«En una situación normal se consideraría que la extorsión, el secuestro y el asesinato constituyen un régimen de seguridad más bien nefasto. A la mayoría de la gente le costaría considerar como negocios legítimos el robo de automóviles, el tráfico de prostitutas o narcóticos.»27 Pero México y gran parte de Latinoamérica no se encuentran en una situación normal. Si en un país tan grande y con tantos recursos se reemplazan éstos por una serie de factores que incluyen la migración masiva del campo a la ciudad, una moneda devaluada múltiples veces, la ineficacia del Estado para adscribirse, de una forma no servil, a los cambios decisivos de la economía mundial, resulta evidente que esta sociedad no puede deja escapar «oportunidades nuevas y excepcionales [que se presentan] a los elementos más ingeniosos, más fuertes y más afortunados de la sociedad [los cuales forman una amalgama de oligarcas, delincuentes y burócratas] cuyo poder escapa de repente al poder estatal.»28
La lucha antidrogas emprendida por el gobierno mexicano
Tal y como hemos expuesto, en México el narcotráfico y la criminalidad en general desempeñan más de un rol que beneficia al Estado. Ya que, por un lado, representan una parte elevada del pib del país y, por otro lado, el Estado se beneficia del temor infundido en la población civil por las organizaciones criminales, aprovechando la efectividad del miedo29 para declarar al país en estado de excepción,30 justificando de esta manera la vulneración de los derechos y la implantación de medidas autoritarias y de vigilancia cada vez más invasivas. También, a través de la declaración del país en estado de excepción se justifica el desmantelamiento del Estado del bienestar, la eliminación de recursos como uno de los primero precios a pagar en pos de la seguridad.
Ni el gobierno ni las fuerzas de seguridad mexicanas buscan acabar con el poder de los cárteles de droga, sino limitarlo y usarlo en beneficio propio como habían venido haciendo desde hace casi cuatro décadas, puesto que planear estrategias efectivas para luchar contra el narcotráfico en México y en todos aquellos países con fuerte dependencia económica de los carteles de droga, traería como consecuencia, efectos recesivos en el conjunto de la economía y consecuencias sociales significativas.31 31 Para justificar lo anterior citamos textualmente algunos fragmentos de una entrevista hecha por Pablo Ordaz a Eduardo Medina Mora, Procurador General de Justicia de la República Mexicana aparecida en el diario El País el domingo 23 de noviembre de 2008:32 32
Pablo Díaz: No hace mucho, en un periódico mexicano apareció una viñeta en la que se veía al diablo muy preocupado, charlando con un colega por la situación de violencia que sufre el país. «Durante décadas», venía a decir, «temimos que se colombianizara México, ahora lo que nos da miedo es que se mexicanice el infierno...»
Eduardo Medina Mora: No estoy desestimando el tamaño del problema, que es muy grave y así lo asumimos, pero sí hay que considerar que los niveles de violencia en el país comparado con otros países no son tan desfavorables [sic].
Resulta sorprendente leer que al Procurador General de Justicia de la República mexicana las 5.300 muertes registradas durante el año 2008 parecen no serle suficientes para alarmarse por el estado de guerra, no declarada, en la que se encuentra el territorio mexicano en manos de los cárteles de droga. Tal vez toda la parafernalia de la lucha contra el narcotráfico emprendida por el gobierno obedezca a las lógicas de un proyecto de eugenesia cruenta en la que se busca matar a los peces menores para dar un escarmiento a la población civil y recuperar el estatus de respetabilidad que se ha ido desgastando con los años ante los ojos de la sociedad mexicana. Una lucha por recuperar el honor del Estado más que un proyecto de protección y garantía de los derechos civiles y humanos de l@s mexican@s.
Eduardo Medina Mora: El planteamiento del Gobierno no es terminar con el narcotráfico [sic] en la medida en que somos conscientes de que siempre habrá una demanda de sustancias ilícitas, sino quitarle a estas organizaciones el enorme poder de intimidación, el enorme poder de fuego que acumularon a lo largo de estos años y por consecuencia su capacidad de destruir instituciones...
