Voy proyectando vibraciones mías a esa unión física, a esa célula inicial. Es como si mi energía rodeara a esa célula física y le diera luz.
Esto es muy importante porque si por algún motivo el principio vital se retira, si el alma logra zafar del anclaje celular, el embrión no podrá desarrollarse y se producirá lo que conocemos como un aborto espontáneo de etiología desconocida. No se trata tan sólo de un proceso químico biológico. Si el alma falta a la cita no habrá desarrollo embrionario. De alguna manera esto es lo que ocurre con la fertilización in vitro. No depende sólo de la técnica empleada. La fertilización podrá efectuarse pero si el alma no logra hacer pie en esa fecundación asistida el intento fracasará. En cierta forma hay que atrapar al alma en ese momento. Esto es lo que hacían los sacerdotes mayas quienes representaban el alma con un pez al que denominaban pixan. Mediante un rito de magia simpática, elchilán (sacerdote) con una mano atrapaba un pez y obligaba al pixan a fundirse en el feto en gestación. De modo que en realidad la embriogénesis no es otra cosa que la preparación de un vehículo adecuado para que el alma que regresa a la vida física se conduzca en su nueva experiencia en la tierra.
Para comprender entonces cabalmente lo que va a acontecer durante la vida fetal, el primer punto es tener presente que la conciencia del nuevo ser ya existe antes de su concepción. La conciencia no depende del cerebro para su existencia sino que necesita de él para su manifestación en el plano físico. El segundo punto a tener en cuenta es que este ser que va a tomar posesión de ese embrión en formación trae consigo su historia, su personalidad ya bien definida a lo largo de muchas existencias previas, sus recuerdos y sus propósitos. De la convergencia y de la interacción de su propia historia con la historia de los padres que va a tener, con la carga genética que estos padres le darán y con el entorno social y ambiental en el cual nacerá dependerá su nueva experiencia en la vida física. De la interacción de estos factores, de su propia capacidad de adaptación a las nuevas circunstancias y del peso que cada uno de estos factores adquiera dependerá su vida, sus posibilidades y el grado de desarrollo que alcancen los proyectos que traiga para realizar en esta existencia.
Recordemos que hemos vivido muchas vidas y que cada una de ellas deja una huella profunda en el alma. Junto con su historia personal, el ser que acaba de ser concebido en el plano físico trae también todo un bagaje de conocimientos, emociones, capacidades latentes, deseos insatisfechos, miedos y culpas como así también un propósito a cumplir y una lección a aprender. Con toda esta carga es como llega este ser al vientre de quien será su futura madre. Nadie imagina la magnitud de la responsabilidad que adquiere una mujer en el momento de quedar embarazada, porque a partir del instante de la concepción su vientre se convertirá en una caja de resonancia donde cada situación que ella viva funcionará como un eco del pasado para el ser que está allí con ella, despertando, reactivando, reforzando o suavizando y neutralizando los recuerdos traumáticos de sus experiencias anteriores.
Debido a la presencia del alma el feto tiene una extraordinaria sensibilidad para recibir y registrar las más mínimas sensaciones de su madre. Puede percibir los estados afectivos más sutiles y más complejos, como la ambivalencia y la ambigüedad, y reaccionar emocionalmente en consecuencia. A partir de aquí, todo lo que le ocurra a la madre en esta etapa incidirá en el feto. Cada emoción, cada circunstancia difícil o mareante que experimente la madre despertará en el alma que está ocupando ese feto el recuerdo de una circunstancia anterior similar. Por analogía se reactivarán las memorias del pasado. Si sus vidas anteriores fueron trágicas puede resistirse a nacer. Si los padres tan sólo piensan en abortarlo aunque luego no lo hagan, sentirá la amenaza de la muerte y eso le hará recordar la experiencia de alguna muerte anterior. Tal vez sus padres de hoy lo mataron en una existencia previa. Entonces pensará que quieren matarlo nuevamente y sentirá la desesperación de estar acorralado y atrapado sin tener siquiera la oportunidad de escapar porque en el útero no hay lugar adonde huir. Lo único que puede hacer es quedarse allí, hecho un ovillo, impotente y a merced de la voluntad de sus padres. Quizás haga lo indecible para no nacer y no correr riesgos o se diga a sí mismo: “Haré todo lo que me pidan con tal de que no me lastimen”. Nada afecta más a la madre que la relación con su compañero y sus consecuencias emocionales son vividas por el feto como propias. Si la madre es rechazada por su pareja o por su familia sentirá que él también es rechazado y hasta puede sentirse culpable de ese rechazo. Tal vez piense que si él no estuviera ahí su madre no sería rechazada. El sentimiento de rechazo trae consigo la desesperación y la incertidumbre de no saber qué hacer. ¿Adónde ir? Tan sólo de aquí, de este rechazo en la vida fetal, puede provenir la sensación de algunas personas de no encontrar nunca un lugar para sí o de tener siempre deseo de irse o de huir al menor contratiempo. El alma trae sus impresiones del pasado y una vez que está unida al feto el universo que la rodea se tiñe del color de ese pasado entremezclado con el color de las emociones de su madre.
