El diagnosticador cree que, si un problema puede ser etiquetado, entonces se resuelve eficazmente, no requiriendo ninguna acción o explicación adicional.
El médico intenta diagnosticar el problema (como el diagnosticador) y luego prescribir una solución. “Tome dos aspirinas y llámeme por la mañana” ofrece directivas demasiado simplistas sin mucha conexión personal.
El florista busca encontrar y afirmar lo bueno en el aconsejado, usando elogios, optimismo y positividad para mantener la distancia emocional de lo degradable en la historia del aconsejado.
El gurú responde a la emoción de los aconsejados y las historias con clichés o, en contextos cristianos, puede implementar versículos bíblicos y proverbios de la misma manera.
El verdugo culpa efectivamente al aconsejado y su conducta anterior por la situación o problema en cuestión, identificando lo que debe o no debe haber hecho para alterar el curso de los acontecimientos.
El historiador trata de relacionarse con el aconsejado y conectarse con él, usando la revelación de sí mismo y contando historias sobre su propia vida en lugar de escuchar y ofrecer una verdadera actitud empática a la historia del aconsejado.
El espíritu (no) santo habla como si supiera lo que el futuro va a traer, sabe cómo reaccionarán los demás en la vida del aconsejado o sabe lo que ocurrirá o no ocurrirá en la vida del aconsejado.
El mago trata de hacer desaparecer el problema del aconsejado, negando su trascendencia e incluso su existencia.
___________________________ es el título de mi villano verbal personal.
Mi villano verbal personal se puede describir como:
Ve al apéndice B para una actividad “Inténtalo” relacionada con los villanos verbales.
Tú traes tu corazón. Además de lo que ocurre en tus pensamientos, una gran parte de atender tiene ver con lo que está pasando en tu corazón y cómo te sientes en la habitación con el aconsejado. Esto es, en esencia, el arte de la presencia humana. La presencia humana es la calidad relacional de atender y estar presente en corazón y mente, no solo en el cuerpo físico. Nos atreveríamos a decir que todos nosotros hemos tenido una conversación con otra persona en la que pensamos: “Sé que estás físicamente aquí conmigo, pero siento que estás a doscientos kilómetros de distancia”. Este es un caso de alguien que no está presente para ti.
Por otro lado, intuimos que cada uno de vosotros haya tenido al menos una conversación en vuestra vida en la que os marchasteis sintiéndoos como si hubieseis tenido la atención plena e indivisible de la persona con la que estabais hablando. De eso se trata la presencia humana. No podemos enseñarte a tener presencia; es completamente arte. Podemos animarte, sin embargo, a identificar y observar a alguien en tu vida que tenga buena presencia para que puedas practicar tú después. Cuando pensamos en alguien con buena presencia humana, pensamos no solo en la descripción anterior, sino también en algunas cualidades tangibles. Las personas que están presentes se sientan cómodamente en la postura S.I.C.A.R., como si pudieran estar así todo el día; dan la impresión de que no hay nada en sus mentes o peso en sus corazones que no sea el bienestar del aconsejado. Todos los dispositivos electrónicos deben estar silenciados, guardados y funcionalmente no deben de existir dentro de la conversación. Los consejeros que están completamente presentes también han aprendido a silenciar los ruidos potencialmente distractores y perturbadores en sus cabezas, sabiendo que van a permanecer concentrados un buen rato. Esto también requiere práctica y, más específicamente, disciplina.
Hay otras dos características que contribuyen a la presencia humana: Autenticidad y calidez. La autenticidad (discutida más a fondo en el capítulo doce) es la cualidad de ser genuino o congruente. En esencia, significa que quien eres y lo que sientes en el interior se refleja en quien eres en el exterior; no hay engaño o falsedad en cómo te presentas a un aconsejado. En última instancia, a medida que crecemos en la autoconciencia, también crecemos en nuestra capacidad de ser auténticos. Es imposible estar verdaderamente presente cuando estás tratando de presentarse de una manera que es engañosa o es un disfraz de tu verdadero yo.
