En el caso de la Alianza del Pacífico, es claro que su opción por el regionalismo abierto implica una política de inserción de sus países en el mercado mundial. Incluso, uno de los objetivos de la Alianza es convertirse en una plataforma para la inserción en el mercado asiático. Tras la creación de la figura de miembro asociado, en 2018, la Alianza ha iniciado negociaciones, ya de forma colectiva, con Canadá, Australia, Singapur y Nueva Zelandia, y un segundo proceso con Corea del Sur y Ecuador. Al margen de esta negociación con los asociados, la búsqueda de una mayor inserción internacional la han promovido los países de la Alianza por vía bilateral a través de la firma de tlc con los principales socios extrarregionales: Estados Unidos, la ue y algunos países del Asia Pacífico. Los tlc con Estados Unidos han sido particularmente relevantes, porque parecería que para algunos países el mercado estadounidense es más relevante que el de sus socios latinoamericanos; por ello, más allá de la cooperación mutua como socios de la Alianza del Pacífico, no parece existir un excesivo entusiasmo en la convergencia con otros bloques de la región. Incluso, la convergencia con el Mercosur es visto con ciertas reservas por agentes del sector empresarial.
Si se analizan las posiciones de los países de la Alianza, se puede observar la importancia de las relaciones extrarregionales en comparación con las intralatinoamericanas. En el caso de Colombia, existe una relación estratégica con Estados Unidos que no se limita a lo comercial, sino también a lo político y temas de seguridad. Esta relación estratégica se intensificó durante los gobiernos de Álvaro Uribe (2000-2010), se mantuvo durante los gobiernos de Juan Manuel Santos (2010-2018) y se fortalece en la gestión de Iván Duque (2018-fecha actual). Esta relación especial con Estados Unidos se intensificó con la participación de este país en el conflicto interno de Colombia, lo que Arlene Tickner describió como “intervención por invitación” (Tickner, 2007), lo que significó un alineamiento casi absoluto de Colombia con las posiciones de Estados Unidos, al punto de que Uribe aprobó la participación de tropas colombianas en la II Guerra del Golfo. También se manifestó en la estrategia de integración económica, en la cual Estados Unidos tuvo un lugar primario; expresión de ello fue la firma del tlc con Estados Unidos, en 2006, a pesar de la fuerte oposición de algunos sectores colombianos. Es cierto que Colombia ha apoyado fuertemente la Alianza del Pacífico y mantiene su compromiso con la can, no obstante, Estados Unidos es visto como un socio clave.
Todo lo expuesto también es válido para México. Rodríguez Añuez y Pardo Lallande (2016, pp. 13-14) señalan que la narrativa mexicana sobre América Latina es de que se tratan de países hermanos con valores culturales compartidos, naciones con una identidad común a la de México, en las cuales este país está llamado a ejercer un liderazgo y que de alguna manera es una zona de influencia. Sin embargo, a pesar de esta retórica, América Latina ha tenido un lugar secundario en la política exterior de México y en materia de integración comercial su prioridad ha sido Estados Unidos y el Tlcan, transformado en t-mec, en 2018.
En el caso de Chile y Perú, ambos países han optado por una estrategia de inserción global, por lo tanto, han promovido acuerdos comerciales con diversas regiones del mundo, sin privilegiar a ninguno de ellos. Ejemplo de ello es que ambos países tienen acuerdos suscritos con Estados Unidos y China.
En el caso del Mercosur, en cambio, el interés en la firma de acuerdos comerciales con actores extrarregionales ha sido mucho menor. En el periodo poshegemónico, el Mercosur apenas firmó un acuerdo de preferencias comerciales con la Unión Aduanera de África del Sur (sacu), en 2008, y con India, en 2009, como también un tratado de libre comercio con Palestina, en 2011, lo que fue criticado por los gobiernos de centro derecha que asumieron el poder desde 2015. Estos otorgaron prioridad a la reactivación de las negociaciones del Acuerdo de Asociación Estratégica con la ue, las cuales, finalmente, concluyeron en 2018, aunque está aún pendiente la ratificación por la ue y los parlamentos de los países del Mercosur. Sin embargo, a pesar de la crítica al periodo poshegemónico, el bloque no avanzó en la firma de acuerdo con actores cruciales como Estados Unidos y China.
