Psicología de la virtud. Mark R. McMinn. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Mark R. McMinn
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788417620660
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una cláusula al final: “Come chocolate negro, porque es bueno. Pero no comas demasiado”. Podemos imaginar un versículo como este en los proverbios bíblicos, porque suena a sentido común, ayudándonos a navegar por la vida práctica. Esto es sabiduría convencional.

      Ahora piensa en lo que Jesús podría decir si estuviera hablando del chocolate negro. Puedo imaginar lo que diría sobre esto en su Sermón del Monte: “Habéis oído lo que dice el proverbio «Comed chocolate negro», pero yo os digo que es mejor no comer ninguna clase de chocolate, antes que comer un chocolate que contribuye a la opresión humana»”. En este caso, Jesús estaría respaldando la sabiduría convencional (sigue siendo bueno comer chocolate negro por razones de salud y disfrutar de las buenas cosas de la vida), pero al mismo tiempo, Jesús estaría atacando la mentalidad cultural de este tiempo, siendo claramente consciente y estando profundamente preocupado por los abusos humanos cometidos con la excusa de suministrar chocolate barato a los países industrializados.6

      El profeta Isaías habló de la perspicaz sabiduría de Jesús siglos antes de que apareciera envuelto en pañales, y aunque no dice nada del comercio de chocolate de la actualidad, ciertamente está implícito.

      Y reposará sobre él el Espíritu de Jehová:

      espíritu de sabiduría y de inteligencia,

      espíritu de consejo y de poder,

      espíritu de conocimiento y de temor de Jehová.

      Y le hará entender diligente en el temor de Jehová.

      No juzgará según la vista de sus ojos

      ni resolverá por lo que oigan sus oídos,

      sino que juzgará con justicia a los pobres

      y resolverá con equidad a favor de los mansos de la tierra.

      Herirá la tierra con la vara de su boca

      y con el espíritu de sus labios matará al impío.

      Y será la justicia cinto de sus caderas,

      y la fidelidad ceñirá su cintura (Is 11:2–5).

      Jesús, la imagen perfecta de Dios, es el maestro de la sabiduría crítica. Él no vino para abolir la sabiduría convencional, sino para dinamizarla, para desarrollar los dos mayores mandamientos, amar a Dios y amar al prójimo como a uno mismo, para recordarnos el profundo misterio de la vida, para hacer que volvamos a la reverencia y al temor de Dios cuando tan fácilmente nos conformamos con una religión hecha de creencias conceptuales y listas de normas de conducta que nos hacen sentir más santos que los demás.

      Si queremos llegar a ser sabios, tenemos que estar dispuestos a plantar cara a las corrientes sociales, pero no por ser inconformistas o señalarnos como antisistemas. Se trata de tener el valor moral para hacer lo correcto, amar la misericordia y caminar humildemente con Dios (Miq 6:8), incluso cuando tal cosa signifique cuestionar las prácticas vigentes del momento, como comprar chocolate barato.

      EL TELOS DE LA SABIDURÍA

      Podemos ver un ejemplo de sabiduría crítica analizando la idea del telos en una época en la que el concepto se ha perdido en gran medida. Telos es una palabra griega que hace referencia a un propósito u objetivo final, la visión plena de nuestras capacidades morales y físicas, intenciones y competencias. Si pudiéramos imaginar a un ser humano perfecto viviendo una vida próspera y abundante, eso sería telos. La tendencia es equiparar la plenitud con la opinión popular, la notoriedad o el éxito financiero, pero tales cosas no sirven para entender el telos.

      Tiene más que ver con encontrar el fin natural y predeterminado de lo que significa ser plenamente humano. Una bellota al convertirse en un majestuoso roble encuentra su telos, y un ser humano puede llegar a ser una persona plenamente funcional, mostrando para qué sirven los seres humanos. Para los cristianos, el ejemplo perfecto de telos es Jesús.

