Ha viajado con las empresas que lo contratan por todos los lugares donde perforan. Es lo que se dice un experto reconocido. Acaba de llegar desde Medio Oriente, de Arabia Saudita para ser más precisos. Sufrió un accidente al incendiarse el gas de un pozo a medio hacer. Está consciente, pero tiene la cara, el brazo derecho, una pierna y el pecho con quemaduras muy serias. Seguramente necesitará injertos, pero gracias a Dios, los médicos dicen que sobrevivirá.
Una loca idea pasó por la cabeza del comandante Parker. Su oficio era jugar al ajedrez contra los narcos y muchas veces sus peones morían. Nunca había podido hacer un jaque al rey. Pensó que esa jugada merecía analizarse. Y si fuese posible, ganar una dura partida.
—Traigan el expediente del señor Carreras –ordenó a su asistente ante la sorpresa del teniente Foster y del resto del grupo.
—Todo lo tratado y visto en esta reunión es top secret. Lo repito, tal vez innecesariamente, pero es fundamental el más riguroso secreto de esta investigación. Quizás ese señor Carreras sea una pieza fundamental en este juego... –dijo en voz baja, casi para sí mismo, sin que los demás entendieran los motivos.
Se retiraron del salón de reuniones.
El comandante quedó en su sillón y extrajo su pipa. La acarició y llenó de perfumado tabaco que él mismo preparaba y mezclaba con cognac y otras hierbas.
Comenzó a mecerse rítmicamente. Al ritmo de sus pensamientos... y volvió a mirar sin ver. Volvió al interior de su cerebro. Allí podría encontrar algunas respuestas...
Una cosa es segura. El piloto fue ejecutado con una tecnología casi infalible por un experto que conocía de explosivos algo más que la mayoría. ¿Por qué tanto esmero en no fallar?
Otro dato seguro: el piloto era el Águila. ¿Por qué eliminar al amigo de infancia del Jefe y al mejor piloto de los narcos?
Otro dato seguro: fue ejecutado en su propio avión. Eso encajaba mejor. Los narcos no habían perdido ninguno como pensara al principio.
Todo fue estudiado detalladamente. Matar sin dolor. Matar en forma instantánea. Matar en circunstancias en que la víctima se encontraba feliz, haciendo lo que más le gustaba: volar.
Una ejecución de lujo, como un tiro de gracia a un querido caballo desbarrancado. Una acción obligada por las circunstancias y contraria a la voluntad. Parecía leer un letrero luminoso: “Lo mato así porque lo quiero”. Se sentía el afecto hacia la víctima. Veía claramente la mano letal y poderosa del doctor Ocampo...
Nadie habría osado matar a su amigo sin su consentimiento. De eso sí estaba totalmente seguro.
Capítulo 7
Sede central de la DEA – Miami
EL COMANDANTE Parker había memorizado todos los datos que sus colaboradores le habían aportado, tanto de los laboratorios como del ordenador de la DEA.
Seguía sentado en el extremo de la mesa de roble aún llena de pocillos de café vacíos y algunas colillas de cigarrillo de la reciente reunión. Necesitaba meditar.
Tomó su pipa con ambas manos sobre el pecho y se reclinó mirando al infinito. A su estilo. Viendo qué elaboraba su cerebro. El balanceo rítmico empezó y siguió durante un buen rato, hasta entrar casi en trance.
Estoy entrando a un laberinto... no debo perderme... Para llegar a la salida tengo que mantener mi mano derecha tocando constantemente la pared. Vaya donde vaya. Así nunca me perderé... debo tocar constantemente algo sólido. Algo que sea seguro y confiable.
¿Qué tengo seguro y confiable?
¿Puede ser una treta de los narcos? Totalmente descartado. No hay arenas movedizas...
¿Podría ser una falla humana o del avión y yo estoy viendo visiones? Descartado. El explosivo fue colocado para matar. Es real. Hubo un asesinato.
