Colombia y la Medicina Veterinaria contada por sus protagonistas. Luis Carlos Villamil Jiménez. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Luis Carlos Villamil Jiménez
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Медицина
Год издания: 0
isbn: 9789585400740
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para borrar la mancha de tener “sangre de la tierra”) y así estar autorizados para contraer matrimonio con personas blancas, desempeñar cargos civiles o eclesiásticos, y tener el privilegio de usar el título de don.

      El grupo indígena (16,2 %) disminuía debido al mestizaje; constituía la población campesina asentada en los resguardos de las regiones andinas del oriente y de los territorios de Nariño y Cauca: “Formaba la fuerza de trabajo como peones o arrendatarios de las haciendas” (Jaramillo, 1974, p. 26).

      Los esclavos (5,3 %), constituidos por la población negra, se concentraba en la costa Atlántica, Antioquia y el Valle del Cauca en haciendas y minas: “pugnaban por romper los lazos de la esclavitud mediante el cimarronismo, las rebeliones y la formación de palenques que fueron cada vez más frecuentes en las últimas décadas del siglo” (Jaramillo, 1974, p. 18).

      Según el censo, en la capital del virreinato vivían 18.161 habitantes: 8122 blancos, 7350 mestizos, 1721 indios y 768 esclavos. Por esos días Ciudad de México contaba con 100.000 habitantes; Lima con 60.000; Caracas, Santiago y Buenos Aires con más de 40.000; nuestra arquitectura colonial era pobre y sobria, salvo la de algunas iglesias y conventos. (Jaramillo, 1974, p. 23)

      Nuestras condiciones culturales no eran propicias, si se comparan con las de otros virreinatos. En Perú, la Universidad Regia apareció en 1551; la de México, en 1553. La primera imprenta fue la de México, en 1559; la segunda, la de Lima, en 1584. En la Nueva Granada, solo hasta finales del siglo XVIII se comenzó a pensar en la Universidad Regia, pero no se hizo realidad; la primera biblioteca pública apareció en 1788, sobre la antigua biblioteca que perteneció a los jesuitas desde 1598, fecha en que establecieron el primer colegio en la Nueva Granada (Restrepo, Arboleda y Bejarano, 2003; Rubio Hernández, 2014). De acuerdo con lo expresado por Liévano Aguirre (1996):

      Son diversas las facetas y singulares los hechos y movimientos que matizaron nuestra historia. La rebelión de los Comuneros iniciada por Manuela Beltrán en 1781, el incumplimiento de los pactos, el martirio de Galán, Alcantúz, Molina y Ortiz eran expresiones y señales de descontento presentes a lo largo de nuestra historia. “Por el humo, por el agua y por el sueño nos cobran impuestos”, otra Manuela: Manuela Cumbal, se opuso públicamente al cobro de los diezmos en la llamada Revolución de los clavijos en el sur del país. (p. 5)

      Con el golpe napoleónico de 1808, que desestabilizó el sistema de gobierno español cuando el rey Fernando VII fue reemplazado por José Bonaparte, las repercusiones de la crisis peninsular se sintieron en la Nueva Granada. “Viva el Rey, muera el mal gobierno”. La solidaridad con la Corona era discutible: en el acta del Cabildo del 20 de julio de 1810 se propuso que Fernando VII viniera a reinar en Santafé de Bogotá; se veía también una oportunidad para la representación política de diputados elegidos en todas las provincias de la monarquía, incluyendo las de América.

      Como describe Muñoz Rojas (2001), el Memorial de Agravios de Camilo Torres demandaba representación con justicia e igualdad; en otro escrito, de 1810, argumentaba que el pacto entre el pueblo y el Gobierno se había roto con la desaparición de Fernando VII y, por tanto, el poder revertía en el pueblo, quien era su titular y podía depositarlo en quien quisiera (Gómez Hoyos, 1988).

