El mundo indígena en América Latina: miradas y perspectivas. Beatriz Paredes Rangel. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Beatriz Paredes Rangel
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9786073030380
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Edmundo O’Gorman, op. cit., pp. 99-100. Con esta misma perspectiva, Ellman Crasnow y Philip Haffenden destacan que “América ya existía en la imaginación europea mucho antes de ser descubierta por Colón en 1492. El mundo desconocido ubicado ‘donde acaba el Este’ era un foco de leyendas edénicas y utópicas desde los tiempos clásicos. Platón especuló que la tierra existente más allá de la ecúmene –el mundo conocido de los griegos– contenía la Atlántida, un continente perdido. Al inicio de la era cristiana, el interés revivió gracias a la historia de San Brendán, el monje irlandés que viajó por islas encantadas al oeste de Irlanda. Había otra leyenda estrechamente relacionada con ésta: la de los siete obispos que huyeron intrépidamente de los moros españoles por el Atlántico y descubrieron la bella isla de Antilia, en la que construyeron siete ciudades. Todas estas historias influyeron en las exploraciones del siglo XV, que pusieron la leyenda en contacto más estrecho con el hecho. El propio Colón creía en la leyenda de Antilia. La idea de ‘paraíso terrenal’ se desarrolló más en los Viajes de Sir John Mandeville, obra fantástica de finales de la época medieval, que despertó un inmenso interés por Europa Occidental. Sir John situaba este paraíso al este de la fabulosa tierra del preste Juan, que se creía contenía la fuente de la juventud y ríos por los que fluían oro, plata y joyas. Por su parte, Colón buscó muchos de estos detalles en su viaje a ‘Catai’, y lo mismo hicieron otros viajantes primitivos que transformaron el final de la Europa medieval con las consecuencias de sus descubrimientos [...] Esta ‘América imaginaria’ le otorgó mayor importancia a la tierra: lo que se escribió acerca de ella precedió a su conocimiento” [cfr. Ellman Crasnow y Philip Haffenden, “New Founde Land (Terra Nova)”, en Malcolm Bradbury y Howard Temperley (eds.), Introdução aos Estudos Americanos, trad. Élcio Cerqueira, Río de Janeiro, Forense, 1981, pp. 41-42)].

      13 Para conocer los relatos de los viajes de Vespucio al continente americano se recomienda: Américo Vespucio, Novo Mundo: Cartas de Viagens e Descobertas, trad. e introd. Luiz Renato Martins, Porto Alegre, l&pm, 1984 (Historia/Visión del Paraíso, 2). Sobre su vida, se recomienda: Felipe Fernández-Armesto, Américo: O Homem que Deu Seu Nome ao Continente, trad. Luciano Vieira Machado, Sao Paulo, Companhia das Letras, 2011. Cabe resaltar, según apunta Eduardo Bueno, que “existe un mar de dudas y acusaciones en torno a Américo Vespucio, uno de los exploradores más polémicos de la historia. Vespucio estuvo en Brasil en dos viajes entre mayo de 1501 y junio de 1504. A raíz del primero, escribió la carta Mundus Novus, que tuvo más de 40 ediciones en seis idiomas. Su segunda carta llevaría a Tomás Moro a escribir el clásico Utopía. Vespucio dejó a 24 hombres en una factoría en Cabo Frío; Moro pasó la acción a una isla (quizá Fernando de Noronha) e imaginó que los exiliados comenzarían una sociedad perfecta. En la vida real, los indios mataron a los hombres de Vespucio” [cfr. Eduardo Bueno, A Viagem do Descobrimento: Um Olhar sobre a Expedição de Cabral, Río de Janeiro, Estação Brasil, 2016, p. 113 (Brasilis, 1)].

