología analítica puede beneficiar espiritualmente de varias maneras. Explica que la “concentración mental requerida para leer, comprender