Calidez es la cualidad de comunicarse no verbalmente cuidando al aconsejado a través de medios tales como el tono de voz, la postura, las expresiones faciales y otros medios no verbales. La calidez es una característica que raramente pueda sentirse en aislamiento; a menudo se acompaña con respeto, empatía y autenticidad. Como parte de la presencia humana, un consejero cálido trae afabilidad a la relación de consejería con sus ojos, expresiones faciales, postura corporal y gestos, y de manera no verbal crea un ambiente entre el consejero y el aconsejado que es acogedor, reconfortante y seguro. Una sonrisa genuina del consejero puede ser un ejemplo de comunicar el calor al aconsejado. Un consejero fingidamente cálido es rápidamente percibido por el aconsejado como poco fiable, inseguro e irrespetuoso—al igual que sentarse junto a un cuadro de un fuego no es lo mismo que sentarse junto al fuego. Similar a la cualidad física de la calidez, lo opuesto a un consejero cálido es aquel que se muestra “frío” o “helado”, “repelente” o “cortante”. En el capítulo siete “Conectando Empáticamente” hablaremos con más detalle sobre el arte de estar plenamente presente con un aconsejado.
»¿Conoces a alguien que tenga buena presencia personal?
»¿Cómo experimentas su presencia?
»¿Qué imagen física, que pudiera servir como metáfora de la calidad emocional del calor, te viene a la mente cuando piensas en la calidez?
»¿Qué imagen o metáfora podrías usar para describir el concepto de autenticidad a alguien que no está en esta clase?
Los valores son los principios que tú tienes sobre lo que es importante en la vida. Es probable que tengas valores sobre el dinero, o lo que contribuye a una relación sana, cómo emplear el tiempo, lo que significa ser una “buena persona” o cualquier otro tema. Tus valores están influenciados por tu personalidad, tus experiencias pasadas, tu familia de origen, tu sistema de fe y la cultura en la que creciste. Están incluidos en tu “corazón” porque a menudo van más allá de las conclusiones lógicas y encapsulan lo que se ha vuelto significativo para ti a través de pensamientos, sentimientos y experiencias. Es imposible llevar a cabo la consejería “libre de valores” (Richards y Bergin, 2005), pero es imprescindible que los consejeros aprendan a identificar sus propios valores y tengan más control sobre cómo y cuándo esos valores se expresan a los aconsejados (ACA, 2014). Específicamente, si los consejeros son conscientes de sus propios valores en torno a varios temas, es menos probable que impongan esos valores a sus aconsejados y sean más propensos a respetar el derecho de sus aconsejados a tener sus propios valores, separados de los del consejero.
Conexiones bíblico/teológicas
El libro de los Salmos contiene muchas referencias a nuestro rostro como reflejo de las emociones, incluyendo nuestros sentimientos hacia nosotros mismos, hacia otros y hacia Dios. Muchas veces se usa la frase “cubrir nuestro rostro”, ya menudo se asocia con ocultar nuestra cara en vergüenza (p. ej., Sal. 44:15). Se nos anima a buscar el rostro de Dios (p. ej., Sal. 27: 8) y a regocijarnos cuando Su rostro brille sobre nosotros (p. ej., Sal. 104:15). La cara, así como otras partes de nuestro cuerpo, los modales e incluso la ropa, revelan nuestra condición interna, pero el problema es que con frecuencia no somos conscientes de lo que estamos comunicando no verbalmente.
Los adultos socialmente sintonizados son a menudo muy hábiles en “leer entre líneas”, al sentir cuál es la verdad detrás de las palabras. Recogemos los indicios transmitidos por otros acerca de sus emociones más profundas, y en algunos segmentos de la sociedad estas habilidades son altamente valoradas, por ejemplo, en el trabajo con criminales. Sin embargo, en la consejería, estas habilidades solo se justifican en su uso si primero atendemos a nuestra propia expresión no verbal. Para los cristianos, el mandato