Sermones actuales sobre Pablo. Kittim Silva. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Kittim Silva
Издательство: Bookwire
Серия: Sermones actuales
Жанр произведения: Религиозные тексты
Год издания: 0
isbn: 9788417131777
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La vereda de la Iglesia está marcada en rojo por la sangre del Cordero-Hombre. Del Génesis al Apocalipsis fluye un río rojo de la sangre del Cordero Mesías.

      Esteban terminó su discurso con estas palabras: «Pero como Esteban tenía el poder del Espíritu Santo, miró al cielo y vio a Dios en todo su poder. Al lado derecho de Dios estaba Jesús, de pie. Entonces Esteban dijo: ‘Veo el cielo abierto. Y veo también a Jesús, el Hijo del hombre, de pie en el lugar de honor’» (Hch. 7:55-56, TLA).

      El poder en Esteban. «Esteban tenía el poder del Espíritu Santo, miró al cielo y vio a Dios en todo su poder». El Espíritu Santo, el gran «empoderador» de la iglesia de Hechos, fue el poder que abrió el cielo para Esteban para así ver a «Dios en todo su poder».

      La visión de Esteban. «... Al lado derecho de Dios estaba Jesús, de pie». Tuvo una visión de Jesús, el Hijo de Dios, en su estado de gloria, a la derecha de Dios Padre. Es como si el Jesús entronizado se hubiera levantado para recibir al mártir Esteban.

      El testimonio de Esteban. «Veo el cielo abierto. Y veo también a Jesús, el Hijo del hombre, de pie en el lugar de honor». No se sabe nada de si Esteban pudo haber visto a Jesús resucitado aquí en la tierra, pero lo vio resucitado como «Hijo del hombre», levantado en un sitial de honor, disfrutando aquella gloria eterna que su encarnación le interrumpió, pero que su resurrección y ascensión le devolvió.

      Tú y yo podemos tener una visión de cielos abiertos, de ver la gloria de Jesús manifestada en las reuniones congregacionales y en los devocionales personales. Ora, adora y alaba para que los cielos se abran para ti. ¡Vivimos en tiempos de cielos abiertos!

      3. La oración de Esteban

      «Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió» (Hch. 7:60).

      La posición. Esteban oró arrodillado. Jesús el Mesías le había enseñado a sus discípulos a orar de rodillas. Esteban que era la segunda generación de creyentes judeocristianos, aprendió a orar de rodillas. Lo tradicional para el judío era y es orar de pie o sentado. Pero en la tradición cristiana modelada por el mismo Señor Jesucristo, la oración de rodillas representa humillación, rendición y reverencia. Pero sea que oremos sentados, oremos de pie, oremos acostados, oremos caminando, lo importante es que oremos.

      El contenido. En esta parte de su oración, Esteban tomó prestado el contenido de la oración de Jesús el Mesías en el Calvario. Como su Señor hizo, Esteban emuló su gran ejemplo perdonando. Los mártires cristianos a lo largo de los siglos, han muerto regando el rocío del perdón a sus ejecutadores.

      El «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen», dicho por su Maestro, Esteban lo parafraseó: «Señor, no les tomes en cuenta este pecado». Dijo lo mismo pero con diferentes palabras.

      Perdonar es el máximo acto de amor que un creyente puede hacer. Perdonar es el sermón más elocuente que se pueda predicar. El perdón produce más beneficios al que lo ofrece que al que lo recibe. Perdonamos aunque seamos los ofendidos. Perdonamos para ser sanados interiormente de resentimientos, venganzas, odio, mala voluntad y malos deseos hacía el prójimo. Perdonar produce sanación interior.

      Cuando alguien me ofende, ofende a Dios y se pone en la posición del pecador. Cuando yo ofendo a alguien, ofendo a Dios y me pongo en la posición del pecador. Cuando no perdono al ofensor, me pongo en la posición del pecador. Cuando el ofensor no me perdona a mí, se pone en la posición del pecador. ¡Vale la pena perdonar!

      Conclusión

      El perdonar trae beneficios al que lo expresa, se aplica al ofensor y beneficia al ofendido. Jesús y Esteban vieron la ignorancia de aquellos que los abusaban. Primero no ofendas y segundo perdona.

