Ética aplicada desde la medicina hasta el humor. Adela Cortina. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Adela Cortina
Издательство: Bookwire
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Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789561425026
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a profesionales de diversos ámbitos, miembros de organizaciones cívicas y a cuantos se interesan por estos temas, unas perspectivas éticas que contribuyan a encarnar la moralidad en sus respectivas instituciones, la que es, como hemos dicho, el gozne de la ética aplicada.

      I.

      ÉTICA BIOMÉDICA

      Mencionar el término “ética biomédica” conduce inmediatamente a la notable obra que publicaran Beauchamp y Childress en 1979, por la que se cerraba el periplo, ahora con la no-maleficencia, de los famosos principios que The Belmont Report había señalado como garantes de la reflexión ética sobre el tratamiento de la vida en el Occidente contemporáneo. La obra de los autores estadounidenses se titulaba justamente Principles of Biomedical Ethics (Beauchamp y Childress, 1979) y con ella se hacía mención a la investigación, experimentación y aplicación de criterios éticos en situaciones vinculadas con las ciencias de la salud en las etapas del origen, mantención y terminación vital (Arnold, 2009). De este modo, los principios de respeto por las personas (autonomía), beneficencia y justicia, establecidos por el señero informe de la National Commission for the Protection of Human Subjects of Biomedical and Behavorial Research, encargado por el Congreso de Estados Unidos en 1974 y concluido en 1978, eran completados por la necesaria diferenciación que hacían Beauchamp y Childress a la hora de distinguir que las acciones beneficentes no siempre coincidían con las no-maleficentes.

      Pero esta materia de análisis ya había sido puesta por delante en 1970 y 1971, cuando el oncólogo norteamericano Van Rensselaer Potter expusiera en el artículo “Bioethics: Science of Survival” (1970) y profundizara después en su libro Bioethics: Bridge to the Future (1971) que, justamente, la preocupación detenida por la aproximación que desde la ética se debía hacer al bios en medicina no solo no era redundante, sino que debía ser dilucidada y profundizada con la prolífica investigación y aplicación tecnológico médica que comenzaba a llevar al ser humano a encrucijadas y situaciones como nunca complejas. El estudio de la vida y sus condiciones de posibilidad y permanencia debían ser abordadas como un objeto propio de análisis en las interrelaciones personales y en los diversos vínculos que giran en torno a este fenómeno: médico-usuario; médico-sistema de salud; sistema de salud-usuario; y en los efectos recíprocos que desde allí se iniciaran. De ahí que Potter explicitase el término más amplio de “bioética”, entendido como el concepto que de alguna manera podríamos reconocer como el continente genérico y más rico en matices que el de “ética biomédica”, ya que la “bioética” se ocupa, como bien definiera Reich (1978), del “estudio sistemático de la conducta humana en el ámbito de las ciencias de la vida y del cuidado de la salud, en cuanto dicha conducta es examinada a la luz de los principios y de los valores morales” (Vol 1, XIX).

      Pero la denominación madre de la “ética biomédica”, “bioética”, no hacía más que reconocer en los textos de Potter una segunda paternidad de origen estadounidense, ya que su verdadero nacimiento databa de 1927, año en el que Fritz Jahr mencionara ese término para referirse a la conciencia que él motivaba asumir, ya en ese entonces, en relación a los efectos de connotación ética que se podían desprender de la interacción entre el ser humano con las plantas y los animales. He ahí el título de su artículo: “Bio-ethik: Eine Umschau über die ethischen Beziehungen des Menschen zu Tier und Pflanze” (Jahr, 1927). La palabra empleada por Jahr, “bioética”, era definitivamente visionaria, ya que se detenía en la adecuada participación que debía asumir el ser humano al momento de interaccionar con los seres de diversas jerarquías que conviven en la pluralidad de ecosistemas de nuestro planeta. El enfoque de Jahr, como filósofo y teólogo protestante, sostenía una crítica a la visión occidental que asume una nivelación jerárquica que desprecia a los seres inferiores al humano.