      Para Torres había existido un vínculo político legítimo, pero el destino separaba a España de sus colonias; no cuestionaba los derechos de conquista, como sí lo hacía el cura de Mompox, quien cuestionaba la legitimidad de la conquista de América (Muñoz Rojas, 2001):

      Manuel de Pombo justificaba la separación teniendo en cuenta la distancia geográfica con España, la autonomía dada por la riqueza material agrícola e intelectual de América, que le permitía subsistir por sí misma, la necesidad de un gobierno justo y representativo, la arbitrariedad y el despotismo de los funcionarios públicos, el atraso de las colonias bajo el gobierno español, la diferencia de intereses entre las colonias y la metrópoli; los inconvenientes resultantes de las guerras de España y la disolución de los vínculos con la monarquía, tras los hechos de 1808; de Pombo tampoco hace alusión a los títulos de la conquista. (Muñoz Rojas, 2001, p. 4)

      Pero la situación era compleja: las ideas y las investigaciones relacionadas con la filosofía de la naturaleza, también podrían interactuar con políticas subversivas, tal como lo expresaba Manuel del Socorro Rodríguez, encargado de la primera biblioteca pública de Bogotá. La Revolución Francesa y los eventos en América del Norte mantenían un ambiente interesante para los ilustrados neogranadinos (McFarlane, 1997).

      Estos hechos contribuían a dinamizar el pensamiento y el comportamiento político, a establecer una ruptura con el pasado y a conformar grupos de líderes criollos unidos por lazos familiares, profesionales, de ascenso social y de negocios; el grupo de los “ilustrados”, que pretendía la igualdad política entre criollos y peninsulares, y otros grupos (indios, mestizos, negros) no se tenían en cuenta. Durante la Colonia el acceso a la universidad era restringido; se tenían en cuenta dos condiciones: no tener “sangre de tierra” y no haber desempeñado oficios indignos (manuales); “el optar por un título garantizaba estatus social y pertenencia a la minoría de criollos y españoles con aires de hidalguía” (Jaramillo, 1974, p. 9).

      Otros sucesos como el proceso contra Nariño (1794) y la comunicación de los nuevos ideales a través de las instituciones educativas y científicas, los libros y la prensa, ofrecían a los jóvenes criollos una perspectiva sobre su condición y, por supuesto, nuevos medios de expresión. La visión de una sociedad más secular que religiosa, un interés por el progreso material y el interés por las ciencias naturales generaron nuevas formas de asociación que bien podían ser utilizadas con propósitos políticos (McFarlane, 1997).

      “La represión, la exclusión y la desconfianza de las autoridades resintió a los locales, quienes se consideraban dignos de compartir el poder en momentos de emergencia imperial, lo cual avivó un proceso de radicalización” (McFarlane, 1997, p. 15). Así se iniciaba el devenir de los primeros cien años. La Patria Boba; la reconquista española; la guerra de la Independencia; los conflictos internos, y las guerras fratricidas, marcaron el alma de la nación, hicieron difícil y excluyente la educación, y esporádica o ausente la investigación (Obregón, 1990).

      La Independencia, sociedades y científicos

      Con el entusiasmo de la Independencia, fueron muchas las expectativas; las élites políticas se consideraban partícipes de cambios profundos, se iniciaba una nueva época, pero no para la ciencia y la academia. De acuerdo con Becerra y Restrepo (1993), varios fueron los eventos que marcaron la vida independiente desde la perspectiva de la ciencia y la tecnología:

      La organización del nuevo Estado aglutinó talentos y energías en un ambiente de grandes proyectos, con exiguos presupuestos y escaso talento humano calificado. Francisco Antonio Zea se encargó de establecer un Museo de Ciencias Naturales (inspirado en el Museo de Historia Natural de Paría) y una Escuela de Minería; contrató un equipo de cinco investigadores franceses y un colombiano que debería echar a andar la ciencia y la tecnología en la Nueva Granada.

      En la antigua casa de la Expedición Botánica se abrió el Museo de Historia Natural, en 1824, con la asistencia del vicepresidente Santander y los secretarios del Interior y de Guerra. Un año después el director Zea se marchaba del país; la dirección fue inestable, no se articularon planes ni proyectos. El museo se convirtió en depósito de reliquias, curiosidades y en nicho para los nombramientos políticos y el cultivo de la burocracia.

      El Observatorio Astronómico fue construido a solicitud de Mutis por Domingo de Petrés en 1803 y dirigido inicialmente por Caldas; además de su interés por las ciencias naturales, intentó contribuir al mejoramiento de la producción agropecuaria del país con artículos sobre meteorología aplicada, geografía vegetal y métodos de cultivo de diferentes plantas.

      En la opinión de Becerra y Restrepo (1993), el observatorio durante la vida independiente fue subvalorado (1813-1846):

      […] abandonado, utilizado como un simple local; se utilizó como heladería, tienda de sorbetes, taller de fotografía, fortaleza y punto de ataque en la guerra de 1860. Fue también prisión de Estado, donde irónicamente fue recluido Tomás Cipriano