Bixler (1999) comparó los coeficientes de sustentación y de arrastre para su modelo computerizado de la mano y del brazo, y sus resultados también sugieren que el antebrazo contribuye de forma significativa a la fuerza propulsora total durante la brazada. Utilizando una velocidad de 2,0 m/s para la mano y 1,5 m/s para el brazo, la fuerza propulsora producida por su modelo estaba alrededor de 50 a 60 N con los ángulos de brazada y ángulos de ataque de la mano utilizados con más frecuencia por los buenos nadadores. Las fuerzas propulsoras de la mano estaban entre 35 y 43 N con los mismos ángulos de brazada y de ataque. Por lo tanto, añadir el antebrazo al modelo pareció aumentar la fuerza propulsora en aproximadamente un 27% sobre la cantidad producida por la mano sola. Calculó estas fuerzas para ángulos de brazada de entre 45º y 60º y ángulos de ataque de las manos de entre 60º y 75º en los movimientos de brazada dirigidos tanto hacia dentro como hacia fuera.
Schleihauf (1984) también presentó datos sobre la contribución del antebrazo a la propulsión en el estilo libre. Sus resultados se basaron en los cálculos matemáticos de la fuerza propulsora producida por las manos y los antebrazos de nadadores reales. Mostraron que, en el estilo libre, los antebrazos produjeron una cantidad significativa de fuerza propulsora durante la fase mediana de la brazada subacuática cuando los nadadores traían las manos hacia dentro por debajo de sus cuerpos y luego empezaban a moverlas hacia fuera y hacia arriba. La fuerza propulsora efectiva producida por los antebrazos rondaba los 15 N durante la mayor parte de este período. Las manos estaban produciendo aproximadamente 50 N de fuerza propulsora efectiva durante la misma fase, de manera que los antebrazos contribuían aproximadamente un 23% a la fuerza propulsora total.
De hecho, los resultados de estos tres estudios son académicos, es decir, no reflejan las verdaderas diferencias entre las velocidades de la mano y del antebrazo en la natación real. Cuando se impulsa el agua para que fluya alrededor de modelos de manos y brazos que están suspendidos en canales o simulados por ordenador, su velocidad será la misma en todos los puntos de los modelos. Será igual cuando se empuja el modelo de una mano o un brazo por el agua a una velocidad constante. Sin embargo, en la natación real, la velocidad del antebrazo y, en menor grado la mano, varía a lo largo de su longitud, según la distancia del hombro a un segmento particular. En otras palabras, en la natación real la parte inferior del antebrazo estaría desplazándose a una menor velocidad que la mano, pero más rápidamente que la parte media y superior del mismo. Como consecuencia, los cálculos que implican el uso de una velocidad para todas las partes de la mano y otra velocidad, arbitrariamente más lenta, para todos los segmentos del antebrazo evidentemente no serán totalmente exactos. Por lo tanto no es de extrañar que las estimaciones que hicieron estos tres investigadores acerca de la contribución propulsora del antebrazo difieran tanto.
Independientemente de este hecho, los resultados de los tres estudios sí que indican que el antebrazo puede contribuir de manera significativa a la fuerza propulsora total que los nadadores crean durante las brazadas. Si suponemos que la diferencia entre la velocidad de la parte de la mano que se desplaza con más rapidez (las yemas de los dedos) y la parte que se desplaza con más lentitud del antebrazo (cerca del codo) era aproximadamente 0,5 m/s, el antebrazo estaría contribuyendo alrededor del 27% (según los cálculos de Bixler) y 38% o más (según los cálculos de Cappaert) a la fuerza propulsora total de la brazada.
Desafortunadamente, no podemos calcular la contribución real del antebrazo en la propulsión en la natación hasta que se haga una investigación en la que se midan la fuerza propulsora de la mano y la del antebrazo según la relación complicada que existe entre sus diferentes velocidades. En ausencia de una investigación de este tipo, los resultados de estos tres estudios sugieren claramente que el antebrazo puede contribuir con mucho a la fuerza propulsora total producida por los nadadores con sus brazadas, aunque el valor exacto de esa contribución nos es desconocido en este momento.
