La divertida aventura de las palabras. Fernando Vilches. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Fernando Vilches
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788417241339
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muchas circunstancias de nuestra vida diaria en las que va a jugar un papel fundamental, como, por ejemplo, en una entrevista de trabajo, donde recurrir a ella nos ayudará a dar una buena impresión de nosotros mismos; en el desempeño de la actividad profesional, pues nos permitirá ofrecer una buena imagen de la empresa ante los posibles clientes; en la comunicación con los demás, con la expresión adecuada de nuestros sentimientos, alegrías o angustias. En cualquier situación, una buena retórica siempre jugará a nuestro favor y al de nuestros interlocutores.

      De ahí que concluyamos que hablar bien es esencial para desenvolvernos en la sociedad en la que tenemos que vivir necesariamente. La visión del mundo, de nuestra inmediata realidad, se enriquece sobremanera con un mayor dominio de la lengua. La realidad no toma cuerpo hasta que le ponemos un nombre —que es lo primero que se hace a un niño cuando nace— y, para ello, para poder nombrar adecuadamente cada cosa, hay que tener un vocabulario amplio y saber construir correctamente las ideas, que es para lo que sirve fundamentalmente la Sintaxis.

      Por tanto, queridos lectores, en este libro intentaremos acercarnos al lenguaje (que es el uso individual que cada uno hacemos de la Lengua) de manera sencilla, destripando hábitos incorrectos en la construcción de las ideas y analizando las impropiedades que se presentan en ciertas palabras que usamos habitualmente sin conocer su exacto significado. No es un libro de gramática (reglas) ni un manual para el buen uso de nuestro idioma, se trata sencillamente de apreciar nuestra lengua y utilizarla bien. Por ello, empezaremos por acercarnos al diccionario.

      En el armario de la lengua, hay mucha ropa y cada una tiene su función. Ese armario es el diccionario. Los básicos, que sirven para combinar, están conviviendo con los modelos que más se llevan esta temporada y, a la vez, con esas otras prendas que nos ponemos menos (o no nos ponemos nunca), pero que no tiramos porque forman parte de nuestro acervo. A mí, aunque no sea muy científico, me gusta distinguir entre el léxico de un idioma, que es toda la ropa del armario, y el vocabulario, que es lo que una persona se pone más a menudo, sabe siempre dónde está, lo combina de una forma bastante precisa y sin necesidad de pensar mucho.

      El español cuenta con un diccionario en el que se contienen 93 000 voces (23.ª edición), a las que hay que sumar alrededor de 70 000 americanismos. En virtud de tal abundancia, cuando mi hija era más joven y empezaba a gustar a los chicos, yo siempre le hacía la siguiente advertencia: «Si un chico te dice que no tiene palabras para expresar tu belleza, dile que es un ignorante y que se ponga a estudiar, porque hay más de cien mil en el diccionario y seguro que entre ellas encuentra las adecuadas». Ella me miraba con cara perpleja y debía de pensar: «Listo está mi padre si cree que yo voy a contestar eso».

      Como este no es un libro académico, no voy a enumerar los documentos ni las formas que recogen los distintos corpus lingüísticos del español porque en ellos el número de palabras y de formas es muchísimo más amplio; simple y llanamente, nos quedaremos —que no está nada mal— con el diccionario básico de nuestra lengua, al que hay que acudir en primera instancia, y que no es ni más ni menos que el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, más conocido por sus siglas DRAE, aunque ahora, si lo incorporamos como diccionario en línea a algunos de esos artefactos un tanto malignos —y sin embargo útiles, tampoco lo vamos a negar—, como el móvil o la tableta, observaremos que el símbolo con el que se presenta en la pantalla incluye las letras DLE (Diccionario de la Lengua Española).

      Este, el diccionario de la RAE, debe ser el de cabecera para la gente normal y corriente, es decir, para aquellos que no se dedican ni al estudio de la lengua ni utilizan lenguas de especialidad (como las de la Medicina o la Astronomía, la jurídico-administrativa, la económica, etc.). Para los que manejan estos lenguajes específicos, la abundancia de diccionarios existentes permite aclarar cuantos tecnicismos sea necesario emplear. Como dato curioso les diré que en mi casa tengo exactamente doce diccionarios distintos solo para mis trabajos sobre la lengua española.

