El problema de demostrar que el marxismo no es un economicismo ni un materialismo elemental es tan viejo como su origen. Pero en la medida en que la categoría sui generis deja de ser constitutiva, en el momento en que la relación explotador-explotado deja de constituir la base de cualquier análisis, inmediatamente se regresa al idealismo objetivo con la idea de la “base económica”, de la “influencia dominante del desarrollo económico” y ante el absurdo de una explicación elemental se pasa al idealismo subjetivo de los principios jurídicos, la religión, la filosofía, la literatura, la voluntad individual, que aprisionados como cosas, no dejan de reaccionar. Pero los autores no se pueden quedar ahí y caen de nuevo en el idealismo objetivo de la “instancia predominante”. Se trata de un problema básico. La aportación más significativa del marxismo no se encuentra en el materialismo, ni en la dialéctica, ni en el socialismo, sino en el descubrimiento de la relación humana que consiste en que unos hombres explotan a otros. Que esta relación quepa en la órbita de las actividades económicas del hombre no es lo importante —desde el punto de vista epistemológico—; que a esta relación se le llame estructura y a todo lo que no es ésta se le llame superestructura no es lo significativo.[20]
Su cuestionamiento de la sociología empírica y del marxismo reduccionista aleja su obra de dogmas acomodaticios. Este acto de herejía ha provocado que científicos sociales —provenientes de una u otra tradición— maldigan su propuesta, sobre todo si consideramos que su planteamiento supera los límites impuestos por el marxismo vulgar.
Ideólogo para unos, hereje para otros, sus aportes a las ciencias sociales proceden de esta extraña circunstancia. Se trata de un pensamiento donde los valores axiológicos, el compromiso político y la propuesta teórico-metódica confluyen en la lucha por la democracia y la erradicación de las relaciones de explotación del hombre por el hombre. En este sentido, su pensamiento huye de cualquier intento de cosificación,[21] y lo observamos con énfasis en estos últimos años, cuando vincula método, conocimiento y alternativa al desarrollo con las nuevas formas del pensar y del actuar en las ciencias sociales:
El conocimiento de los errores o debilidades de los movimientos alternativos del pasado, más que reconocer culpas e identificar culpables, requiere transformarse en un método perseverante para revisar errores, para corregir conductas, para redefinir organizaciones, redes y estrategias a fin de actuar mejor. La crítica de las alternativas como historia y política con tiempos-espacios variables se tiene que hacer para mejorar y fortalecer la capacidad de acción y para construir las nuevas relaciones, estructuras, organizaciones, redes y sistemas de relaciones. Se tienen que combinar también con el reconocimiento de los aciertos y fortalezas que han mostrado y muestran muchos movimientos alternativos. Y en cada instante tiene que mejorar sus métodos de triunfar.[22]
DE LA SOCIOLOGÍA DEL PODER A LA SOCIOLOGÍA DE LA EXPLOTACIÓN
El proceso de institucionalización de la sociología coincide con el desarrollo de la teoría comprensiva de la acción social weberiana. Su predominio en el ámbito académico y de investigación acota los parámetros de la sociología latinoamericana de la segunda posguerra. Pensar y hacer sociología es asumir el cuadro weberiano, sobre todo las categorías sociológicas fundamentales y los tipos de dominación.
Lo dicho favorece estudios específicos donde sobresalen los análisis sobre las formas de racionalidad, la dominación política y los mecanismos de legitimidad social del poder. Serían estos tres factores —racionalidad, dominación y legitimidad— los que darían lugar a la emergencia de una sociología del poder, cuya fuerza termina por hacerla hegemónica en la sociología latinoamericana, siendo el referente durante los años cincuenta, sesenta y principios de los setenta del siglo XX.
La crisis de los regímenes oligárquicos y el cuestionamiento de su poder omnímodo abrieron la agenda. El nuevo temario se concentra en averiguar el tipo de transición de las sociedades latinoamericanas. Es el momento dulce de la sociología de la modernización. Su fuerza invade el quehacer sociológico y sus categorías conceptuales. Ejemplos de ello son el lenguaje dominante: sociedades modernas y tradicionales, arcaicas y primitivas, racionales y tradicionales.
Una nueva generación de economistas, sociólogos, antropólogos, politólogos, juristas e historiadores emprendieron una labor de crítica y respuesta a las teorías eurocéntricas del subdesarrollo. El nacimiento, en 1948, de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), dependiente de Naciones Unidas y del Instituto Latinoamericano de Planificación Económico Social (ILPES), unido al carisma de su director, Raúl Prebisch, conviertío a esta organización en un “tanque de pensamiento”. Sus propuestas de política económica, interpretación del desarrollo y cambio social quedaron ligadas a la categoría centro-periferia, al proceso de deterioro de los términos de intercambio y la industrialización vía sustitución de importaciones.
La CEPAL y el ILPES, coordinado por José Medina Echevarría, dieron cobijo a esa primera generación de científico-sociales para el desarrollo de sus propuestas. Sin embargo, las discrepancias en su interior y el cuestionamiento de las tesis de Prebisch provocaron una ruptura al ser rechazados sus postulados. Fernando Henrique Cardoso y Enzo Faletto, miembros de la CEPAL, articulan la crítica más profunda, al tiempo que construyen la concepción más radical de la sociología del poder en América Latina: la teoría de la dependencia. Su rechazo a los postulados centro-periferia los aleja de la Comisión y los ubica en una nueva posición teórica.
De esta manera, se considera el desarrollo como resultado de la interacción de grupos y clases sociales que tienen un modo de relación que les es propio, y por tanto intereses y valores distintos, cuya oposición, conciliación o superación da vida al sistema socioeconómico. La estructura social y política se va modificando en la medida en que distintas clases y grupos sociales logran imponer sus intereses, su fuerza y su dominación al conjunto de la sociedad. A través del análisis de los intereses y valores que orientan la acción, el proceso de cambio social deja de presentarse como resultado de factores “naturales” —esto es, independientes de las alternativas históricas— y se empieza a perfilar como un proceso que en las tensiones entre grupos con intereses y orientaciones divergentes encuentra el filtro por el que han de pasar los influjos meramente económicos […]. De conformidad con el enfoque hasta ahora reseñado, el problema teórico fundamental lo constituye la determinación de los modos que adoptan las estructuras de dominación, porque por su intermedio se comprende la dinámica de las relaciones de clase. Además, la configuración en un momento determinado de los aspectos institucionales no puede comprenderse sino en función de las estructuras de dominio. En consecuencia, también es por intermedio de su análisis que se puede captar el proceso de transformación del orden político institucional.[23]
Si la sociología del poder y la dependencia está enfrascada en deslegitimar los argumentos de la CEPAL y la sociología de la modernización, González Casanova, sin menospreciar este debate, expone su visión del desarrollo latinoamericano. Las mismas preguntas se transforman en una crítica al conjunto de las relaciones sociales de producción y a las estructuras de poder y explotación.
La desigualdad está ligada a la idea de riqueza, de consumo, de participación, que son analizadas en los individuos —o las naciones— como atributos o variables, en sus distribuciones y correlaciones. La asimetría está ligada a la idea de poder y dominio; es analizada indirectamente como pre-dominio o dependencia, como monopolización de la economía, del poder, de la cultura de una nación por otra; o directamente como influencia económica, política y psicológica que los hombres o las naciones con poder, riqueza, prestigio, ejercen sobre los que carecen de ellos o los tienen en grado menor. En esta última forma de análisis se estudian los actos, o secuencias y confluencias de actos, en los que aparece la asimetría