A comienzos del siglo, para la mayoría de los chilenos la relación entre familia y trabajo era directa: se trabajaba directamente dentro del seno de la familia, o se pasaba de la familia al trabajo directamente, sin intermediaciones. En la medida que el sistema educacional se masificó, la escuela medió en forma cada vez más importante la transición entre familia y trabajo, transformándose en una instancia potenciadora a veces, y una barrera en otros casos, para la inserción laboral de los individuos. Este cambio se liga a la disminución de las ofertas laborales para los jóvenes: la tasa de desocupación juvenil ha sido creciente, a pesar de los avances de la expansión del sistema educacional antes descrito: los adolescentes en 1988 tenían un desempleo que equivalía a 2,1 veces la tasa nacional, índice que en 1996 aumentó a un 2,3, lo que evidenció una mayor desocupación relativa de los jóvenes. (Harald Beyer (autor) Estudios Públicos N° 71, 1998.)
Mucha de la frustración por esta falta de ajuste entre los sistemas laboral y educacional explican la sensación de "ausencia de futuro", como un autor colombiano ha denominado a la situación recién descrita, imperante entre muchos adolescentes y jóvenes(22). En especial, el proceso de ampliación de la educación superior ha llevado a una estratificación de las instituciones universitarias que tiene que ver tanto con el origen social de los alumnos, como con la calidad de la educación que se imparte en su interior. Una serie de estudios muestra con claridad la diferencia de origen social de los alumnos de las universidades según éstas sean consideradas de elite o de masa, públicas o privadas. La calidad de la educación brindada por las universidades así llamadas tradicionales se liga a un compromiso aún existente del profesorado, y con otros hechos como el tiempo de dedicación de los docentes, la presencia de profesores con estudios de posgrado y la existencia de investigación. En el nivel medio es donde se ha segregado en forma más intensa la calidad de la educación: la ventaja histórica de las universidades públicas tradicionales ha desaparecido en el caso de los liceos públicos, y hay una estratificación cada vez mayor en el sistema secundario de educación.
• Progresiva desideologización y secularización de la sociedad. Este fin de siglo ha presenciado el crepúsculo de las ideologías. Quizá el mismo entusiasmo con que hace cien años se pensaba que los sistemas filosóficos entonces en boga como el marxismo o el psicoanálisis podían explicar muchos fenómenos y carencias humanas, y abrían un nuevo cauce al ideal racionalista de los dos siglos que terminaban, se ha colocado hoy día en insistir en que no existen sistemas verdaderos, y que toda aspiración a un conjunto de principios y valores que guíen la vida de las personas es fútil. Esta actitud relativista de muchos intelectuales y líderes de opinión actuales impacta particularmente a los jóvenes. El adolescente, por razones que profundizaremos más adelante, tiende a buscar en forma activa un sentido para su vida. Por largo tiempo la religión y las ideologías proporcionaban un cauce al altruismo e idealismo juveniles. Hoy, al primar una actitud escéptica y desilusionada acerca de las posibilidades de la humanidad, el joven se siente, a veces, obligado a vivir en tiempo presente. Si no se le ofrece un futuro, sea laboral, sea en términos de una misión trascendental que acometer, el adolescente con cierta razón tiende a vivir en el "aquí y ahora", adoptando actitudes hedonistas o emotivistas con respecto a su propia vida. La ciencia positiva empírica, que por una parte aporta los avances tecnológicos y prácticos que impresionan e impactan a diario, no ofrece por otra un sistema de creencias que le permita despegarse de una actitud consumista en tiempo presente. Muchas de las conductas de riesgo que revisaremos después se pueden relacionar con esta falta de compromiso vital
Nuestra evidencia empírica con respecto a la religiosidad de los adolescentes proviene de estudios acerca de las características de los adolescentes escolarizados santiaguinos(23). En ese estudio, encontramos que, si bien la adscripción religiosa informada por los jóvenes es alta (el 88,3% de los jóvenes se describe como católico o perteneciente a otra religión cristiana), la observancia religiosa real es baja: solo el 19% dice ser muy religioso en el sentido de asistir semanalmente a un oficio religioso, como misa dominical u otro rito. En cuanto a adscripción ideológica, la tendencia mostrada por diversas encuestas es que el interés de los jóvenes por la política, el nivel de satisfacción y la percepción juvenil de la eficacia de la democracia han decaído notablemente en Chile(24). Un estudio del Instituto Nacional de la Juventud de Chile afirma: "Los jóvenes no se sienten incorporados a esta democracia que se institucionaliza como representativa, a la política que se profesionaliza (carrera que exige destrezas, dedicación exclusiva, estructura jerárquica de cargos y tareas y que deviene en acuerdos y negociaciones infinitas y lejanas)"(25).