Esto obedeció a las distintas posiciones que existían entre los socios del bloque. En octubre de 2016, el Ministro de Producción argentino, Francisco Cabrera, anunció que el gobierno de Macri quería lograr un acuerdo comercial con Estados Unidos (Gaceta Mercantil, 25 de octubre de 2016). Durante su visita a Buenos Aires en 2016, en una rueda de prensa, Obama señaló que ambos países iban a identificar las áreas donde existían barreras que impedían el intercambio y, aseveró que, después podrían “elaborar un acuerdo de libre comercio” (Torino, 2016).
En el caso de Brasil, el Ministro de Desarrollo, Industria y Comercio Exterior durante los estertores del gobierno de Dilma Rousseff, Armando Monteiro, señaló que la firma de un tlc con Estados Unidos era una aspiración de Brasil (Trevisan y Monteiro, 2015). Ya durante el gobierno Temer, la Confederación Nacional de la Industria (cni), la Cámara Americana de Comercio Brasil-Estados Unidos (AmCham)y la Cámara de Comercio de Estados Unidos presentaron el documento Brazil and The United States: A Roadmap to an Enhanced Economic Partnership. En el documento se apoyaba “el inicio de negociaciones de un acuerdo bilateral de libre comercio comenzando en 2017, las cuales buscan concluir un acuerdo ambicioso y balanceado de la forma más expedita que sea posible” (cni, Amcham Brasil, us Chamber of Commerce, 2016, p. 9). Ya antes, en 2014, la Federación de Industrias del Estado de San Pablo (Fiesp), publicó lo que denominó un Documento de Posição, titulado Propostas de integração externa da indústria – 2014, en el cual, de forma expresa, proponía “realizar estudos de viabilidade de um acordo comercial que contribua para a modernização do setor industrial brasileiro e para uma maior integração entre os dois países [Estados Unidos-Brasil]” (Fiesp, 2014, p. 1).
Sin embargo, ni Argentina ni Brasil pueden negociar unilateralmente un tlc con Estados Unidos, pues las normas regionales obligan a negociar como bloque. Esta fue, finalmente, la posición adoptada por Argentina, como lo señaló la ex-canciller Susana Malcorra durante la vista de Obama: “No ha estado en ningún momento la discusión sobre un Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos, porque el inicio de una conversación de esas características tiene que pasar por el Mercosur, de forma conjunta” (Página 12, 2016).
En la actualidad, existe un reto de sectores económicos brasileños a esa política, ya que, en el caso de la propuesta de un tlc con Estados Unidos, en el documento Roadmap, arriba citado, se señala:
Brasil debería realizar consultas con los miembros del Mercosur en lo que se refiere al lanzamiento de negociaciones con Estados Unidos. Si los miembros del Mercosur no están listos para incorporarse a esta iniciativa, Brasil debe buscar soluciones pragmáticas para proceder con el lanzamiento de las negociaciones, incluyendo, pero no limitándose a solicitar un waiver [permiso] al Mercosur. (cni, Amcham Brasil, us Chamber of Commerce, 2016, p. 18)
Esta es la posición del gobierno de Bolsonaro, que no ha escondido su interés en la firma de un tlc con Estados Unidos y ha planteado la flexibilización del Mercosur para convertirlo en una zona de libre comercio, lo que implicaría eliminar la obligación de negociar como bloque.
También en el Mercosur se ha discutido la posibilidad de un acuerdo con China. La iniciativa nació en una cumbre virtual de los presidentes del Mercosur que se realizó cuando el Primer Ministro de China, Wen Jiabao, visitó Argentina en 2012. En la Declaración Conjunta de la República Popular China y el Mercosur sobre el Fortalecimiento de la Cooperación Económica y Comercial, firmada en Buenos Aires el 28 de junio de 2012, se aseveró que:
[…] la República Popular China (“China”) y el Mercado Común del Sur (Mercosur) destacan el importante papel que desempeña la cooperación económica y comercial entre China y el Mercosur en el impulso del desarrollo de las respectivas economías y, con el deseo de consolidar su vínculo económico y comercial, se comprometen a profundizar y fortalecer su colaboración sobre la base del beneficio mutuo. (Declaración Conjunta, 2012)
La propuesta se reactivó en 2016, cuando durante una visita a China, el presidente de Uruguay, Tabaré Vásquez, manifestó