      Con este periplo retrospectivo, he querido evidenciar que en la relación conceptual entre “bioética” y “ética biomédica” conviene hacer un maridaje entre los términos, aunque marcando una sutil diferencia. El segundo se ha empleado para manifestar un intento de precisión en relación a la función más amplia que ha ido asumiendo la “bioética”, con el correr de los años. En rigor, la “ética biomédica” debe distinguirse de otras ramas de la “bioética” que se harán cargo de ámbitos más específicos que actualmente podemos diferenciar, y cuyo contraste no aparecía con nitidez en los primeros años de su desarrollo. En este sentido, hoy, como áreas de la “bioética” que se distinguen de la “ética biomédica”, son consideradas: la “ética sanitaria”, la “ética clínica”, la “ética de la reproducción humana”, la “gen-ética”, la “ecoética”, la “zooética”, la “tánato-ética” y la “neuroética”. Se trata de subdisciplinas de la bioética que están avanzando paralelamente y que van consolidando cada vez más sus propias líneas de investigación y dominio conceptual (Bonete, 2010).

      Dado que la profundización sobre cada una de las áreas específicas de la “bioética” excede el objetivo de este capítulo, y que en las sucesivas partes de este libro se abordarán algunas subespecies de la “bioética” —según la tarea encomendada por los editores—, me abocaré a desarrollar la instalación y el desarrollo de la “ética biomédica”, propiamente tal. Dicho lo anterior, distingo desde ya que el solo avance de este campo de investigación en diversos ámbitos culturales nos abriría también a un sinnúmero de precisiones comparativas, por lo que he estimado conveniente centrarme en el contexto hispanoamericano, en el entendido, además, que ese es el público al que está dirigido este volumen. Ello no obsta a que el análisis de los primeros pasos del estudio formal de la “ética biomédica” haya de situarnos, necesariamente, en el contexto norteamericano, que es desde donde surge esta subdisciplina de la “bioética”.

      La “ética biomédica” tiene una relación cercana con la “ética sanitaria”, que es la subespecialidad de la “bioética” que se encarga de interpretar la interrelación de las instancias institucionales que administran la prestación de salud a la población mediante políticas sociales, y la “ética clínica”, que tiene como objeto dilucidar los criterios de interpretación ética de las acciones que vinculan al personal de salud con el usuario del sistema. Marcando una diferencia, la “ética biomédica”, considerando las relaciones descritas de tipo sanitario y clínico, se centra en la reflexión en torno a la moralidad de los métodos investigativos, de experimentación y de aplicación práctica de los hallazgos que va suscitando el análisis experimental.

      En los años en los cuales se mantenía prácticamente inadvertido el neologismo “bio-ethik”, ofrecido por Jahr, surgía en 1968 la propuesta conjunta que plantearan el filósofo Daniel Callahan y el psiquiatra Willard Gayling, organizadores de diversos encuentros entre científicos, filósofos y médicos en la búsqueda por resolver los problemas morales del desempeño de la medicina desde una perspectiva integrada (Callahan, 1990). Con esta finalidad nació el Institute of Society, Ethics and the Life Sciences, en Nueva York, institución que se conocería más tarde como Hastings Center. El trabajo del equipo que se conformaba en este instituto consistiría en el estudio y orientación que se podía ofrecer para responder a las expectativas sociales que se abrían con los avances de la tecnología médica, generando una serie de preguntas relacionadas con los momentos más delicados del mantenimiento vital, especialmente su origen y su final. Conviene, en este sentido, tener presente que en la década de los sesenta se comenzaba a difundir la anticoncepción, la fecundación artificial y la reanimación en la etapa final de la vida, entre otros tópicos que requerían una reflexión detenida que aportara argumentos consistentes, desde el punto de vista moral, y no solo plausibles, desde una perspectiva técnica. La “ética biomédica”, como rama de la bioética aplicada, respondía directamente a estas inquietudes, aportando criterios de justificación moral relacionados con la fase de investigación que iluminasen las aplicaciones posteriores. El análisis sobre estos aspectos ayudaría más tarde a reconocer específicamente esta rama de la bioética, poniendo