Dentro del vientre materno el alma tiene una gran dificultad para discriminar sus sensaciones de las de la madre. Prácticamente madre y feto funcionan como una sola alma. Ya Leonardo da Vinci había advertido esta peculiaridad en sus Cuadernos:
Una misma alma gobierna los dos cuerpos. Las cosas que desea la madre se imprimen frecuentemente sobre el niño que ella lleva allí en el momento en que ella las desea. Todo anhelo, deseo supremo o temor de la madre o todo dolor de su espíritu hieren fuertemente al niño ya que es frecuente que él muera debido a ello.
Una misma alma. De eso se trata ya que sus campos vibratorios están en contacto íntimo. Hay una conexión de onda cuántica entre la madre y el feto y esto significa que hay una comunicación telepática entre ambas mentes aunque la madre no tenga conciencia de ello y es esta conexión tan particular la que dificulta la discriminación por parte del feto. La madre y el feto están conectados entre sí y aunque muchas madres no perciban los pensamientos de su bebé simplemente porque no piensan en él. pueden estar seguros de que el feto sabe perfectamente todo lo que pasa por la cabeza y las emociones de su madre y hasta puede leer los pensamientos de su padre y de otras personas cercanas. La presencia o ausencia del padre es nítidamente percibida por el feto, quien sabe perfectamente cuáles son las actitudes de aquél hacia su madre y hacia su futuro hijo. Si el padre espera un hijo varón y el feto es hembra el alma puede tomar decisiones in útero que condicionarán toda su vida. Puede sentirse culpable por no ser lo que su padre espera que sea o tomar la determinación de ganarse su amor sometiéndose a su voluntad y más adelante reproducirá esta conducta en cada vínculo afectivo que establezca.
Así como el feto tiene una sensibilidad extrema para grabar las emociones de la madre, así también sus reacciones pueden ser desmesuradas. Ante el rechazo, la agresión o la indiferencia de los padres puede reaccionar con impotencia, culpa, pánico, odio, rencor o deseos de vengarse y matar. Estos sentimientos pueden funcionar por años en la sombra del subconsciente para surgir más tarde en el adulto como rencor, temor o rechazo inexplicables hacia su madre, su padre y el mundo en general. Algunas depresiones de la vida adulta pueden tener su origen en una de estas emociones de la vida fetal. Muchos mandatos o patrones de conducta son establecidos o adoptados por la persona en su etapa fetal, cuando su capacidad de discriminación está limitada mientras que sus reacciones emocionales están exacerbadas. No todos los mandatos de la etapa prenatal se deben a la programación materna. Me atrevería a ir más allá diciendo que la mayoría de las decisiones que más tarde resultan ser funestas son tomadas por el propio feto como consecuencia de sus reacciones emocionales. Explorando con la regresión esta etapa de la vida, la persona puede hacer el trabajo de discriminación de las sensaciones que no le pertenecen como así también reconocer y desprogramarse de sus propios mandatos.
El momento del nacimiento es el instante culminante de la vida fetal. El trauma del nacimiento está profundamente entretejido con el trauma de vidas pasadas y con la experiencia de la vida intrauterina. No quiere decir esto que no haya nacimientos apacibles y gozosos, porque en verdad los hay, pero para la gran mayoría de las personas el nacimiento puede llegar a ser la situación más traumática de su vida. El bebé en tren de nacer se acuerda de sus experiencias anteriores y siente que otra vez está en el infierno de una muerte antigua.