      14 Según informa el historiador español Felipe Fernández-Armesto: “El mapa gigantesco de Waldseemüller la acompañaba: Universalis Cosmographia Secundum Ptholoemaei Traditionem et Americi Vespucii Aliorumque Lustrationes [Geografía universal según la tradición de Ptolomeo y las contribuciones de Américo Vespucio y otros]. El mapa medía casi tres metros cuadrados. Se trataba de un nuevo concepto: un mapa/papel de pared. Para los datos sobre lo que hoy en día consideramos el Viejo Mundo, Waldseemüller se basó, en gran medida, en el mapa de Henricus Martellus: el mismo mapa del cual Vespucio tuvo conocimiento cuando todavía estaba en Florencia y que probablemente le sirvió de base para su propia imagen del mundo. La representación de Waldseemüller del Nuevo Mundo era original y constituía una tentativa de interpretar, de la mejor manera posible, los datos de las Cartas a Soderini con la ayuda de materiales de otras fuentes: los viajes de Pedro Álvares Cabral y de Vicente Pinzón, tal vez, y mapas o rutas de navegación o fragmentos de comentarios basados en aquél. La característica más original de todas es el nombre de América estampado sobre la parte del continente a la que hoy en día llamamos Brasil. Retratos de Ptolomeo y de Vespucio rodean la majestuosa composición dispuestos simétricamente uno frente a otro, por encima de la extensión del mundo como figuras de la misma estatura. Vespucio empuña un compás; Ptolomeo, una regla o una escuadra. Juntos, guardan cartuchos en los que se ven los mapas del Nuevo y del Viejo Mundo. Hay algunas diferencias curiosas entre el mapa principal y los cartuchos. En el mapa principal, por ejemplo, hay un estrecho entre América del Norte y América del Sur: el estrecho que Colón buscó en vano y que Vespucio en 1508 todavía soñaba con encontrar. En el cartucho que muestra a América, la costa de América del Sur no se extiende más allá del trópico de Capricornio, como si Waldseemüller no tuviera la certeza de que Vespucio hubiera avanzado tan al sur” (cfr. Felipe Fernández-Armesto, op. cit., pp. 257-258).

      15 Ibid., pp. 258-259. Este historiador destaca que, en el mapa que Waldseemüller produjo en 1513, el cartógrafo realizó una revisión crítica e intentó, poco tiempo después de la muerte de Vespucio, alterar el nombre –que ya se había popularizado– del continente americano: “La tierra que él otrora bautizara como América ahora tenía el nombre menos atrayente de Terra Incognita, con una anotación en la que daba a Colón la prioridad sobre el descubrimiento: hec terra cum adiacentibus insulis inventa est per Columbum lanuenensem ex mandato regis castellae (“esta tierra y las islas adyacentes fueron descubiertas por Colón, de Génova, bajo las órdenes del rey de Castilla”) [...] En su mapa de 1516, el autor decía que Colón había sido el primer descubridor; Pedro Álvares Cabral, el segundo; y Vespucio, el tercero, lo cual no era completamente correcto, ya que el viaje de Vespucio con [Alonso de] Ojeda precedió al de Cabral. América del Sur se volvió “Prisilia” –presumiblemente por influencia de los nombres Brasilia o Brasil– o “Terra Papagalli” (Tierra de los papagayos). Al mismo tiempo, Waldseemüller tuvo un retroceso intelectual: América del Norte aparecía ahora con la inscripción “tierra de Cuba, Asiae partis”. Con el objetivo de corregir la excesiva euforia ante los hechos de Vespucio, Waldseemüller erró y se fue al extremo contrario, aceptando la creencia descabellada (y probablemente deshonesta) de Colón de que Cuba formaba parte del continente asiático. Waldseemüller, que había comenzado creyendo demasiado en Vespucio, terminó por confiar en Colón de forma bastante acrítica. Y ahora los dos nombres aparecían unidos, considerándolos navegadores que habían modificado la visión ptolomeica del mundo” (cfr. Felipe Fernández-Armesto, op. cit., pp. 261-262.)

      16 Tzvetan Todorov, A Conquista da América: A Questão do Outro, trad. Beatriz Perrone-Moisés, Sao Paulo, Martins Fontes, 1988 [1982], p. 32.

      17 Ibid., p. 35.

      18 Felipe Fernández-Armesto, op. cit., pp. 214-215.

      19 Serge Gruzinski, “A Guerra das Imagens e a Ocidentalização da América”, en Ronaldo Vainfas (ed.), América em Tempo de Conquista, Río de Janeiro, Jorge Zahar, 1992, pp. 204-205 (Jubileu).

      20 Mariana Martins Villaça, A Formação dos Estados Nacionais na América Latina, Sao Paulo, Mimeo, 2009, pp. 2-3.

      21 Olivier Dabène, L’Amérique Latine à I’époque contemporaine, París, Armand Colin, 2007 (Cursus/Histoire).

      22 Pierre Vayssière, L’Amérique Latine de 1890 à nos jours, París, Hachette, 1999 (Carré Histoire, 30).

      23 Mariana Martins Villaça, op. cit., p. 3.

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