Pertinencia y convergencia de la integración latinoamericana en un contexto de cambios mundiales. José Briceño Ruiz. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: José Briceño Ruiz
Издательство: Bookwire
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Жанр произведения: Путеводители
Год издания: 0
isbn: 9789587602364
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la posibilidad tanto de firmar el tlc bilateral con Uruguay como firmar el tlc con Mercosur en su conjunto” (Natalevich, 2018). Vásquez firmó un Acuerdo de Alianza Estratégica con China, con la meta de transformar ese acuerdo en un tlc.

      La respuesta de los socios del Mercosur no se hizo esperar: Brasil se opuso a la idea de firmar un acuerdo comercial con China y le advirtió a Uruguay que, con base en la normativa existente, no podía hacerlo de forma unilateral. Argentina, aunque no se opuso a una negociación con China, consideraba que esta se debe realizar en el marco del Mercosur. Según el diario El País de Montevideo

      […] el presidente argentino, Mauricio Macri, no fue tajante en el sentido de que Uruguay vaya a tener vía libre para cerrar un acuerdo así con China. Y la primera reacción de altos funcionarios de la Cancillería brasileña fue que “Uruguay va a tener que elegir” entre el Mercosur y un acuerdo con la potencia asiática. (El País, 21 de octubre de 2016)

      De nuevo, se acudió a la resolución la decisión n.° 32/00, que en su artículo 1.° acuerda “reafirmar el compromiso de los Estados Partes del Mercosur de negociar en forma conjunta acuerdos de naturaleza comercial con terceros países o agrupaciones de países extrazona en los cuales se otorguen preferencias arancelarias” (Mercosur/cmc/dec n.° 32/00, art. 1.°). El caso de Paraguay es distinto, ya que reconoce a Taiwán y, por lo tanto, no puede favorecer un acuerdo con China. En consecuencia, Paraguay suscribió un Acuerdo de Cooperación con Taipéi en julio de 2017. En el acuerdo, Taiwán le otorga a Paraguay preferencias en 54 productos, que se perfeccionarán en un periodo de 6 años y se acordó un régimen de origen. Paraguay, por su parte, otorgó preferencias en 19 productos sin definir un nivel de acceso específico, ni establecer un cronograma de desgravación comercial. Estas preferencias se otorgaron en el marco del régimen excepcional previsto en el Mercosur desde 2003 que permite incluir una lista de 649 líneas de la Nomenclatura Común del Mercosur en niveles distintos al arancel externo del proceso de integración (Bartesaghi, 2017).

      Se observa, entonces, que el Mercosur, incluso tras el retorno de gobiernos de centroderecha, no se ha caracterizado por una sólida red de interacciones extrarregionales y, en parte, esto obedece a la reticencia de los países del bloque a firmar normas omc plus y omc extra que Estados Unidos exige que sean incluidas en sus tlc.

      En cambio, el alba ha rechazado cualquier forma de acuerdo comercial con países fuera de la región; esto se entiende por la forma como sus países conciben sus relaciones con el mundo. En el caso de Venezuela se produjo un giro en su política hacia América Latina con un claro sesgo contrahegemónico; al respecto, sus pilares iniciales de la política exterior del chavismo eran: 1) la construcción de un mundo multipolar; 2) la lucha contra el neoliberalismo, 3) la integración bolivariana, y 4) la cooperación sur-sur. Los dos primeros objetivos fueron posteriormente modificados: la construcción del mundo multipolar se convirtió en antiimperialismo y la crítica al neoliberalismo se transformó en anticapitalismo (Briceño Ruiz, 2006); se trataba de metas que claramente buscaban subvertir el orden global y sustituirlo por uno nuevo. En esa estrategia la región latinoamericana desempeñaba un papel crucial y las potencias extrarregionales eran vistas como adversarias.

      En el caso de Bolivia, en la era de Evo Morales, Bolivia adoptó una política exterior que se orientó en principios como el indigenismo, el anticapitalismo y el antiimperialismo. También planteó un rescate a la soberanía, que se argumentaba había sido debilitada por la creciente injerencia extranjera en los asuntos bolivianos, lo que se materializó en las palabras de Morales: “queremos socios, no patrones” (Canelas, Verdes-Montenegro Escánez, 2011, p. 240).