      ¿Es útil el diccionario? La respuesta es rotunda: sí. Es un libro de consulta al que no debemos hacer ascos: «¿Dónde va usted tan raudo, circunspecto, asaz y atribulado? Pues iba al baño, pero, ahora, creo que voy a por un diccionario». Al leer una novela, un artículo periodístico, un trabajo o cualquier texto de tipo general, encontraremos palabras cuyo significado desconocemos. Unas pueden comprenderse por el contexto. Otras necesitan del auxilio del diccionario.

      Les plantearé una cuestión para que se respondan sinceramente: ¿conocen cuál es la última palabra del diccionario español? Seguro que no, salvo que hayan participado en alguno de mis cursos de la universidad o de los organismos oficiales en los que suelo enseñar sobre técnicas y habilidades de expresión. Jamás nadie me ha sabido contestar a la pregunta. Les adelanto que en los diccionarios la última palabra no es ‘fin’. Para evitarles molestias, queridos lectores, les resuelvo la incógnita. La palabra es zuzón, ‘hierba cana’. Y, ahora, acudimos a la palabra hierba y buscamos la variedad: ‘Planta herbácea de la familia de las compuestas, con tallo ramoso, surcado, hueco, rojizo y de 30 a 40 cm de altura, que tiene hojas blandas, gruesas, jugosas, perfoliadas y partidas en lóbulos dentados, flores amarillas, tubulares, y fruto seco y con semillas coronadas de vilanos blancos, largos y espesos que semejan pelos canos de donde le vino el nombre. Es común en las orillas de los caminos y se considera como emoliente’.

      Y, tras esta búsqueda, podríamos seguir nuestra aventura con el significado de perfoliadas, vilanos y emoliente, y tendríamos completo conocimiento de esta hermosa plantita; con los medios actuales, entraríamos en la Internet y veríamos in situ su aspecto y forma.

      Tal vez se rían ustedes de este viejo profesor (que no profesor viejo), pero, si un chico le preguntara a la moza que lo inquieta (o viceversa) por esta palabra, o le regalara directamente un manojillo de zuzones, lo mismo tendría más éxito que si optara por hacerle las consabidas preguntas de cómo te llamas, qué estudias, de dónde eres… O tal vez le manden igualmente a paseo, pero un no también curte el espíritu juvenil, sobre todo, si ese no procede de un asalto cultural al castillo inexpugnable del ser en el que hemos puesto nuestros ojos atribulados.

      El diccionario, como muchos de los aparatos electrodomésticos que tenemos en el hogar, también trae un manual de instrucciones que casi nadie consulta, tristemente, pues, de hacerlo, sacaríamos el máximo rendimiento a nuestro particular lexico doméstico para cocinar y aliñar palabras, y seríamos capaces de preparar una excelente ensalada de significados.

      Con el epígrafe «Advertencias para el uso del diccionario» o «Guía del lector», todos los diccionarios dan las pautas para su utilización. Normalmente explican de qué tipo de diccionario se trata, hablan de cómo está organizado y dan una exhaustiva lista de abreviaturas que hemos de saber interpretar, por ejemplo, u. t. c. prnl., que significa que el verbo en cuestión se «usa también como pronominal»*, o desus., para voces que ya están «en desuso» en el habla común.

      Debemos procurar que los niños se acostumbren a usar el diccionario cada vez que desconocen el significado de una palabra y, si es posible, hacer que la busquen ellos mismos, en lugar de resolverles la duda con nuestros conocimientos, pues solo lo que se aprende con esfuerzo se retiene en la memoria a largo plazo.

      Antes de bucear en algunas palabras concretas, hemos de saber que se llama artículo a ‘cada una de las divisiones de un diccionario o una enciclopedia encabezada con distinta palabra’.

      Veamos, para aclarar lo comentado en el párrafo anterior, qué dice el DRAE en cuanto a la estructura de los artículos:

      4.1. A la cabeza de cada artículo aparece un lema escrito en letra negrita, que presenta la unidad léxica buscada. En el ejemplo que sigue el lema es repente:

      repente. (Del lat. repens, -entis, súbito, repentino). m. Impulso brusco e inesperado que mueve a hacer o decir cosas del mismo tipo. Le dio un repente y se marchó. ║ 2. coloq. Movimiento súbito o no previsto de personas o animales. ║ 3. adv. m. de repente (║ súbitamente, sin preparación). ║ de ~. loc. adv. Súbitamente, sin preparación, sin discurrir o pensar. ║ 2. coloq. Ur. y Ven. posiblemente. ║ hablar de ~. fr. hablar de memoria. o V. coplas de ~.

      4.2. En