Continúa Coriat analizando el examen del tono muscular y dice que la cabeza del recién nacido y del lactante muy pequeño muestra amplia pasividad indirecta, pero va adquiriendo firmeza semana a semana y, hacia el cuarto mes, ya casi no se balancea al rotar el tronco. Ocurre lo inverso con los miembros, tanto superiores como inferiores: de un máximo de resistencia y con carencia casi total de balanceo al nacer, se aflojan progresivamente hasta la suelta pasividad indirecta que se observa a fines del segundo semestre.
“La extensibilidad mide la elongación que sufren músculos, tendones y ligamentos cuando se alejan pasivamente sus puntos de inserción. Al estudiar la consistencia y la pasividad queda en el observador exigente un dejo de insatisfacción por no poder cuantificar sus conclusiones. La extensibilidad, en cambio, puede ser expresada en números, que miden el ángulo que abren dos segmentos de miembros cuyos extremos son alejados.
Las maniobras afectan tanto al plano flexor como al extensor, e interesan preferentemente las grandes articulaciones.
La extensibilidad de los músculos del cuello y del tronco es menor que la de los flexores de la misma zona. Si se suspende dorso arriba a un niño del primer trimestre la columna se mantiene recta y hasta dibuja un arco cóncavo hacia arriba; suspendiéndolo dorso abajo, los músculos ventrales se extienden y el conjunto diseña una curva a concavidad inferior. Esta respuesta es más notoria en los músculos del cuello, donde al margen del hecho objetivo de la poca extensibilidad del plano dorsal, reacciones laberínticas coadyuvan para mantener la actitud erecta de la cabeza durante la suspensión dorso arriba” (Coriat, 1974).
Para evaluar la extensibilidad de los músculos del hombro y, en general, del miembro superior, es útil la maniobra “de la bufanda”: fijando el tronco del niño, se toma una de sus manos y se intenta rodear el cuello con el miembro superior. Normalmente el miembro no es tan extensible como para adosarse al cuello y mantiene sus angulaciones normales; así, el ángulo del codo abarca como un compás el cuello, con el que no contacta.
En los miembros superiores se mide la extensibilidad del plano extensor flexionando al máximo los antebrazos sobre los brazos: por lo común las muñecas llegan a contactar con los hombros sólo durante los primeros meses. Extendiendo al máximo los antebrazos sobre los brazos se evalúa la extensibilidad del plano flexor: habitualmente se llega a la línea recta después de vencer la resistencia que ofrece a la movilización pasiva (ibid.).
Para determinar la extensibilidad de los músculos aductores de los muslos, estando el niño en decúbito dorsal se flexionan sus piernas sobre los muslos y, tomando las rodillas, se las separa al máximo: el ángulo abierto entre los muslos, con vértice en el pubis, que no sobrepasa los 90º durante el primer trimestre, se va ampliando progresivamente hasta un máximo de 120 a 160º a fines del primer año. Pero evaluar la extensibilidad consiste en medir el ángulo poplíteo de un niño mantenido en decúbito dorsal, firmemente apoyados dorso y glúteos sobre el plano de la camilla: en esas condiciones se flexionan al máximo los muslos sobre el abdomen y, tomando los pies, se procura aproximarlos al rostro abriendo al máximo el ángulo poplíteo; se llega así a un punto donde la resistencia indica que conviene no forzar más la extensión de las piernas; la medición del ángulo alcanzado es fácil. Los observadores coinciden en que durante el primer trimestre ese ángulo es de 90º, durante el segundo de 120º y, más allá de los seis meses, de 150º a 170º (ibid.).
