–Sí, claro, cuéntame.
–Pues que me dejó plantado en el despacho cuando le comenté la situación. Me dijo que no quería tener una reunión basada en hechos no concretos, y la tía se fue del despacho, ¡con un par!
–¿Dos Guinness para empezar? Te vendrá bien relajarte.
–Sí, por favor; creo que necesito una pinta de cerveza para poder empezar a pensar.
–Una cerveza te pondrá en estado zen, jajajá.
Steve se va a la barra a pedir dos Guinness mientras Carlos se queda apoyado en una mesa alta de madera, pensativo y con cierta cara de preocupación.
–¡Aquí la tienes, campeón!
–Ummm, perfecta, ummmm. ¡Este brebaje es la miel de los dioses!
–Bueno, venga, continúa.
–¡Si no hay más! Se fue del despacho y tengo que ver cómo manejar este tema porque si hago lo que me pide el cuerpo la tiro por la ventana. Pero prefiero usar alguna técnica de esas que nos enseñaron aquellos coaches del programa de Leadership&Talent antes de practicar el lanzamiento de personas a distancia.
–Sí, es cierto; debes controlarte porque te veo demasiado tenso. Vamos a ver, Carlos; una cosa es tener una conversación dura con una persona y querer tirarla por la ventana y otra muy diferente es que te deje plantado en medio de una reunión y tú no hagas nada. Creo que hay una diferencia bastante clara y estar en el punto medio es lo más sensato, o al menos es lo que haría yo. Vamos a ver; no soy de ese tipo de personas a las que les guste dar consejos, y tú me conoces muy bien en eso, pero de todas formas yo llamaría otra vez a… ¿es un hombre o una mujer? No me lo has dicho.
–Es una mujer; creo que sí te lo había dicho. Pero ¡qué más da!
–Bueno, da exactamente igual, tienes razón. Pues llámala y dile que quieres otra reunión con ella, pero no te dejes aplastar por el carácter que tiene porque al final perderás los papeles como lo hace ella. Vete tranquilo y sin esperar ningún resultado concreto del encuentro. Recuerda que no es un tema a resolver en una reunión. Empieza a tener reuniones o come de vez en cuando con ella para hacerle seguimiento, tal y como nos enseñaron.
–OK, gracias, Steve. Me ha servido mucho hablar contigo porque estaba bastante cabreado conmigo mismo. Vamos a cambiar de tema ahora que no quiero hablar más de trabajo. ¿Qué tal te va con…
Llamada de teléfono de Carlos a Sara cinco días más tarde Lugar: Despacho de Carlos
Hora: 9:02 h martes 22 de octubre de 2019
–Buenos días, Sara
–Hola, Carlos. Dime.
–¿Cómo tienes el día?
–Pues liada, como siempre. ¿Qué quieres?
–Necesito verte hoy. ¿Me harías un hueco por la mañana?
–Vale, te puedo ver a las 12:00 h antes de comer, si te parece bien.
–¿Nos vemos mejor en al cafetería?
–Sí, claro. Allí nos vemos a las 12:00 h. ¡Yo pago el café!
–¡Hecho!
Segunda reunión entre Carlos y Sara Lugar: Cafetería de la empresa Hora: 11:57 h martes 22 de octubre de 2019
Tres horas más tarde, en la cafetería de la empresa en una mesa tranquila está sentado Carlos, cuando de repente aparece Sara.
–¿Qué quieres tomar, Carlos?
–Un té por favor, con estevia si es posible.
–Aquí lo tienes. Ufff como quema, ten cuidado.
–Parece que sirven el café y el té para que nos quememos la lengua y no podamos hablar. Esto debe ser una estrategia de la competencia. Jajajá.
–Jajajá.
–Pues tú dirás, Carlos.
–Sara, quiero hablar del tema del otro día. Necesito comentar contigo otra vez lo de Lingoo Sand.
–Pero, vamos a ver; ya te dije el otro día que yo no quería hablar de este tema y…
–Espera, espera. No vayas tan rápido. Quiero explicarte algo más. Sabes que nuestra empresa ha puesto en marcha desde hace un tiempo un programa de cambio de liderazgo y todos los jefes de equipo tenemos que ponerlo en práctica porque es parte de nuestro trabajo. Y he decidido empezar contigo, aunque voy a seleccionar a más personas para esto. Quiero que sepas que no es un castigo; es todo lo contrario, una oportunidad para los dos: para mí en mi desarrollo como mánager tuyo, y para ti en tu crecimiento profesional y de tus competencias. (3)
–Dilo como quieras, Carlos, pero a mí me parece un castigo.
–Quiero explicarte cómo lo vamos a hacer. Nos vamos a reunir cada 10 o 15 días aproximadamente durante un rato y vamos a hablar de ti. Quiero decir que no vamos a hablar del trabajo, sino de Sara en el puesto de trabajo. ¿Entiendes la diferencia?
–Vamos, que has aprendido unas técnicas en algún bestseller que has comprado y me vas a hacer de psicologuillo, jajajá.
–No exactamente, Sara. Quiero trabajar tu desarrollo profesional. Tienes mucha experiencia y todavía mucho potencial por desarrollar, pero necesito que estés totalmente comprometida y que te lo tomes en serio. Si no es así, dímelo directamente y escojo a otra persona.
–Creo que por la cara que pones no tengo elección, así que voy a hacerlo. No creo que me quede más remedio.
–Entonces, Sara, cuéntame un poco más de lo que ha ocurrido con el cliente italiano.
–Ya te dije que no había ocurrido nada. Estoy harta de personajes como estos. Nada más.
–¿A qué te refieres con que estás harta con personajes como estos?
–Estoy cansada de tener que ir a precio todo el rato. Estamos con unos márgenes mínimos y a estos tipos parece que les da igual que tú puedas reventar.
–¿Qué ocurrió la última vez que fuiste a Italia? (4)
–La verdad es que el jefe de ventas, Marco, es insoportable. De hecho me trata muy mal porque soy mujer. Puedo sentir en su cara que no le gusta nada que yo esté allí. Pero que se aguante; no estoy para soportar a las personas que viven en el pasado de una cultura machista. En realidad prefiero que se ponga así porque me siento más fuerte en esas situaciones; me gustan los retos con idiotas como ese.
–¿A qué te refieres cuando dices «sentirte más fuerte»? (5)
–Te lo explico con más detalle. Llevaba toda la semana de viaje y cuando llegué a Italia cogí un taxi hasta su oficina. De verdad que estaba reventada por los días anteriores; de hecho ese día no había dormido más de tres horas y tenía un aspecto horrible. Bueno, pues llegué a la reunión y lo primero fue que Marco no me ofreció ni un maldito vaso de agua sabiendo que llegaba de un viaje de más de cuatro horas. Me plantó la oferta que le enviamos por email encima de la mesa y me dijo que si nos estábamos riendo de él, pero además en un tono muy feo. Un tono que no se lo he oído utilizar a nadie en una reunión de trabajo. ¡Solo les habla así a las mujeres! Porque a su secretaría la trata igual, aunque con un poco de más delicadeza, claro.
–¿Cómo te sentiste en ese momento? (6)
–¿Yo? Pues casi exploto. Le dije, «mira, a mí lo primero no me grites porque cojo el avión de vuelta a Amsterdam y aquí te quedas». Eso me encantó, porque se le puso la cara roja; yo creo que no se lo esperaba. ¡Incluso me sorprendí de mí misma! Después, con un tono bastante duro, le dije que la oferta la habíamos hecho con un cariño increíble y que no le iba a permitir comentarios de ese tipo. ¡Pero qué se cree ese idiota,