• Inestabilidad de las estructuras familiares. Para la mayoría, la estructura social en la que se inserta la propia vida es la familia. Se nace en una familia, se forma una familia, se muere en familia. Para la mayoría, la familia es el marco de la propia biografía. La institución familiar también ha sufrido cambios y desafíos cada vez mayores a lo largo de esta centuria. Hace pocos días, el titular de un semanario internacional se preguntaba si estaba obsoleto el matrimonio(26). Se plantea el que no existe uno sino muchos tipos de familias. Las cifras de divorcios tienden a aumentar en muchas latitudes. En nuestro estudio sobre jóvenes santiaguinos, encontramos que el 20,6% de los adolescentes encuestados decían que sus padres estaban separados. En países del primer mundo estas cifras son mucho mayores: la tasa de divorcio (calculada como porcentaje sobre el total de matrimonios contraídos) para 1995, de acuerdo con el Informe Mundial de Desarrollo (op. cit) fue para Finlandia de 58%, para Dinamarca de 49%, para Suecia y para los Estados Unidos, de 48%. Esto se compara con un 17% para Polonia, un 11% para España, un 8% para Italia y un 4% para Portugal. Esta así llamada "crisis de la familia" en nuestra época también impacta poderosamente a los jóvenes. En nuestras encuestas, éstos señalan cómo uno de los elementos cruciales en el propio proyecto de vida es el poder formar una familia. A pesar de que muchos de ellos provienen de hogares con problemas, todos esperan poder superar éstos y no repetir los errores que piensan que cometieron sus padres. La despreocupación social por la familia, sea en términos de exigencias laborales que limitan el tiempo de uno o ambos padres para estar con los suyos, sea en términos de falta de apoyo social a las necesidades emocionales de los grupos familiares es una de las áreas más rechazadas por los jóvenes. La disfunción familiar, como también veremos, se encuentra muchas veces detrás de problemas que presentan los adolescentes.
UN MARCO REFERENCIAL
¿Qué tiene que ver lo anterior con la salud de los adolescentes? La preocupación de médicos, enfermeras y de otros profesionales de la salud por estos temas ha sido progresiva, al comprobar que detrás de las principales causas de muerte y de enfermedad de los jóvenes se encuentran problemas ligados a los factores anteriores: esto hace que los temas de ecología humana, de relaciones familiares, de sistemas educacionales, de creencias y valores hayan alcanzado progresiva importancia en la agenda de salud pública en muchos países. En el nuestro también en la última década se ha producido un interés creciente por los temas juveniles. En este libro intentamos mostrar en detalle la interrelación entre el crecimiento y desarrollo individuales del adolescente y su contexto cercano, especialmente familiar, y el resto de su entorno. Para ello, el marco teórico global que utilizaremos será el antes mencionado planteado por Urie Bronfenbrenner (18), que es para nosotros una aproximación muy útil, centrada en una concepción ecológica del desarrollo humano. La tesis central de este autor es que el adolescente debe ser estudiado en el contexto en el que se desarrolla, o sea, en los diversos estratos de su ecosistema. Asimismo, cualquier intento de intervenir y remediar problemas evolutivos debe considerar las interacciones existentes entre el organismo y su ecosistema. Ve, así, la experiencia individual como un conjunto de estructuras insertas las unas en las otras, o sea, como un juego de muñecas rusas. Desarrolla, de esta manera, una terminología útil para realizar este análisis entre capas de los diversos sistemas:
• El microsistema es el nivel más inmediato al individuo en desarrollo: sus realidades inmediatas y cotidianas. Para