“Las actitudes emocionales y la conciencia subjetiva correspondiente constituyen un verdadero paso de lo fisiológico a lo psíquico. Su desarrollo en el niño va a esbozar un desdoblamiento que prepara para la representación e inicia la vida de relación con los progresos de la comprehensión y de la comunicación que representan un preludio del lenguaje” (Trang-Thong, 1981).
Las expresiones emocionales, escribe Wallon (1925), “forman un todo con lo que significan y pueden servir para evocar, sin diferenciarse. Son a la vez emoción y representación. Con la emoción aparece el mínimo de discriminación que es necesario para que el instante vivenciado, en lugar de ser simple, exclusivo, absoluto, admita unos términos con los que pueda ser virtualmente opuesta a otros y a sí mismo”.
Wallon comenta que se dan estas manifestaciones emocionales en sí, que se convierten luego en objeto de la conciencia, y que terminan por imponerse más o menos del mismo modo a su espectador, sea quien sea el sujeto o si las ve manifestarse en su igual.
“Por la emoción con que ha vibrado, el individuo se encuentra virtualmente unido a cualquier otro en el que se hayan producido las mismas reacciones. La simpatía nace de este contacto, muy precoz en el niño… es una introducción al concepto de los demás y no un resultado. De este modo la subjetividad de la conciencia se transforma en sociabilidad, a través de la expresión emotiva” (Wallon, 1925). El niño percibe a los otros en sí mismo y su yo en los otros. La representación que se esboza sigue siendo subjetiva. Es una puesta a punto de su organismo que responde a una determinada situación. “Consiste en una actitud apropiada y se resuelve por medio de estados diferenciados de tensión cuyas actitudes ya están formadas” (Wallon, 1949).
La actitud emocional se transforma así en actitud afectiva orientada hacia el mundo humano. Es ésta la que desarrolla la comunicación y la comprensión de las situaciones de intercambio interpersonal. No se trata más que de una comunicación mímica y gestual, pero ya están formadas las actitudes de escucha y emisión, que serán indispensables para el advenimiento del lenguaje. Como el lenguaje, la comunicación mímica y gestual se convierte muy rápidamente en el niño en un medio de acción específica para obtener la satisfacción de sus deseos y necesidades: “la acción sobre los demás a través de los demás” (Wallon, 1949).
“La actitud y la conciencia están íntimamente ligadas. Se confunden al principio con la expresión, que seguidamente se diferencia y da lugar a la conciencia y a la orientación: a la conciencia si consideramos el polo de las sensibilidades, a la orientación si consideramos el de las actitudes. Pero siguen siendo solidarias: la conciencia es la actitud en sí y la orientación es la actitud hacia los demás. Cualquier toma de conciencia solamente es posible partiendo de la actitud” (Trang-Thong, 1981).
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