El planteamiento principal de la lucha contra el narcotráfico que nos expone Medina Mora parece radicar en que la efectividad del miedo se circunscriba a las potestades del Estado; es decir, que el poder de amedrentar y beneficiarse con ello sólo sea detentable por el gobierno. El procurador Medina Mora, en sus declaraciones, no nos habla de una reformulación de la aplicación del poder sino con una perspectiva autoritaria e incluso antidemocrática. Tampoco se detiene a analizar los lazos que existen entre estos criminales y la construcción de la nación mexicana basada en el machismo y el despliegue de la violencia que ello implica.
A este respecto, Carlos Monsiváis nos dice que el término macho está altamente implicado en la construcción estatal de la identidad mexicana. Dicho término se expande en México después de las luchas revolucionarias como signo de identidad nacional;33 durante ese período el término machismo se asociaba a las clases campesina y trabajadora, ya que en la incipiente configuración de la nación mexicana el macho vino a ser una superlativación del concepto de hombre que más tarde se naturalizaría artificialmente como una herencia social nacional y que ya no se circunscribiría sólo a la clases subalternas, dado que el machismo cuenta entre sus características: «la indiferencia ante el peligro, el menosprecio de las virtudes femeninas y la afirmación de la autoridad en cualquier nivel.»34 Las construcciones de género en el contexto mexicano están íntimamente relacionadas con la construcción del Estado. Por ello, ante la coyuntura contextual del México actual y su desmoronamiento estatal, es necesario visibilizar las conexiones entre el Estado y la clase criminal, en tanto que ambos detentan el mantenimiento de una masculinidad violenta emparentada a la construcción de lo nacional. Lo cual tiene implicaciones políticas, económicas y sociales que están cobrando en la actualidad un alto numero de vidas humanas dada la lógica masculinista del desafío y de la lucha por el poder y que, de mantenerse, legitimará a la clase criminal como sujeto de pleno derecho en la ejecución de la violencia como una de las principales consignas a cumplir bajo las demandas de la masculinidad hegemónica y el machismo nacional.
La lucha contra el crimen organizado en esta entrevista parece más un ajuste de cuentas entre machos poderosos y heridos que buscan limpiar su honor y recuperar sus territorios pero que, en general, no se preocupan por las consecuencias reales del fenómeno de la violencia,35 ni del miedo que está causando en la población civil, que se ve atacada en dos frentes: tanto por las reyertas entre bandas mafiosas como por la ocupación del espacio público de las fuerzas armadas, creando un miedo endémico que puede manifestarse —como ya lo está haciendo en casi todo el territorio— en el enclaustramiento de los civiles en sus casas, presas de un sentimiento de vulnerabilidad y de un sentimiento de culpa, no del todo justificada, mientras que los criminales campan con toda tranquilidad por el territorio mexicano y el gobierno se libra de manifestaciones activas por parte de la población civil que debería exigirle el cumplimiento de sus competencias en temas de seguridad.
El peligro que encierra este miedo, germinando con mayor intensidad en la sociedad, radica en que puede darse un brote de insurrección civil que desemboque en el derrocamiento del Estado por su incompetencia y en una guerra civil producto de la paranoia, el sentimiento de desprotección, el estrés crónico y el terror constante al que se encuentra sometida la sociedad. Bajo estas circunstancias «te conviertes en un animal o estás en el límite»,36 pues «cuando empieza a haber muertos, no se puede hacer otra cosa que combatir.»37 «El problema es que no puedes sentirte excluido. No basta con suponer que la propia conducta podrá ponerte a resguardo de cualquier peligro. Ya no vale decirse: se matan entre ellos.»38
Sin embargo, el verdadero problema con la violencia para el Procurador no es que se ejerza, sino que ya no es exclusivamente el Estado quien la ejerce:
Eduardo Medina Mora: El Presidente Felipe Calderón ha dicho que las organizaciones criminales en algunas de esas zonas [la frontera norte de México]