Escenas del descubrimiento: Pinzón se viene arriba
Martín Alonso sube a La Santa María y llama a Cristóbal a gritos.
—¿Qué pasa, Martín? —pregunta Cristóbal Colón, pensativo, mientras se hurga la nariz.
—Oye, almirante, he estado interrogando a los nativos de las casas de allá y, por los gestos y lo que dicen los taínos, se ve que aquí, en Colba…
—Isla Juana, Martín, habla con propiedad.
—Bueno, pues Juana, cojones, ¡atiende! Me cuentan que en el interior hay una ciudad que se llama Cuba y que su rey está en guerra con el Gran Khan en el norte.
—¡Anda! Pues son excelentes noticias, supongo. ¿Y estás seguro? ¿Cómo has obtenido datos tan concretos?
Martín Alonso Pinzón titubea.
—Bueno… La verdad es que ellos lo único que repiten es «Cubanacán», una y otra vez. Pero, vamos, por los gestos…
—No sé yo si eso es muy preciso, Martín.
—Al menos es más preciso que la mierda de mapas que está garabateando Juan de la Cosa. Dice el tío que como el barco se mueve, le salen mal y no hace más que malgastar…
—Venga, vete, no me molestes, que estoy repasando el discurso que le soltaré al Gran Khan cuando lo encuentre por la gracia de Dios.
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