¿Tengo alguna duda con respecto a la víctima? Tampoco. La identificación ha sido fehaciente. Hasta aquí todo muy sólido.
¿Conozco a su ejecutor?
Por ahora no... Hay indicios contradictorios...
Si mandó al fondo del mar a un piloto, ¿por qué le dejó puesto un anillo nuevo de ochenta mil dólares? Es mucho más lógico que lo dejara en casa hasta la vuelta...
¿Tenía dinero el Águila para esos lujos?
Según nuestros espías, nunca tuvo ni le interesó mucho el dinero. Y menos las joyas... Es muy poco probable que el Águila se haya comprado ese anillo...
Pero, ¿y si no lo compró él? ¿Quién se lo puede haber regalado?
Aquí tengo que pensar dos opciones: la primera, una persona a la que le sobraba el dinero para hacer ese tipo de regalos y... la segunda, alguien que además de eso lo apreciaba mucho. Sería más lógico aún pensar en alguien que cumpliera los dos requisitos juntos...
¿Por qué regalarle un anillo unos días antes de ser ejecutado?...
O la persona que se lo regaló no sabía de esta ejecución, o le concedía el último deseo a un condenado a muerte... Nunca debo cometer la estupidez de subestimar la inteligencia de los narcos... y mucho menos la de Ocampo. Entre hombres no es costumbre hacerse esos regalos. El Águila no era homosexual... Ocampo tampoco…
¿Cuál será la razón...?
Creo que al Águila le hubiese gustado más que esa joya un altímetro o un radar meteorológico moderno...
¿Por qué no le hizo un obsequio de ese tipo?...
Entre los que conozco de sus amistades que pueden darse el lujo de hacer esos regalos están los capos de Cali, de Medellín y el doctor Ocampo...
Entre los tres, el más probable es Ocampo; de los otros no era amigo íntimo...
Otra cosa que me intriga es el polen. Polen de Colombia. Está bien, pero, ¿por qué tiene polen del sudeste asiático? Seguramente porque anduvo por esos sitios hace poco tiempo... Allí se va en avión. Y no de los pequeños. Será fácil rastrearlo.
Debo investigar las partes no sólidas de este laberinto:
¿Estuvo el Águila por el sudeste asiático? Si estuvo, ¿qué lugares recorrió?
¿Compraron el anillo en ese viaje? Si lo hicieron, ¿en qué joyería?
Eso será fácil. Los buenos brillantes no se venden en los mercados de pulgas...
¿Quién pagó los ochenta mil dólares?
Seguramente usó tarjeta de crédito para millonarios o cheques bancarios. Nadie lleva esa cantidad en los bolsillos.
Rastrearemos esos dos caminos...
Si como pienso, fue muerto por saber algo o conocer a alguien muy importante, debe ser un sapo de otro pozo. Entre los narcos todos son conocidos y un piloto es respetado. Tiene lo que diríamos “status propio”.
Debo averiguar qué personajes importantes y foráneos anduvieron por los mismos caminos que el Águila en las últimas semanas. Sobre todo por el sudeste asiático. Si fue el Águila, seguramente también iría el doctor Ocampo. ¿Con qué nombre habrá viajado esta vez?
Si fue Ocampo, es seguro que el viaje fue de negocios. Y para hacer negocios hacen falta dos. ¿Quién es el otro? Pareciera que ese otro es el sapo de otro pozo que buscaba. Quizás allí esté la puerta de salida del laberinto.
Mi principal sospechoso es el doctor Ocampo. Averiguaré cómo andaban las relaciones con el Águila y cómo quedó después de su desaparición.
El comandante repartió instrucciones a sus colaboradores. Debían encontrar respuestas a cada una de sus dudas. Les entregó una lista de interrogantes con cuya solución trataría de solidificar las paredes del laberinto...
Al cabo de dos días tenía las respuestas.