El mundo indígena en América Latina: miradas y perspectivas. Beatriz Paredes Rangel. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Beatriz Paredes Rangel
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9786073030380
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del “descubrimiento de América”, ninguna de las sociedades amerindias, ni siquiera las civilizaciones más complejas, como las de los mayas, aztecas o incas, conocía, en toda su extensión y diversidad, el territorio y las poblaciones del Nuevo Mundo. Los amerindios no sabían de América. Al tocar tierra en las Antillas en 1492, el navegador genovés Cristóbal Colón pensaba que había desembarcado en Catai, en la China fabulosa de los relatos del mercader, embajador y explorador veneciano Marco Polo. Sin embargo, en 1500, cuando en su tercer viaje Colón llegó al Orinoco, a “tierra firme”, y el navegador portugués Cabral llegó a Bahía, América emergió en sus contornos y profundidad, y se volvió conocida, por primera vez, en todos los rincones del mundo.

      Como se apuntó con anterioridad, las civilizaciones maya, azteca e inca sobresalieron por el elevado desarrollo de su infraestructura urbanística, de comunicación, tributación y producción agrícola, entre otros rasgos. Consiguieron producir sofisticados sistemas de escritura, numeración y conteo del tiempo, profundizar en el conocimiento de la astronomía y la arquitectura, así como de otras áreas y aspectos históricos que, sin haberse descifrado por completo todavía, continúan atrayendo el interés de los historiadores y estimulando la imaginación del público no especializado.

      Además de mayas, aztecas e incas, que constituían las civilizaciones denomi­nadas de “alta cultura”, había otras sociedades diversificadas y una multiplicidad de culturas amerindias, pero la imprecisión al identificarlas y caracterizarlas –materializada en la categoría de “indios”– acabó por homogeneizar a todos los pueblos autóctonos del continente americano. De cualquier forma, es importante tener en mente que las civilizaciones maya, azteca e inca, al entrar en contacto con otros pueblos amerindios –principalmente por medio de los procesos de conquista y dominio–, acabaron por fundir, incorporar y reelaborar una serie de elementos ideológicos, políticos, sociales, económicos, culturales y religiosos, que, en algunos aspectos y lugares, se volvieron comunes a varios pueblos autóctonos de América.

      Al retratar la historia de la América indígena precolombina, el cine holly­woodense demostró su preferencia por realizar producciones cinematográficas centradas en la civilización maya, y dejó las civilizaciones azteca e inca para los filmes dedicados al periodo de la conquista y la colonización española de América.

      Hace mucho tiempo, un pueblo único en toda la historia: los mayas. Grecia y Roma se habían convertido en leyendas antiguas, en libros antiguos, y las civilizaciones europeas habían entrado en la era de los bárbaros; pero, en las selvas tropicales de América Central, una civilización estaba en pleno apogeo. Sin metales, sin caballos y sin ruedas, este pueblo increíble construyó carreteras, pirámides y templos dignos del Antiguo Egipto. Trazaron un mapa del cielo, diseñaron un sistema matemático superior al romano y crearon un calendario tan preciso como el que usamos hoy en día. Sin embargo, a pesar de la madurez de su arte y su ciencia, en la parte más importante de su vida, la adoración de sus dioses, continuaban siendo primitivos.

      Entonces, con el rey y el príncipe en la cima de la pirámide, vemos a los sacerdotes que proclaman: “Balam, el jaguar, ¡ocho veces rey!”, “Balam, ¡el príncipe!”, mientras el narrador prosigue afirmando que

      Para los mayas, los dioses eran exigentes, crueles y ambiciosos. Otorgaban, pero a cambio de un precio, y el precio era sangre. En su profundo deseo de ganar la aprobación de sus dioses, el pilar principal de la religión maya era el sacrificio humano. Morir como portador del mensaje a los dioses era el mayor honor que un hombre podía experimentar, porque, mientras lo levantaban para ser sacrificado, en aquel momento, él mismo se convertía en dios. Era adorado como se veneraba a un dios; se concedían todos sus deseos, hasta el instante en que moría.

      Es entonces cuando se produce una pausa en la narración y siguen las imágenes de la llegada del hombre que será sacrificado y la realización del ritual religioso por el sacerdote, que clava un cuchillo en el corazón de la víctima mientras el pueblo maya se mantiene arrodillado y con la cabeza baja durante el momento principal del ritual del sacrificio humano. El narrador continúa exponiendo más detalles históricos:

      Durante siglos, en reinos pequeños y exiliados, este pueblo vivió en paz consigo mismo y con sus dioses. Pero luego llegaron conquistadores del Oeste, con espadas de metal que los hacían invencibles contra las armas de madera de los mayas. Uno a uno, absorbieron los pequeños reinos, hasta que la última fortaleza, Chichén Itzá, cayó. Su líder, Hunac Ceel, cruel como cualquier dios, se sintió tan poderoso como uno.

      Allí, vemos la llegada de otro pueblo conquistador y el ascenso de su líder Hunac Ceel (Leo Gordon) a lo alto de la pirámide de Chichén Itzá, mientras los mayas penetran en la pirámide, cierran la puerta principal y huyen por la entrada subterránea secreta, la cual está debajo de una escultura de piedra denomina­da posteriormente chac mool, donde, en virtud de la muerte de su padre, el joven príncipe será aclamado rey y sucesor de la dinastía maya.

      Figura 7. Cartel original de la película Los reyes del Sol, de J. Lee Thompson. [Divulgación/The Mirisch Corporation.]

      A partir de ese momento, Balam (George Chakiris) tiene la misión de liderar la fuga de sus seguidores a otra región y organizar la resistencia contra el dominio expansionista de Hunac Ceel y los hombres bajo su mando, que poseen espadas de metal. En la fuga, Balam entra en contacto con otro pueblo pacífico y consigue, gracias a un acuerdo con el líder local, unir los dos pueblos bajo la condición de casarse con Ixchel (Shirley Anne Field), la hija del jefe de este pueblo. Con la llegada de Hunac Ceel a la región, el caudillo local acaba siendo asesinado y Balam se convierte en el líder de los dos pueblos, ahora unificados. Balam navega hacia una región costera del Golfo de México y consigue escapar temporalmente del clan rival que lo perseguía.

      Tras una larga travesía llegan sanos y salvos a tierra firme. A pesar de todo, la nueva aldea de los mayas ya está bajo el dominio de un grupo amerindio hostil y enemigo encabezado por Águila Negra (Yul Brynner), quien ataca sin ayuda a Balam, pero cae prisionero y lo eligen como ofrenda en ritual de sacrificio maya. Mientras lo preparan para el sacrificio, Ixchel, la joven novia prometida al rey de los mayas, cura sus heridas.

      Durante su cautiverio, Águila Negra comienza a mostrar interés por Ixchel y a ganarse el respeto de Balam, quien se oponía a la tradición de los sacrificios humanos realizada por los mayas. La víspera de su inmolación, Águila Negra descubre su trágico destino y, como la tradición maya señala su derecho a pedir lo que quiera, decide, en un acto de venganza, que su último deseo sea pasar la noche con Ixchel. La joven consigue disuadirlo con el argumento de que su afán es mostrar odio, no amor.

      Con el resurgimiento en escena de los antiguos enemigos de los mayas, el triángulo amoroso debe interrumpirse y ahora los dos grupos juntarán sus fuerzas para luchar contra los agresores y salvar sus aldeas. Al final, el rey maya Balam se enfrenta al terrible Hunac Ceel en lo alto de una pirámide en construcción y acaba por derrotar al enemigo, que, al morir, rueda escalera abajo. El líder aliado, Águila