      Cuesta bastante mantener el telos definido en medio de una sociedad consumista. Al iniciar mi carrera, critiqué a algunos amigos míos mayores que parecían estar pensando y hablando siempre de la Bolsa. Me parecía cansino frente a mi deseo de cambiar el mundo. Pero ahora, al acercarse mi propio retiro y haber abandonado la esperanza de cambiar demasiado el mundo, me encuentro mirando los saldos de los planes de jubilación y si sube la Bolsa, preguntándome qué tipo de seguridad financiera nos espera. La humilde verdad es que tiendo a hacer lo que la gente de nuestros días hace: pensar en el dinero como mi fuente de seguridad en el futuro y en la vida. Entonces recuerdo las palabras de Santiago: “¡Vamos ahora!, los que decís: «Hoy y mañana iremos a tal ciudad, estaremos allá un año, negociaremos y ganaremos», cuando no sabéis lo que será mañana. Pues ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece” (St 4:13–14). ¿Y si la subida de la Bolsa pasara a un segundo plano y me concentrara en avanzar hacia el cumplimiento de mi telos el tiempo que me queda? Me pregunto cómo sería crecer un 6% cada año hacia la vida plenamente avivada y abundante a la que Jesús me llama.

      La virtud requiere una visión de lo posible, repleta de una profunda comprensión de nuestros propósitos para la vida, seguida del movimiento hacia ese telos. Tal vez deberíamos poner esto en nuestros informes trimestrales en lugar de lo que audazmente llamamos “valor neto”.

      En un mundo que busca dinero como su valor neto, asumimos que la sabiduría se encuentra en saber mucho de negocios, en la astucia, siendo competitivos cuando hace falta, y sabiendo cómo salir adelante. Pero la sabiduría en la economía de Dios se muestra de diferente manera. El libro de Santiago nos da una muestra de este contraste:

      No es esta la sabiduría que desciende de lo alto, sino que es terrenal, animal, diabólica, pues donde hay celos y rivalidad, allí hay perturbación y toda obra perversa. Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz (St 3:15–18).

      Aquí se muestra a una persona plenamente funcional, amante de la paz, amable, que encarna la humildad, llena de misericordia, que le gusta hacer el bien y no hace acepción de personas. Un telos así nos permite entender una visión cristiana de la sabiduría.

      LA SABIDURÍA DE LA PSICOLOGÍA Y LA DE CRISTO, JUNTAS

      El propósito de este libro, y de buena parte de mi carrera, es proponer una especie de cooperación entre la psicología y la iglesia. La psicología puede hablarnos sobre la sabiduría, pero tiene sus límites. El cristianismo esboza la profundidad de la sabiduría, pero aun así podemos beneficiarnos de la psicología para mantener humilde la fe.

      Primero, piensa en algún límite de la psicología y por qué la fe cristiana puede ser de ayuda. La ciencia necesita moderación. Los científicos tomamos un sujeto complicado y lo aislamos para que quede prístino y lo podamos medir. Desgraciadamente, en el proceso a veces cambiamos el sujeto que nos propusimos estudiar primero. Si tomamos algo tan complejo como la sabiduría y eliminamos todos los “contaminantes” religiosos y espirituales de modo que podamos medirla de modo efectivo con personas que pueden ser o no religiosas, ¿será lo que resulte algo que ya no se parezca a la sabiduría en la comunidad de fe? Me temo que también hayamos hecho esto con el perdón, pero dejaré esto para otro capítulo más adelante. La ciencia necesita a la fe para recordarnos por qué esos sujetos que estudiamos son significativos e importantes y para no perder de vista sus ricos matices. En ninguna parte de la literatura científica encuentro que se haga mención de la sabiduría convencional y crítica, sin embargo, parece muy importante para entender plenamente cualquier cosa.

      Pero la fe sola también tiene sus límites. Mucho se dice sobre la sabiduría en las Escrituras y a lo largo de los siglos de pensamiento cristiano, pero parte de ella hay que someterla a prueba para no dar simplemente por bueno lo que se nos ha enseñado sin una evaluación crítica. Así como el apóstol Pablo sugirió que las profecías deben ser probadas y analizadas (1 Ts 5:21), las enseñanzas de la iglesia serán mejores si se someten a examen. Por ejemplo, si preguntamos a diez creyentes