      La participación de Pablo

      Hechos 8:1-3, RVR1960

      «Y Saulo consentía en su muerte. En aquel día hubo una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén; y todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles. Y hombres piadosos llevaron a enterrar a Esteban, e hicieron gran llanto sobre él. Y Saulo asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel».

      Introducción

      Desde el principio el joven Saulo se presentó como un celoso de la fe religiosa. Se veía como alguien destinado a defender el judaísmo farisaico en contra del recién movimiento cristiano del llamado Mesías Jesús de la Galilea. Pero allí, en la lapidación de Esteban, Saulo sería testigo de la muerte del primer mártir de la fe cristiana.

      1. El consentimiento de Pablo

      «Y Saulo consentía en su muerte...» (Hch.8:1).

      El Comentario Bíblico de Matthew Henry, adaptado por Francisco Lacueva, declara: «Hay buena razón para pensar que el propio Pablo incitó a Lucas a consignar esto para vergüenza suya y gloria de la gracia de Dios» (Editorial CLIE).

      La complicidad. Saulo o Pablo desde el principio se deja ver como un líder, alguien que podía tomar decisiones, y en este caso como responsable de la muerte directa o indirecta del diácono Esteban, primer mártir cristiano y modelo para los futuros mártires que a lo largo de la historia de la iglesia con su sangre han regado la misma.

      ¿Cómo consintió Saulo en dicha muerte? Posiblemente era uno de los miembros más jóvenes de la Corte del Sanedrín. Pero esto es conjetura, sin base textual para sostener dicha posición resaltada por la tradición.

      Puede que haya sido uno de los agitadores principales en tornar a aquella turba contra el inocente Esteban. Pero es innegable que era un joven fariseo en busca del foco de atención y que deseaba sobresalir como un verdadero fariseo celoso y fanático de su religión. Son muchos los seres humanos como Saulo de Tarso que siempre están buscando las luces del teatro.

      Es probable que Saulo hubiera asistido en Jerusalén a la misma sinagoga donde se congregaba Esteban. Los judeocristianos guardaban el sábado en las sinagogas y el domingo lo celebraban en las casas-cultos.

      Sobre su inicio en el fariseísmo, Pablo de Tarso testificaría: «Yo soy judío. Nací en la ciudad de Tarso, en la provincia de Cilicia, pero crecí aquí en Jerusalén. Cuando estudié, mi maestro fue Gamaliel, y me enseñó a obedecer la ley de nuestros antepasados. Siempre he tratado de obedecer a Dios con la misma lealtad que ustedes» (Hch. 22:3, TLA).

      Este pasaje nos da un breve resumen o curriculum vitae de Pablo de Tarso sobre de dónde vino, dónde creció y lo que logró. Aunque nació en Tarso, se crió en Jerusalén y se educó para ser un rabino en las cátedras de Gamaliel. Fue un hombre que obedecía la ley y obedecía a Dios. ¡Era ciudadano y jerosolimitano!

      La participación. Es sabido que muchos como Saulo se hacen cómplices de la injusticia humana, sea que la promuevan o que con su silencio la permitan. Un refrán popular dice: «El que calla otorga». Nunca estemos de acuerdo con el mal hacia otra persona. Nunca seamos partícipes de algo que es injusto poniéndonos el bozal del silencio.

      Seamos agentes defensores de la verdad, defensores del orden, vigilantes de la justicia humana, embajadores de los derechos humanos. Levantémonos contra la difamación y los falsos testimonios. No nos pongamos al lado de la injusticia porque nos conviene, llegará el día que la injusticia en contra nuestra le convendrá a otra persona.

      2. El duelo por Esteban

      «Y hombres piadosos llevaron a enterrar a Esteban, e hicieron gran llanto sobre él» (Hch. 8:2).

      El desafío. Aquí se puede hablar de líderes respetados, «hombres piadosos». La Traducción En Lenguaje Actual dice: «Unos hombres que amaban mucho al Señor». Por esa piedad y amor al Señor Jesucristo, esos «hombres piadosos» desafiaron a la multitud y reclamaron el cadáver del mártir Esteban para darle una honrosa sepultura. A los lapidados