Así, es importante destacar que la genealogía del capitalismo gore nace y se sustenta en procesos iniciados en las potencias económicas mundiales y sus exigencias para todo el mundo. El capitalismo gore es consecuencia directa del devenir del capitalismo primermundista, derivado en globalización, cuyas prácticas son difíciles de teorizar porque resultan frontales en un mundo que se rige y crea realidad discursiva con las características del mercado financiero global: lo fluido, lo eufemístico, lo diferido, lo espectral, al mismo tiempo que «la sociedad de hiperconsumo se caracteriza por una escalada de búsquedas de experiencias comerciales que emocionen y distraigan, también es contemporánea del sufrimiento del casi nada y del miedo al cada vez menos.»16
Las lógicas y derivas económicas de este tipo de capitalismo hacen que resulte filosóficamente pertinente un análisis del mismo y de su impacto en la creación de una epistemología mundial en cuanto a búsqueda de sentido y producción de narrativas o giros discursivos que crean categorías de pensamiento. El capitalismo, a través de la implantación del hiperconsumismo, como única lógica de relación en el horizonte, tanto material como epistemológico, crea una neo-ontología en cuyo fin subyace el replanteamiento de las preguntas fundamentales del sujeto: ¿quién soy?, ¿cuál es el sentido de mi existencia?, ¿qué lugar ocupo en el mundo?, ¿por qué?, respondiéndolas desde la obsesión consumista que se conjuga con la exigencia antropológica del Hacer.
Así se da paso a la integración de estas lógicas de consumo-acción como algo que no se confronta ni intenta eliminarse, sino que se hibrida y naturaliza, permitiendo de esta manera la incardinación de éstas en nuestros cuerpos. La asimilación de este proceso deviene un fenómeno que podríamos denominar como biomercado.
También es pertinente que nos preguntemos: ¿Cómo llega a convertirse la violencia extrema, el género, la muerte y la tanatopolítica, en un nuevo tipo de capitalismo de una fiereza frontal que no pide disculpas? ¿Cómo estos sujetos endriagos han decidido participar del mercado mundial y se han empoderado dentro de una economía criminal paralela y sustentada por la economía formal? ¿Cómo han adoptado los sujetos endriagos por cierta competencia individualista, hecha de activismo brutal, de desafío, de puesta en peligro?17 Estas preguntas tienen sus respuestas en una sociedad que deifica la violencia mediatizada (¿controlada?) y cuyas principales potencias económicas, en el caso específico de los Estados Unidos, tienen el fundamento de su economía en la carrera armamentista —que en la actualidad ha derivado en una modalidad que denominamos violencia decorativa— la guerra y la gestión de otorgar, o no, la muerte a todos aquellos cuerpos-sujetos-territorios o capitales que disientan del suyo.
Cuanto más mejoran las condiciones materiales generales, más se intensifica la subjetivación-psicologización de la pobreza. En la sociedad de hiperconsumo, la situación de precariedad económica no engendra sólo a gran escala nuevas vivencias de privaciones materiales también propaga sufrimiento moral, la vergüenza de ser diferente, la autodepreciación de los individuos, una reflexividad negativa. La brusca reaparición de la infelicidad exterior avanza en sentido paralelo a la felicidad interior o existencial.18
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