Propulsión con las piernas
En la década de los sesenta y principios de los setenta, la opinión dominante entre los expertos de la natación era que las piernas no contribuían a la propulsión en tres de los cuatro estilos competitivos porque se movían hacia arriba y hacia abajo en lugar de hacia atrás. La excepción era la braza, en la que las piernas efectivamente empujaban hacia atrás. Esta opinión cambió a finales de los setenta. Se reexaminó el papel de las piernas cuando llegó a estar de moda la propulsión por sustentación y empezamos a pensar que la contribución del batido a la propulsión podría ser mayor de lo que habíamos imaginado. Desde entonces, ha habido un renacimiento del interés por la contribución del batido a la velocidad de avance, y con justicia.
Creo que el batido del estilo libre y espalda y el batido de delfín que se utiliza en mariposa contribuyen mucho a la velocidad del nado. Ahora citaré los resultados de dos estudios que apoyan el batido como agente propulsor.
Watkins y Gordon (1983) hicieron que un grupo de 33 nadadores competitivos de ambos sexos nadasen unas distancias cortas a velocidad máxima con el estilo libre completo (con brazos y piernas) y sólo con los brazos. Durante las pruebas sólo con los brazos, los nadadores llevaban un pullbuoy para dar soporte a las piernas. Encontraron que los nadadores sólo podían nadar con los brazos al 90% de la velocidad que alcanzaban cuando ejecutaban el estilo completo. Por consiguiente, el batido aumentaba la velocidad aproximadamente en un 10% como promedio.
El trabajo más convincente sobre la propulsión de las piernas fue realizado por Hollander y colaboradores (1988), que utilizaron un sistema llamado MAD (medición del arrastre activo) para medir la fuerza propulsora durante la natación con estilo completo y con sólo los brazos. La figura 1.26 ilustra el sistema MAD.
El sistema MAD consta de una serie de almohadillas montadas en palos debajo del agua. Las almohadillas están también debajo del agua y están colocadas a distancias iguales a lo largo del palo de manera que los nadadores pueden estirarse hacia delante, agarrar una almohadilla y empujar hacia atrás contra ella con un brazo tras otro mientras nadan por la piscina. Se sitúan las almohadillas después de varias pruebas con los nadadores, para que su ritmo de brazada sea lo más normal posible durante la prueba. Cada almohadilla está conectada a un transductor de fuerza que tiene una interfaz con un ordenador de manera que se pueda medir la fuerza aplicada por el nadador al empujar contra la almohadilla. Dado que no hay deslizamiento cuando los nadadores empujan contra la almohadilla, toda la fuerza aplicada será propulsora y nada se pierde ni se usa para otros propósitos tales como la estabilización. Por consiguiente, el efecto de cualquier tratamiento experimental de la fuerza propulsora puede medirse directamente según la cantidad de fuerza que los nadadores puedan aplicar contra las almohadillas.
Figura 1.26. Un esquema del sistema MAD.
Adaptada de Toussaint, 1988.
Hollander y sus colaboradores estudiaron a 18 nadadores holandeses de ambos sexos del equipo nacional y de nivel olímpico en cada una de las dos condiciones:
1 Cuando nadaban estilo libre completo (con brazos y piernas) a velocidad máxima.
2 Cuando nadaban estilo libre sólo con los brazos con un pullbuoy para dar soporte a las piernas.
La fuerza media producida por los sujetos durante la natación completa fue, como promedio, aproximadamente un 12% mayor que cuando sólo utilizaban los brazos. Hollander y sus colaboradores concluyeron, por lo tanto, que el batido contribuía como promedio un 12% a la propulsión en el estilo libre completo.
Lo que es bastante interesante es que estos investigadores encontraron que algunos atletas ganaron una cantidad considerable de fuerza propulsora de