El mundo indígena en América Latina: miradas y perspectivas. Beatriz Paredes Rangel. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Beatriz Paredes Rangel
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9786073030380
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nazca, paracas, tiahuanaco, wari, entre las más conocidas, y otras de carácter más local, como lima, recuay, chanca, virú, vicús, entre otras.

      Su legado es muy rico: en cerámica, orfebrería, textilería, ingeniería de riego, infraestructura. Podemos citar las líneas de Nazca, visibles sólo desde el cielo, las construcciones de Chavín de Huántar, los mantos paracas, la tecnología para el tratamiento del oro que superaba a la europea, entre otros legados. Entre los descubrimientos más notables mundialmente en el último cuarto del siglo XX, tenemos, por ejemplo, el hallazgo del Señor de Sipán, por parte de Walter Alva y su equipo, complementado por el del Señor de Sicán. Sipán y sicán son dos culturas precolombinas peruanas de las que antes muy pocos conocían.

      Esas civilizaciones se fueron sucediendo en el tiempo y en el territorio, a lo largo de periodos denominados horizontes, y periodos intermedios. Tenemos así tres horizontes (temprano, medio y tardío) con dos periodos interme­dios (temprano y tardío). En toda esa larga sucesión cultural, los incas ocupan el horizonte tardío, el último escalón. La riqueza precolombina se aprecia en los miles de sitios arqueológicos existentes en el Perú.

      Los incas surgen en el siglo XIV, en el altiplano andino, a orillas del lago Titicaca. Sobre su origen existen dos leyendas. Cuenta una de ellas que Manco Cápac y su esposa Mama Ocllo salen del lago Titicaca y van caminando con una vara de oro, y en donde dicha vara se hundiese habrán de fundar un imperio. Luego de mucho caminar llegan al pie de la montaña Huanacaure, en donde se hunde la vara y fundan la ciudad del Cuzco, capital de los incas; Manco Cápac forma a los hombres en las artes de la caza y de la guerra, mientras que su esposa forma a las mujeres en las tareas del campo y del hogar. La otra leyenda relata que los cuatro hermanos Ayar, acompañados de sus respectivas esposas, salieron de la cueva de Pacaritambo y viajaron en busca de un lugar para establecerse. En el camino surgieron algunas divisiones, siendo Manco Cápac o Mama Huaco, según cual versión elijamos, quien hundió la vara en el Cuzco. Ambos mitos recogen la idea del origen no cuzqueño de los incas y de su carácter civilizador. Es así que un pueblo inicialmente pequeño, de poca significancia, un curacazgo más de los tantos que había en los Andes, se transformará, en apenas cien años, en uno de los imperios más grandes del mundo.

      Ese fenómeno histórico y cultural de los incas ha llamado la atención de muchos estudiosos y hombres de ciencias y de letras a lo largo de los últimos 500 años. Tenemos en primer lugar a los cronistas españoles: Pedro Cieza de León, Juan de Betanzos, José de Acosta, Pedro Sarmiento de Gamboa, Francisco de Jerez, Pedro Sánchez de la Hoz, Miguel de Estete, entre otros. Podemos citar también, en el siglo XIX, al estadounidense William Prescott y al alemán Alexander von Humboldt. Entre los estudiosos modernos peruanos tenemos a Julio César Tello, Franklin Pease, María Rostworowski, Luis Guillermo Lumbreras, entre otros.

      En un campo más creativo, al italiano Emilio Salgari, quien escribió la novela fantasiosa El tesoro de los incas, hasta los estudios de Disney y de Hollywood, que nos presentan las aventuras del emperador Kuzco o las de Indiana Jones, por no citar una película de Charlton Heston con la gran cantante peruana Yma Sumac. Esas citas, que pueden parecer anecdóticas, nos presentan en el fondo problemas epistemológicos que competen a historiadores, arqueólogos y estudiosos de las relaciones internacionales: el de la comprensión de un pueblo distinto, el del imaginario colectivo, el de discernir entre realidades y mitos, distorsiones y fabulaciones, el de los lugares comunes e interpretaciones.

      La historiografía de los incas ha atravesado por diversas etapas, desde el positivismo, con una lectura literal de las crónicas, hasta un estudio crítico de las mismas, pasando por interpretaciones marxistas, estructuralistas y etnohistóricas. La historiografía actual incluye estudios multidisciplinarios y ya desde 1946, con los trabajos de John Howland Rowe, se efectúa un cotejo entre los escritos de las crónicas y el trabajo arqueológico.

