Dentro de esta referencia conceptual, dos posiciones marcadas sobresalen. La primera se sustenta en la capacidad que tiene la política económica de cada país para hacer que sus indicadores macroeconómicos y el nivel de bienestar de su población converjan hacia el de sus vecinos. En este contexto resulta necesario el diseño y la implementación de políticas económicas regionales que protejan el conjunto de países de los eventos externos que pueden perturbar su estabilidad.
La segunda demuestra cómo la interacción y el uso de lineamientos de política económica regional permiten el logro de objetivos individuales relacionados con el crecimiento de la economía, el aumento del empleo, la reducción de la desigualdad y el impulso a la industrialización. En otras palabras, la política económica común para los países de una región garantiza la convergencia de las economías y facilita el logro de metas individuales.
De ambas posiciones se destaca la necesidad de reducir, mediante decisiones nacionales o regionales, las dificultades que limitan cualquier proceso de convergencia de políticas económicas. Al respecto, se reconocen como problemas (Collington, 1999; Jacobo, 2001; Tassara, 2018): a) gobiernos con posiciones cooperativas no creíbles, es decir, que en cualquier momento incumplen los compromisos acordados; b) gobiernos con diferentes posiciones acerca de la forma como evoluciona la economía; c) marcadas diferencias en los objetivos de política económica doméstica; d) altos niveles de fragmentación e incoherencia acerca de los efectos recíprocos de converger; y e) distintas restricciones políticas y constitucionales entre países.
Más allá del componente teórico, la referencia empírica de un proceso de integración avanzado, en el que se ha evidenciado cooperación, coordinación y convergencia económica, sigue siendo la Unión Económica y Monetaria Europea, en comparación con otros acuerdos de integración en el mundo que solo han logrado, en mayor o menor medida, distintos niveles de cooperación política, económica y social. Mediante los esfuerzos de cooperación, los países reducen sus diferencias y avanzan hacia la coordinación de políticas públicas; expresadas en un arancel externo común con respecto al resto del mundo o con una política monetaria regional, entre otras políticas económicas. Por lo tanto, la cooperación se percibe como preámbulo a la coordinación entre países.
Por otra parte, la convergencia económica se asocia con la capacidad de un conjunto de países para avanzar, de manera automática o mediante acuerdos, hacia indicadores macroeconómicos comunes, iguales estructuras productivas y similares niveles de vida. Equivale a la consolidación del mayor nivel de bienestar posible derivado de un proceso de integración regional. Meta a la que aspiran las naciones que, integradas, comparten territorio, cultura y niveles de desarrollo.
En Latinoamérica, la convergencia se asocia con: a) el papel que representan las organizaciones multilaterales en la región, b) la evaluación de los grados de similitud y diferencia entre países, y c) el objetivo de las economías agrupadas en acuerdos de integración comercial. En cada ámbito se reconoce la importancia de converger como garantía para aumentar las ganancias del comercio internacional, incrementar las bondades de la libre movilidad de factores, reducir la vulnerabilidad de las economías a shocks externos, controlar los movimientos de corto plazo en precio y cantidades, y asegurar una mejor posición de la región en el contexto internacional, tanto en foros multilaterales como en organismos de financiamiento.
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