Por la noche se haría una especie de despedida de los chasquis que llevarían la nota a Villegas. Moreno quería estar presente para reforzar la imagen de invitado, y no la de prisionero. Antes, en su carpa, sacó la pólvora de tres balas de la pistola que había guardado; desde que llegó, nadie le había revisado su equipaje. Los indios sabían que por más armas que tuviera, nunca podría escapar de la toldería con vida. A la hora de la reunión tomó su caballo y se acercó montado al gran círculo alrededor del fuego. Las voces se acallaron, desde arriba de su montura miró a todos con semblante altivo, el brillo de sus anteojos ayudaba a darle un aspecto fiero que los indios creían reconocer como sobrenatural. Lentamente se bajó del caballo y caminó hacia el fuego, y diciendo “¡Chus!” estiró el brazo arrojando la pólvora al fogón. Inmediatamente una enorme nube de chispas acompañada de aturdidores chasquidos dominó la reunión. El respeto y el miedo a ese huinca se adueñó de los indígenas. Moreno con expresión grave caminó para sentarse al lado de Sayhueque. La cara del cacique le decía que había logrado un impacto tremendo.
Sayhueque se levantó y dijo algunas palabras que Moreno no entendió, pero sí se dio cuenta de que todos lo aprobaron, porque golpearon el piso con sus manos varias veces en señal de alegría. Sayhueque se volvió a sentar a su lado con gran satisfacción:
—Les dije que mi hermano, el brujo huinca Moreno, es amigo mío y que él haría que nuestros compañeros presos en el fortín vuelvan a la toldería.
Cacique Shaihueque.
* * *
Moreno se rompía los sesos pensando cómo zafar de esa situación. Tenía claro que Villegas no soltaría a los indios prisioneros, y ahora se daba cuenta que el panorama era más negro que lo que se había imaginado. El Ejército estaba planeando una ofensiva, lo que haría que los indígenas fueran mucho más agresivos con él. ¿Por qué Avellaneda y Roca no le habían advertido sobre esta ofensiva? Eso lo vería con ellos a su vuelta, si es que habría una. Pero ahora él precisaba encontrar una solución. Sin duda, ésta debía consistir en un escape de la toldería, pero no se imaginaba cómo podría hacerlo en medio de un territorio hostil. Además el fortín más cercano estaba a varios días de cabalgata. No le encontraba solución, sólo se le ocurría ganar tiempo y esperar un milagro. Para mejorar sus posibilidades de escape, empezó a fingir estar enfermo, de esa manera lo tendrían menos controlado. El joven no saldría de su carpa.
* * *
El paño de entrada de la carpa se abrió y vio el perfil del cacique.
—Adelante —dijo el joven con voz de moribundo.
—¿Peñi Moreno está mal? —preguntó Sayhueque.
—Sí, mal. Pero ya voy a estar peor —dijo, intentando sonreír.
—Peñi Moreno es muy valiente. Sayhueque está muy contento de que Peñi Moreno sea su hermano.
—Gracias. Lo mismo digo.
—Recuerdo hace años, cuando Peñi Moreno vino solo a la tierra de mapuches. No tenía amigos.
—Tampoco tenía enemigos. Por eso no tenía miedo.
—Namuncurá quería que Sayhueque hiciera un malón con él pero Sayhueque dijo “no”. Si Namuncurá encontraba a Peñi Moreno era huinca muerto. Mucho peligro… Y todo porque Peñi Moreno quería llegar a la laguna Grande7.
—Los huincas son siempre gente rara —acotó el cacique, que luego se puso más serio—. Peñi, vine para que hablemos con el corazón.
—Claro, yo siempre digo la verdad.
—Entonces responda. ¿Peñi Moreno es espía como dice Loncochino?
La respuesta era difícil. Decir la verdad lo ponía en peligro, pero por otro lado si Sayhueque pensaba que mentía perdería su única posibilidad de salvación.
—No soy espía, pero trabajo para el Gobierno argentino.
Le miró la cara tratando de adivinar la reacción de Sayhueque pero las expresiones de los indios le eran siempre inescrutables. Y siguió:
—Trabajo para que esta tierra sea de Argentina y no de Chile.
—¿Peñi no quiere que esta tierra sea de mapuches?
—Me gustaría que sea mapuche para siempre, pero Chile quiere tenerla y Argentina no lo va a dejar. Quizá esta tierra pueda ser mapuche pero dentro de Argentina.
—Entonces es espía —dijo Sayhueque concluyendo.
—Si soy espía es contra Chile, no contra los mapuches como dijo Loncochino —y, tratando de mejorar su posición, agregó—. Loncochino también es espía, pero de Chile en contra de Argentina. Por eso él quiere que Sayhueque luche con Namuncurá contra Roca y Villegas. Pero eso no es bueno para Sayhueque y su gente.
—Huincas matarían a todos los indios. Mala cosa.
—Eso es lo que quiere Loncochino —dijo Moreno metiendo cizaña.
—Mis indios escuchan más a Loncochino que a Sayhueque. Si Sayhueque dice “no guerra”, guerreros piensan que es un cobarde y se van con Loncochino, entonces Sayhueque prefiere decir “quizás guerra” — se quedó pensativo.
—La guerra no les conviene —Moreno trató de sonar convincente.
—Mala cosa para los mapuches estar entre Argentina y Chile… Muy mala cosa —dijo pensativo antes de levantarse para irse.
—Peñi, una pregunta —le dijo Moreno antes de que se fuera—. El lago Lácar… ¿El agua del lago Lácar se va para el lado de Argentina o de Chile?
Sayhueque lo miró a los ojos como leyendo su alma.
—Peñi Moreno quiere el peligro.
—Es para saber si en la chillcá8 que firmarán Argentina y Chile el lago sería de Chile o de Argentina.
Sayhueque lo volvió a mirar y dijo:
—Sayhueque prefiere Argentina que Chile, pero el agua de Lácar va para el lado de Chile.
—Eso es malo —le dijo Moreno.
* * *
—Entonces, ¿soltará a los indios? —preguntó el belga muy preocupado.
El general Villegas miraba por la ventana buscando inspiración.
—No, eso está fuera de toda cuestión —le dijo a Van Tritter con tono decidido; y luego de pensar unos segundos más, pregunto— ¿Está seguro de que no es posible que él se escape de la toldería?
—Totalmente imposible. Hay más de doscientos guerreros y todos, menos el cacique, lo odian. Si intenta escapar lo matarán antes de hacer media milla.
Otra vez el silencio.
—Pero si no suelta a los prisioneros, ¿tratará de rescatarlo? —presionaba el belga.
—Si tratamos de ir a buscarlo, cruzarán a Chile y seguramente lo matarán.
—¿Y si no hacemos nada?
—Cuando empiece la ofensiva lo matarán —respondió el militar—. La verdad es que Moreno está librado a su propia suerte. Espero que Roca tenga razón.
—¿Qué dice Roca? —preguntó Van Tritter.
—Que Moreno tiene siete vidas.
* * *
Un gran griterío avisaba que algo malo pasaba en la toldería. Uno de los chasquis que había llevado la carta de Moreno había vuelto. Cayó del caballo apenas lo rodearon