Más adelante se tendrá en cuenta otro tipo de aproximaciones desde los estudios de la comunicación a las relaciones entre medios informativos, periodismo, democracia y sociedad, las cuales aportan elementos históricos y de análisis para observar el tema que compete a este trabajo.
El nivel filosófico o de las tradiciones normativas
El primer nivel para el análisis es denominado filosófico por Christians et al. (2009, p. 18), ya que las cuatro tradiciones caracterizadas —corporativista, liberal, de la responsabilidad social y de la participación ciudadana— tienden a conectar las normas de una buena comunicación pública con explicaciones más profundas en términos de concepciones del ser humano y la sociedad. En este punto adquiere relevancia el concepto de ciudadanía, en la medida en que presupone la libertad de expresión, el derecho de participar en el proceso público de toma de decisiones y la definición del debate público como esencialmente dialógico y discursivo.
Lo que señalan los autores es que estas tradiciones no son un conjunto de ideas fijas sobre la forma como puede darse la comunicación pública en una sociedad de acuerdo con el enfoque normativo, sino, más bien, tendencias en un cuadrante, como el de la figura 2. El eje vertical indica los posibles desplazamientos entre una perspectiva más cercana al consenso y a una idea de mayor control y centralidad y otra de mayor diversidad y menor centralidad. El eje horizontal muestra las variaciones entre una menor y una mayor participación política y en la toma de decisiones por parte de los ciudadanos (Christians et al., 2009, p. 21). Este nivel, entonces, resulta apropiado para describir y evaluar un completo sistema mediático en un determinado periodo histórico.
Ahora bien, ¿cuáles son los principales rasgos de cada una de dichas tradiciones filosóficas tal como las configuran Christians et al. (2009)? y ¿qué elementos aportan para el análisis de los roles del periodismo en la sociedad y, por tanto, para examinar ciertas tendencias de la violencia contra los periodistas en determinados contextos y situaciones?
Figura 2. Cuatro tradiciones filosóficas normativas
Fuente: Christians et al. (2009, p. 21). Normative theories of the media.
Journalism in Democratic Societies. Urbana, IL: University of Illinois Press.
i. Tradición corporativista, 500 a. C.-1500 d. C.
(Christians et al., 2009, pp. 38-46)
Tiene su origen en la democracia directa de las pequeñas ciudades mediterráneas y deriva su nombre de una visión orgánica y armónica del universo. Es una tradición que se refleja bien en los tratados de ética, retórica y política de Aristóteles.
En ella se espera de los medios que cooperen en asuntos de interés nacional y en relación con otras instituciones sociales como la religión, la educación y la familia. Hoy tiene influencia en la manera de entender la comunicación pública en muchas democracias del sudeste asiático y en las culturas islámicas, con su subyacente consenso religioso y cultural.
Las élites de los medios están más propensas a alinearse con las élites sociales, políticas y culturales y a ser influenciadas por una política de unidad nacional y cultural. En esta tradición puede buscarse un alto grado de centralización y de control político.
Aporta a la evolución de las teorías normativas un conjunto de valores culturales importantes en el marco democrático actual: que las decisiones colectivas llegan mejor cuando son fruto de un debate participativo entre toda la comunidad, que la deliberación debe ser orientada hacia el bien común y basada en criterios racionales y veraces y que las prácticas culturales deben estar arraigadas en una justificación teórica informada y reflexiva. El trasfondo de la toma de decisiones fundadas en el debate participativo es fortalecer la igualdad política y comunicativa.
ii. Tradición liberal, 1500-1800
(Christians et al., 2009, pp. 47-52)
Esta tradición eleva el principio de la libertad de expresión al punto más alto de los valores que deben ser defendidos por los medios. Surge en la tardía Edad Media y en el Renacimiento como reacción al arraigado poder de las monarquías y las instituciones religiosas de la Europa de la época. Es el momento en el que se publica el clásico Areopagítica: Un discurso del Sr. John Milton al Parlamento de Inglaterra sobre la libertad de impresión sin censura de John Milton (1944 [1644]).
El reclamo de la libertad es supremo y absoluto y está fundamentado en la creencia profunda en la capacidad de razonar del ser humano y en la dignidad de la persona. De ahí que el derecho a la libertad de expresión ponga un acento especial en el deber de todas las personas de manifestar sus puntos de vista en el debate público, así como en el valor de estar plenamente informados como ciudadanos. La mejor manera de garantizar la verdad en la esfera pública es un debate libre, abierto, no controlado, en el que tanto el error como la verdad tengan acceso. Esto supone, además, un arraigado ejercicio de la tolerancia, entendida no solo como la aceptación del derecho a expresar puntos de vista erróneos, y aun eventualmente peligrosos, sino a considerarlos como beneficiosos para el debate público.
La mayor libertad de expresión se da cuando se asegura que los ciudadanos tienen acceso a fuentes alternativas de información acerca de asuntos públicos y cuando se asegura que el público cuenta con información completa, diversa, imparcial y objetiva.
Considera que la libertad de expresión se refuerza con la defensa de la propiedad privada de los medios, con las garantías de inmunidad frente a toda clase de censura o represalias antes, durante y después de la publicación, y con la existencia de un mercado libre de medios, ya que este facilita que se sirva mejor a los intereses de todos. Así mismo, entiende que los individuos tienen derecho a la propiedad de los medios y a utilizarlos para cualquier propósito que deseen, siempre en el marco de la ley.
Se entiende que los enemigos de la libertad de expresión pueden ser el gobierno o el Estado cuando intervienen para ponerle límites. En la medida en que los cargos públicos son delegados por los ciudadanos, quienes los ejercen tienen el deber de hacer rendición de cuentas, y el público, a su vez, el derecho y la responsabilidad de denunciar en la esfera pública los abusos del poder.
Esta tradición estima como valores esenciales: el ejercicio del poder por cada persona, la posibilidad de expresar las propias convicciones, la aceptación de posiciones minoritarias y de ideas nuevas para contrarrestar la tiranía de la mayoría, la tolerancia frente a la diversidad de creencias y pensamientos como una característica del debate público, la existencia de mecanismos de control del poder —incluido el de los propios medios—, la ilustración y la educación, y los medios como transmisores de opiniones e información de todas las fuentes.
iii. Tradición de la responsabilidad social, 1800-1970
(Christians et al., 2009, pp. 52-58)
El surgimiento de esta tradición se ubica al final del siglo XVIII con la Revolución Industrial, el nacimiento de las grandes ciudades y el desarrollo del emprendimiento periodístico que vio una oportunidad de mercado para la venta masiva de periódicos, los que, con la expansión del derecho al voto, se fueron convirtiendo en una importante fuente de información política. La prensa, entonces, fue adquiriendo un rol esencial en los procesos de constitución de gobiernos democráticos en Europa y América.
Esta tradición promulga la responsabilidad social como el principio básico para la organización