Biblioteca Studio Ghibli: La princesa Mononoke. Laura Montero Plata. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Laura Montero Plata
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788417649524
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concreto como a la semblanza que el novelista Ryūnosuke Akutagawa escribió sobre él. En ella se hace hincapié en la extraordinaria fuerza que poseía el personaje, en su poder casi sobrenatural y su coraje:

      Poniendo su confianza en un sueño premonitorio, postergó su importante misión de venganza mientras se retrasaba y empleaba su fuerza en vencer al babuino gigante y a la serpiente Orochi, siempre parece ir deprisa y corriendo sin un plan. […] No importa cuáles sean sus defectos ya que siempre están más que en equilibrio con sus virtudes. Bueno no es siempre virtud; más bien sería mejor decir que estaba más allá del bien y del mal. Iwami es sencillamente más fuerte que una persona normal (Henry, 2009: 218-219).

      La reflexión de Akutagawa sobre el mítico personaje concluye apuntando la independencia con respecto al orden establecido, tanto humano como divino. Por una parte porque se escapa de la cárcel, en contra de las leyes establecidas por los hombres, y por otra, porque acaba con la serpiente Orochi, un dios que devoraba a las hijas de los aldeanos13, quebrantando así las leyes divinas. Por lo tanto, Iwami Jūtarō se independenza tanto del mundo de los hombres como del de los dioses (Henry, 2009: 220). Al igual que Ashitaka, el popular héroe de la literatura infantil Iwami se mueve entre dos mundos sin pertenecer a ninguno de ellos.

      Si bien hay muchos más relatos de la tradición japonesa que impregnan La princesa Mononoke, como veremos en el apartado dedicado a los personajes, el último caso que analizaremos aquí como una influencia vital para la película será El poema de Gilgamesh. Se trata de una leyenda de la mitología sumeria que ha pasado a los anales de la historia como el relato más antiguo del que se tiene constancia en todo el mundo. La epopeya cuenta las andanzas de un personaje histórico, un rey, que gobernó la ciudad de Uruk (Mesopotamía) en torno al año 2750 a.C, y de su amigo y compañero de aventuras Enkidu, un hombre salvaje que había sido criado por lobos. En los libros III, IV y V, el autor anónimo relata la caza y muerte, a manos de la pareja de amigos, del monstruo Humbaba –el guardián del Bosque de los Cedros enviado por el dios Enlil14. Éste sería precisamente el pasaje en el que se inspiró el autor japonés para la creación de su filme.

      Gilgamesh es un rey fiero y aguerrido que busca la gloria, para obtenerla e intensificarla propone a su compañero acabar con Humbaba por su deseo de extirpar el mal del mundo, a lo que su amigo replica: «Conocí aquellas tierras cuando vagaba por las colinas con el antílope y el venado. El bosque es inmenso, se extiende centenares de kilómetros a lo largo y a lo ancho. ¿Qué hombre osaría adentrarse en su espesura?» (Mitchell, 2008). Enkidu insiste en que no deben emprender la caza y que deben dejar tranquilo al «guardián del bosque»15. Su amigo replica que aunque ellos no son dioses pueden aspirar al cielo y, precisamente, porque su vida es efímera deben aspirar a realizar grandes cosas, todo con el objetivo de que su gloria perdure en el tiempo.

      Para combatir a Humbaba, un ser conocido por hacer resonar el trueno, despedir fuego de sus fauces y tener una mandíbula que conducía a la muerte, el rey encarga a los herreros que le forjen armas capaces de matar a la bestia. Cuando Gilgamesh y Enkidu llegan al bosque encuentran un sendero marcado por las idas y venidas de la criatura. Al adentrarse en su guarida, Enkidu le hace una última advertencia a su compañero, que éste desoye sin prestar atención alguna. Los dos hombres atacan a Humbaba, quien prorrumpe en gritos estremecedores, ruge como el trueno y parte la tierra con sus pisadas. Finalmente Gilgamesh coloca un puñal en su garganta, momento en el que el animal con rostro de león implora clemencia: Enlil le había conferido la misión de proteger el bosque, de ser su guardián, y si le mataban sufrirían la ira de los dioses. Enkidu anima ahora al rey a que le corte la garganta antes de que desate la furia de Enlil; al tercer golpe de su hacha, Humbaba se desploma muerto en el suelo como un árbol.