      Tenemos en primer lugar el caso de los cronistas españoles, que fueron testigos directos del esplendor inca y que fueron quienes recogieron, por primera vez de manera escrita, su historia, usos, costumbres, etc., junto con su interpretación de todo ello. Eso es importante para ustedes, que estudian relaciones internacionales. Los europeos que llegaron al antiguo Perú interpretaron a la civilización inca en función de su propio bagaje cultural, de su propia perspectiva de ver el mundo. Hablan de rey inca, de Imperio Inca, trasladan categorías y conceptos europeos para describir, interpretar y entender una realidad distinta. Asimismo, debemos tener en cuenta que los cronistas no son todos contemporáneos. Los cronistas de Jerez, de Estete, Cristóbal de Mena, Sánchez de la Hoz, de Guzmán y de Trujillo son soldados y narran la conquista del Perú, proceso del cual son partícipes, entre los años 1532 y 1537. Cieza de León y Betanzos son pretoledanos, esto es, escriben entre 1550 y 1568, fecha de la llegada del virrey Toledo, mientras que Sarmiento de Gamboa y José de Acosta son toledanos. Las crónicas toledanas constituyen informes amplios, con entrevistas a numerosos testigos de lo que fue el incario y obedece a un propósito de comprensión del Estado y cultura incas, de utilidad para la organización del virreinato. La distancia temporal con el fin del incanato y los propósitos de las crónicas son factores que inciden en su elaboración y perspectivas, junto con otros como la formación de los cronistas, distinta según sean soldados, sacerdotes u otros.

      Ello se ve matizado por los primeros cronistas mestizos: el Inca Garcilaso de la Vega, autor de los Comentarios reales de los incas, y Felipe Guamán Poma de Ayala, autor de Nueva crónica y buen gobierno. A este último, no obstante ser nativo, le incluimos como mestizo al escribir en español y utilizar conceptos occidentales junto con aquellos originarios. El equivalente mexicano del Inca Garcilaso fue Fernando Alvarado Tezozómoc.

      Inca Garcilaso de la Vega, hijo de una ñusta, princesa inca, y de un conquistador, pariente del poeta español Garcilaso de la Vega, fue creado por su familia materna y recoge en su obra una visión de los incas que busca reivindicar los grandes logros y los mejores valores de su pueblo, lo que es entendible de su posición de descendiente de la nobleza inca y de perteneciente a dicha nación. Algo similar realizaría en México Fernando Alvarado Tezozómoc, con su Crónica mexicana. Ambos escritores son mestizos de raza, de lengua, de psicología, y habitando entre dos mundos reivindican su propio pasado y lo contrastan con la versión española, particularmente la del cronista José de Acosta, en su Historia natural y moral de las Indias. Aunque en el caso de Inca Garcilaso de la Vega con una prosa más pulida y elegante, desde una perspectiva propia del humanismo. Se origina así, un proceso de transculturación. No tenemos pues una historiografía inicial de los incas que podamos llamar objetiva, aunque eso es tal vez imposible, dada la subjetividad del historiador.

      Actualmente se plantean conceptos como el de Estado inca en lugar de imperio. Resulta en todo caso transferir conceptos desde realidades distintas. Los incas en poco más de cien años se expandieron hasta alcanzar una extensión de cuatro millones de kilómetros cuadrados, comprendiendo territorios de los actuales Perú, Bolivia, Chile, Argentina, Ecuador y Colombia. Dicho territorio estaba dividido en cuatro regiones llamadas suyos, las cuales aparentemente daban el nombre al Estado: Tawantinsuyo, país de los cuatro suyos, los cuales tenían como centro la ciudad del Cuzco y estaban comunicados por el Qhapaq Ñan, una red vial de la cual hablaremos luego.

      Desde el punto de vista político, los incas eran gobernados por el Sapa Inca o Inca, de quienes dicho pueblo toma su nombre. Se discute el número de incas que gobernaron el imperio. La lista más corriente era de 14. Otros la reducen a 12. Actualmente, se considera que son 13. Sin embargo, otros estudios hacen referencia a una lista mucho más extensa, de hasta 40. María Rostworowski y Franklin Pease desarrollaron la tesis del correinado, basada en las crónicas de Betanzos, es decir, que el incanato estuvo regido no por un rey sino por una diarquía, un Inca principal y uno que conreinaba. Como lo demuestran las obras de los mencionados estudiosos así como la de Liliana Regalado, el tema de la sucesión incásica es complejo y responde a criterios distintos de aquellos occidentales. Las normas sucesorias no eran claras y el más hábil de los pretendientes tenía la posibilidad de coronarse Inca. Intervenían en ello diversos factores, como la preparación que le brindaba su madre, las alianzas a nivel de las panacas –familias reales–, el triunfo en competencias rituales, incluso la intervención de las momias de los incas anteriores.

      En todo caso, sabemos que el primer inca fue Manco Cápac.