En esto hay que ser un poco como los niños: hay que entrar de la mano de la intuición, con verdaderas ganas de descubrir y dejando que la experiencia (sea la que sea) fluya libremente, sin aferrarse a ningún propósito que no sea sincero y establecido desde el corazón. Y, por encima de todo, como haría un niño, no hay que cuestionarse sino avanzar con una actitud de exploración y apertura.
Aquí, más que en ningún otro asunto que se me pueda ocurrir, el que busca sinceramente acabará por encontrar y el que duda solo obtendrá más duda y sinrazón. Somos cualquier cosa menos lógicos y razonables, unos seres que prefieren vivir desde la falta de coherencia porque es lo más fácil y cómodo.
Entonces, solo hay un camino acertado de acceso a la trascendencia y es la vía del corazón, de la experiencia sentida y no predeterminada por el alienante pensamiento. Únicamente a través de esa vía podrás tener certeza, de lo contrario todo será un laberinto de dudas.
Ahora bien, estos caminos, como es habitual en este mundo, se abren en dos direcciones opuestas: lo luminoso y lo oscuro. Porque en todas estas cosas hay vías blancas, limpias o positivas, y vías oscuras o negativas. Ambas funcionan, no lo dudes, pero has de tener muy claro el camino que eliges.
Caminos como el que plantea el mal llamado «juego» de la ouija —que no tiene nada de lúdico—; quienes lo practican suelen terminar arrepintiéndose de haberlo hecho. Peor aún, la práctica de mancias oscuras es verdaderamente peligrosa y tras ellas se ocultan grandes negocios y terribles juegos de poder. Recuerda que el mago oscuro siempre muere joven.
Otro modo de llegar rápidamente a la experiencia de la trascendencia es a través de la ingesta de alcaloides, empleando las «plantas sagradas» para experimentar así esa otra realidad. Esto no deja de plantear riesgos, a menos que seas guiado por alguien verdaderamente experto, un auténtico chamán (ya que falsos hay muchos) que te prepare previamente y te acompañe.
Con la mayoría de estas propuestas tienes más riesgos de salir perdiendo que de ganar.
Por el contrario, puedes elegir vías más largas y de lentos resultados, para las que se requiere más esfuerzo pero de las que nunca podrás arrepentirte, como son la vía de la meditación, la práctica del sueño consciente o el acompañamiento de personas y animales que se encuentran en tránsito a la muerte. En cualquier caso siempre se tratará de explorar estas otras realidades sin un interés de beneficio secundario u oculto, o dicho de otro modo, o tus intenciones son verdaderamente limpias o no habrá resultados de ninguna clase.
La meditación es, sin duda, la puerta de entrada más exigente y lenta pero la que mejor te prepara para comenzar a explorar esas otras realidades y a asimilar, de forma gradual, los cambios que de estas experiencias se derivan (que son muchos y muy profundos).
El acompañamiento a personas o animales en fase terminal son grandes pruebas de humanidad y valor pero, sobre todo, constituyen enormes lecciones de las que esta sociedad está muy necesitada.
También podemos mencionar aquí los beneficios de la práctica del sueño consciente, que te abre puertas de comunicación y entrada a esos mundos. Muy frecuentemente, los seres trascendidos emplean esta vía como forma de acceso a ti y de saltarse las barreras que pone tu mente y tus creencias para establecer contacto con ellos.
Además, la práctica del sueño consciente replica una gran parte de los procesos de salida del vehículo físico que se darán cuando abandones el cuerpo de forma definitiva.
Pero hay más. Las experiencias que se obtienen con las regresiones son sin duda una gran herramienta, terapéutica y limpia, así como las que se consiguen con sesiones de respiración holotrópica y sus variantes.
Todo ello, en suma, son caminos de aproximación a la trascendencia que puedes explorar de una forma controlada, segura y acertada.
Naturalmente, dentro de estas vías además está la práctica del phowa, de la que desvelaremos todo cuanto nos sea posible en la tercera parte del libro para facilitarte este camino.
Todas estas opciones son más exigentes, pero con su práctica la persona va haciéndose más profunda y preparándose para acceder de forma natural a realidades más amplias y extensas que las que configuraban hasta ese momento su idea de la «realidad». Por tanto, el viaje exige un proceso de desarrollo personal que unos recorren más rápido que otros en función de la voluntad que pongan en ello y de las ganas que tengan de esforzarse. Lo mejor de todo es que, se encuentre lo que se encuentre al final del camino recorrido, siempre habrá una recompensa valiosísima que es la que se deriva del crecimiento personal obtenido.
El reto que plantea el fin de la vida
«Yo estaba consciente en el vientre de mi madre.
Por un lado, quería expresarme como ser humano,
pero por otro lado, no lo deseaba,
pues sentía que yo era espíritu».
Paramahansa Yogananda,
La mayoría de las veces en que nos enfrentamos en la vida a un acontecimiento que nos pone a prueba, de esos que hacen brotar nuestras dudas más profundas, podemos crecer como seres humanos porque detrás de esas experiencias nos esperan grandes oportunidades para conseguirlo.
Son esos retos que posponemos, esas decisiones que no acabamos de tomar, los cambios de rumbo que sabemos imprescindibles para seguir avanzando y que tanto nos cuesta hacer, los que nos hacen salir de nuestras sombras, y es tras ellos donde se oculta una gran luz para nosotros. Una vez pasemos por ello obtendremos la paz y la serenidad que deseamos volver a sentir. La única condición es pasar por esa tormenta interior y afrontar eso que tanto tememos, porque es el umbral que nos separa de una nueva vida.
Tanta es la resistencia que ponemos para pasar por la experiencia como grande es la recompensa que nos
espera al otro lado.
Además, ocurre que, aunque la persona trate de dar la espalda a esos retos, la vida le va cercando y cerrando opciones en la misma medida en que ella se esfuerza por huir de ellos. Súbitamente, lo personal, lo profesional, las relaciones, la economía, todo parece colapsar. Es como un extraño maleficio en el que, a mayor deseo de confort, mayores son las presiones a las que la vida te somete.
En el momento en que la persona hace un primer gesto para afrontar esas pruebas vitales y toma la decisión de atravesar su particular tormenta, así de rápido las circunstancias empezarán a cambiar, abriéndose nuevas oportunidades allí donde antes solo parecía haber muros. En este sentido afirma Viktor E. Frankl: «…cuando nos enfrentamos a un destino que no podemos cambiar, estamos llamados a dar lo mejor, elevándonos por encima de nosotros mismos y creciendo más allá; en una palabra, a través de la propia transformación… y viendo en la transitoriedad de la vida un incentivo para emprender una acción responsable» [4].
Quizás la vida nos envía contundentes mensajes a través de estas pruebas: «¡Experimenta!» «¡Crece!» Todo lo demás está en segundo lugar.
Lo que se aplica al individuo, se aplica a la sociedad en la que este se encuentra inmerso.
Creo que podemos estar de acuerdo en que empieza a ser necesaria una revisión