      Su estertor conmovió las montañas del Líbano, inundó los valles su sangre, retumbó el bosque en quince kilómetros. Entonces los dos amigos lo abrieron, extrajeron sus intestinos, cortaron su cabeza de dientes afilados como dagas y de horribles ojos rojos de fija mirada. Cayó una suave lluvia sobre las montañas. […] Sostenía Gilgamesh la cabeza de Humbaba (Mitchell, 2008).

      La influencia de la epopeya de Gilgamesh está fuera de toda duda. La batida del señor del bosque y sus consecuencias tienen un reflejo directo en el filme, por más que las personalidades del rey Gilgamesh y el príncipe Ashitaka sean divergentes. Es curioso también el insólito vínculo que conecta a Enkidu y a San. Había sido asumido de una forma más o menos consensuada que el origen de la historia de la princesa Mononoke estaba inspirado en El libro de la selva, del escritor británico Rudyard Kipling, y, sin embargo, el hecho de que Enkidu sea descrito como un salvaje criado con lobos viene a refutar esta conjetura. Con respecto al Espíritu del Bosque imaginado por Miyazaki, éste parece ser el resultado de una mezcla de los atributos tanto de Humbaba16 como de Enlil. Del primero recoge su título de Guardián de la Naturaleza y del segundo su condición divina. En la mitología mesopotámica, Enlil es el dios de la tierra y del viento, y controla tanto las fuerzas de la Naturaleza como la vida y la muerte. De todos los dioses, él fue quien se involucró en los asuntos humanos convirtiéndose en el señor de la vida y la muerte, en una entidad por encima del bien y del mal (Littleton, 2005: 480). En El poema de Gilgamesh, enfurecido por las acciones del impulsivo rey y su amigo, Enlil les maldice provocando de forma ulterior la muerte de Enkidu. En otra de las versiones que se conocen de este clásico de la literatura, Enlil también maldice a la humanidad enviando una inundación (Sleeboom, 2004: 181, n23), mientras que en la película de Miyazaki una sustancia gelatinosa sale del cadáver del dios ciervo y mata todo lo que toca.

Illustration

      Con todas sus diferencias en el fondo y en la forma, es indiscutible que la caza del Espíritu del Bosque en torno a la que gira la segunda parte de La princesa Mononoke surgió de la lectura de este clásico imprescindible de la literatura y, sin embargo, no sería el relato original el que crearía mella en el imaginario de Hayao Miyazaki, sino una adaptación teatral llevada a cabo por el filósofo y escritor japonés Takeshi Umehara.

       PERSONALIDADES JAPONESAS

      Takeshi Umehara, nacido en la prefectura de Miyagi en 1925, es conocido por su labor en la renovación del teatro Kabuki y Nō. Entre sus obras destaca Yamato Takeru en 1989, en torno al mítico guerrero japonés que venció a los emishi, y Gilgamesh17. Considerada ésta última por el conocido filósofo como su mejor trabajo, el estreno de la obra no alcanzó el éxito deseado pero sí llamó la atención de Osamu Tezuka, quien envió una entusiasta carta a Umehara pidiéndole permiso para hacer una versión animada. A pesar de la respuesta positiva del dramaturgo, la propuesta de Tezuka nunca vería la luz por el fallecimiento del mangaka en 1989. Con el ferviente anhelo de llevar esta empresa a buen puerto, Umehara se puso en contacto con Hayao Miyazaki para proponerle que él se hiciese cargo del proyecto pero éste declinó la oferta.

      Una cierta polémica se desató cuando, en 1997, Takeshi Umehara recibió una petición por parte de Studio Ghibli para escribir un texto de apoyo para La princesa Mononoke. La sorpresa del escritor alcanzó cotas insospechadas cuando, al preguntar por qué se lo pedían a él, Ghibli contestó que se debía a que la película trata el tema del «asesinato del espíritu del bosque» (Miyazaki, 2014a: 96): el mismo asunto en torno al que giraba su adaptación Gilgamesh. En su pieza teatral, Umehara se interrogaba sobre el momento en el que el hombre se situó por encima de la Naturaleza, en oposición a ésta. Según él, esta relación comenzó con el inicio de la civilización occidental y, más concretamente, con Gilgamesh:

      La primera nación (ciudad estado) fue creada por el rey sumerio Gilgamesh (Gilgamesh se considera como el histórico rey de la ciudad-estado sumeria de Uruk, el moderno Irak, entorno al año 2600 a.C). De acuerdo con El poema de Gilgamesh, el rey emprendió un viaje en busca de