      Finalmente, en el caso de Cuba, el inicio del nuevo milenio marcó la continuidad de la política adoptada luego del colapso de la Unión Soviética. Se aceptaba realizar tenues reformas económicas, una apertura a la inversión extranjera, especialmente en el sector turístico, pero sin aceptar en forma alguna cambios en el sistema político que implicase la pérdida del poder del grupo gobernante desde 1958. En ese contexto, siguieron siendo claves la estrategia de acusar a las políticas de Washington como elemento para fortalecer el nacionalismo interno y forjar una alianza internacional en defensa de la revolución (Domínguez, 2003, p. 525). La relación parecía mantener su lógica tradicional, hasta que el 17 de diciembre de 2014, de forma simultánea, Barack Obama y Raúl Castro anunciaron la realización de reuniones secretas que tenían como fin normalizar las relaciones entre los dos países. También se aprobó incrementar los vuelos entre ambos países, las inversiones y la autorización de envío de remesas a Cuba. Sin embargo, las sanciones económicas, que el gobierno cubano describe como bloqueo, no fue suspendido, pues le corresponde hacerlo al congreso, dominado por la oposición republicana. Lo cierto es que el acercamiento fue muy bien recibido en la región, pero el triunfo de Donald Trump en 2017, en las elecciones estadounidenses, trajo consigo su retroceso. En ese contexto, las relaciones comerciales más cercanas entre los países del alba y Estados Unidos son simplemente improbables.

      Existe, entonces, una diversidad de patrones de interacción comercial de los bloques latinoamericanos con el mundo. Algunos han optado por privilegiar su inserción en el mundo, como la Alianza, otros han sido muy cautelosos, como el Mercosur, y otros simplemente lo rechazan, como el alba. Estos aspectos dificultan la convergencia, pues mientras más profunda es la red de relaciones extrarregionales más intensa es la desgravación comercial regional y mayor es el número de normas omc plus y omc extra, como sucede en la Alianza del Pacífico. Este es un factor que hace que la convergencia entre la Alianza y el Mercosur sea difícil, más allá de lo arancelario; es decir, el Mercosur tendría que adoptar normas omc plus y extra, pero antes de hacerlo en el plano bilateral de la Alianza, tendría que hacerlo con las potencias extrarregionales en el marco de tlc. Caso contrario, estaría aprobando, por ejemplo, normas sobre servicio o inversiones en el nivel bilateral Mercosur-Alianza, lo cual, debido al principio de Trato Nacional y no discriminación, debería extenderse a terceros. Si esto fuese así, los países del Mercosur deberían otorgar preferencias a terceros extrarregionales sin la contraprestación de tener un mayor acceso a sus mercados. Por ello, requieren firmar tlc, pero aún con el interés de Bolsonaro en flexibilizar las normas del Mercosur y firmar tlc con el resto del mundo, esta no parece que sea es la posición de Fernández.

      Conclusiones

      En este capítulo se evidencia que, aunque la convergencia pueda ser considerada una estrategia adecuada para tratar con la subrregionalización en América Latina, este ha sido un problema que ha tenido la integración económica en esta parte del mundo desde la década del noventa, pero se agravó en el periodo poshegemónico. Mientras en la era del regionalismo abierto, los bloques regionales compartían un enfoque de la integración económica que la concebía como un instrumento para la apertura, en la época del regionalismo poshegemónico coexistieron diversos modelos de integración que orientaron la Alianza del Pacífico, el Mercosur y el alba. En este capítulo se analizó cómo esta diversidad de modelos de integración económica es un obstáculo que no facilita la convergencia de los diversos bloques regionales. En particular, la decisión de adoptar normas omc plus y omc extra es un factor que diferencia al Mercosur y la Alianza del Pacífico, pues mientras este último sí las ha adoptado, el primero las ha rechazado. La languideciente alba, un proceso de integración que pretende ser distinto a la integración capitalista, difícilmente puede ser parte de algún proceso de convergencia.

      Igualmente, la diferencia de patrones de relaciones externas que por momentos son contradictorias, también dificulta la convergencia. El problema es que los acuerdos norte-sur que han firmado los países de la Alianza del Pacífico establecen disciplinas que no existen en el Mercosur. En una eventual convergencia más allá de lo arancelario se dificulta la armonización de disciplinas que evidentemente inciden en el funcionamiento adecuado de una zona de libre comercio.

      En resumen, el escenario actual no es favorable a la convergencia. De hecho, frente a un escenario de potencial crisis en el Mercosur, debido a las diferencias entre Bolsonaro y Fernández y las dudas sobre la posición de amlo ante la Alianza del Pacífico hacen recomendable más bien hacer esfuerzos en evitar la crisis de los procesos del subrregionalismo. Incluso, la can, aunque no analizada en este capítulo, es un proceso que también se debe revisar y relanzar. Por último, el sica es posiblemente el único proceso subregional