Durante el primer año de vida, sostiene Coriat, el tono muscular muestra amplias variantes como parte del proceso madurativo. Después de la dura lucha librada durante el parto y como respuesta al cúmulo de estímulos nociceptivos, los neonatos suelen presentar tono muscular elevado. Sobreviene luego una etapa durante la que deben adaptarse al mundo externo. La repercusión del parto y las dificultades de adaptación condicionan sensibles variaciones del tono muscular entre uno y otro niño, pero por lo común los recién nacidos presentan un período de hipotonía generalizada desde el primero al tercer día (Coriat, 1960; Escardó y Coriat, 1960; Coriat, 1970, citados por Coriat, 1974). Luego van recobrando paulatinamente su tono muscular para alcanzar, al cuarto o quinto día, los valores máximos que le acompañarán durante los meses subsiguientes: la consistencia de las masas musculares se hace firme y casi no se logra balanceo de miembros, cuya extensibilidad, así como la del tronco, es mínima. A fines del tercer mes, o en el curso del cuarto, comienza un suave y progresivo descenso del tono muscular que recién se detendrá pasado el año de vida; a esa edad, hay franca hipotonía fisiológica, determinante del pie plano y del genu valgo de los pequeños que inician la deambulación (Coriat, 1974).
Normalmente hay concordancia entre las tres propiedades del tono muscular: los lactantes con masas musculares consistentes –pequeñas o voluminosas– presentan elevada resistencia a la movilización pasiva, escaso balanceo y extensibilidad limitada. Características inversas se asocian con los lactantes de músculos poco consistentes.
El tono muscular evoluciona en el decurso de los meses manteniendo cierto paralelismo entre sus varias propiedades, particularmente entre la pasividad y la extensibilidad. La consistencia es más independiente ya que pueden modificarla por separado factores nutricionales y metabólicos.
En general, insiste Coriat, no existen asimetrías entre el tono muscular de ambos hemicuerpos; no obstante, particularmente durante los primeros tres meses, las aferencias provenientes de las terminaciones de los nervios cervicales suelen inducir respuestas tónicas diferentes según el lado hacia el cual está volcada la cabeza. Casi siempre el plano flexor se encuentra más extensible del lado de la mandíbula que del de la nuca. Por eso, cuando hay dudas sobre las características del tono y se quiere obtener información más exacta, es conveniente examinar al pequeño lactante en decúbito dorsal manteniendo fija su cabeza en la línea media. Sugerimos usar ese artilugio sólo para recabar datos referentes a la simetría del tono muscular. Dado que a esa edad es fisiológica la asimetría tónica a partir de los reflejos cervicales, consideramos que todo el examen de la motilidad del niño debe efectuarse sin modificar su conducta natural.
A su vez, el tono muscular presenta variantes fisiológicas notorias con el sueño y disminuye al máximo; durante el llanto se exalta.
“La calidad del tono muscular constituye una característica inherente a cada niño, puesto que dentro de los límites normales para las distintas edades hay múltiples matices individuales; estas variantes son particularmente notorias a través de las actitudes, en las cuales se percibe el sello con que el tono en acción modifica los reflejos posturales. Los niños con músculos de consistencia elevada y pasividad y extensibilidad escasas, mantienen en estado de vigilia una franca actitud antigravitatoria: el cuerpo se destaca, bien perfilado sobre el plano de la camilla, y los miembros están flexionados y adducidos. En cambio, los niños con tendencia a la hipotonía parecen adaptar su masa corporal a las formas del plano sobre el que apoyan, y los miembros, abducidos, quedan laxamente flexionados.
La actitud postural del bebé determina una actitud general ante sí y ante el mundo que le rodea, influye, rige aspectos de su conducta y continuará influyendo a lo largo de su infancia, coadyuvando en el modelamiento de su personalidad. Gesell se pregunta «si existe algún estado psíquico, por atenuado que sea, que se halle exento de cierta tensión corporal de algún contenido motor activo o de una derivación motriz»” (Ballesteros Jiménez, 1982).
En el niño hasta los dos años
“El niño se convierte en un ser cortical. Desaparecen en él los reflejos arcaicos. La extensibilidad de los músculos flexores aumenta mientras que la de los extensores disminuye. En los miembros superiores la flexión del puño sigue siendo de 90º. Los codos se flexionan más fácilmente si se les lleva hacia atrás, hacia la línea dorsal media” (Ballesteros Jiménez, 1982).
Coriat (1974) muestra que en los