El mismo afán experimentador se concreta en la fotografía[49], en manifestaciones de distinto orden. Fortunato Depero, un artista que se volcó en la confección de productos de diseño y que mantuvo relaciones privilegiadas con el fascismo, llevó a cabo una serie de fotografías en las que él es el protagonista absoluto. En Autorretrato con el puño apretado, 24 de marzo de 1915, tomada en Roma, la imagen abunda en un gesto que entronca con el lado camorrista y alborotador de algunas manifestaciones callejeras futuristas[50].
En otra fotografía, Autorretrato con mueca, fechada el 11 de noviembre de 1915, un primer plano muestra a Depero con la boca abierta en actitud de gritar. El cuerpo en tensión performativa transmite la carga violenta del varón futurista. Una violencia conducente a la sexualidad. En ese sentido sorprende cómo uno de los fotógrafos futuristas, Tato (Guglielmo Sansoni), autor de retratos de raigambre fantástica, tituló dos obras de la siguiente guisa: Penetraciones amorosas o violentas, de 1933. En una de ellas se percibe un cuerpo de mujer echado hacia atrás; en la otra el cuerpo se limita a unos pechos borrosos. ¿Se puede desprender de estas fotografías que el cuerpo de la mujer es el espacio en donde el sexo y la violencia son instancias inseparables?
Llegado a este punto conviene preguntarse por la presencia activa de las mujeres en el movimiento futurista. Nombres los hay, están al pie de los manifiestos, en las fotos que reflejan las actividades futuristas. ¿Pero eran simples comparsas? ¿Cómo podía ser de otra forma si Marinetti había proclamada a los cuatro vientos il desprezzo de la donna, enfatizando sobre todo la deficiente inteligencia del deuxième sexe?
Pese al evidente desdén machista sí se dieron algunas notables excepciones. Tal es el caso de la periodista y coreógrafa francesa, Valentine de Saint Point que propuso un conjunto de aportaciones dentro de las filas futuristas, desmarcándose en principio del desprecio a la mujer, sin que ello supusiera que sus discrepancias la alineaban con el pensamiento feminista. Se sintió soliviantada, y con razón, por el término «disprezzo» (o mépris, pues el manifiesto se publicó en francés) pero acabó utilizando una argumentación en el fondo y en la forma conservadores. El 25 de marzo de 1912 dio a conocer su Manifeste de la femme futuriste[51]. El texto se presentó el 17 de junio de ese mismo año en la elitista sala Gaveau de París. El recuerdo que guardó Marinetti de esa velada delata claramente su sexismo, como ha estudiado Véronique Richard de la Fuente, pues apreciaba ante todo la belleza y la sensualidad de la autora del manifiesto, dejando de lado sus cualidades intelectuales[52].
El manifiesto se inicia con el reconocimiento de la mediocridad de la humanidad para pasar a continuación a señalar que «es absurdo dividir la humanidad entre hombres y mujeres; está compuesta, al contrario, de feminidad y masculinidad». Valentine de Saint Point critica la influencia de la moral católica en las mujeres dominadas por el sentimiento de culpabilidad. Todo esto las debilita. Detesta tanto el sentimentalismo, que promovió el movimiento simbolista, como el obrerismo, que según ella, defienden las feministas (en realidad alude al feminismo socialista). De ahí que la autora parece decantarse por una nueva generación de mujeres fuertes y poderosas. Se trataría por tanto de conceder importancia a los valores de género que ella percibe como naturales e inherentes a la condición de cada sexo, aunque la mezcla de ambos conviva en cada hombre, en cada mujer. Por tanto, el trasvase de valores es factible. Sin embargo, la feminidad consuetudinaria, es decir, la que se identifica con la endeblez y la falta de coraje, es a su juicio negativa:
[…] en el periodo de feminidad en el que nos encontramos, sólo la exageración contraria resulta positiva. Y es la bestia la que debe proponerse como modelo[53].
Y, siguiendo la estela nietzscheana, afirma:
Todo superhombre, todo héroe, por lo que tiene de épico, –todo genio, por lo que tiene de poderoso– es la expresión prodigiosa de una raza y una época sólo porque está compuesto, al mismo tiempo, de elementos femeninos y elementos masculinos, de feminidad y masculinidad: es decir, un ser completo.
De esta cita parece colegirse que Valentine de Saint Point, una mujer emprendedora, que vivió en un medio social adinerado, aboga en esa creación supernatural, por un maridaje de componentes masculinos y femeninos, para lograr «un être complet». Pero, ¿cuáles son esos atributos, esas cualidades?:
Toda mujer debe poseer no sólo virtudes femeninas, sino también cualidades masculinas; de lo contrario es una fémina. Y el hombre que sólo posee la fuerza del macho, sin intuición, no es más que una bestia[54].
La autora considera que la sociedad vive en un periodo de feminidad, de lo que se infiere que es una situación deplorable, pues depara desventajas. Por ende, se deduce que la guerra que se avecina puede virilizar a la mujer y por tanto mejorar la época.
Una de las cualidades femeninas que resalta es la intuición que recomienda también a los varones pues de lo contrario se transformarían en animales. Pero la mujer requiere sobre todo de fuerza para compensar su instinto endeble. Sobre todo manifiesta su rechazo absoluto a la mujer absorbente:
No más mujeres pulpos del hogar, con tentáculos que agotan la sangre de los hombres y provocan la anemia de sus hijos[55].
La posición ideológica en la que se sitúa Valentine de Saint-Point es asaz resbaladiza. Aboga por una imagen de la mujer moderna, una surfemme, emancipada en lo tocante al sexo y el erotismo[56], alejada de las iglesias y del sentimentalismo barato, pero pujante y fuerte a la vez, sin caer en una masculinización que convierta a la mujer en virago.
En ese sentido la experiencia vital de una mujer que acabaría apartándose del futurismo y abrazando el islam tras instalarse en Egipto, no encaja con las teorías expuestas por Otto Weininger que veía incompatible la masculinidad en la mujer.
Si para Marinetti los varones se han convertido en demasiado ahembrados y las mujeres en excesivamente masculinas, a Saint Point, que detesta el romanticismo y la sensiblería con que se asocian los sentimientos en la mujer, le parece que las féminas deben masculinizarse más; admira sin reparos la fuerza viril. Y es que lo femenino es entendido como mera emoción que carece de valor. Saint Point ensalza la virilis femina, lo cual se inscribe en cierta tradición humanista que es en el fondo de índole falocéntrica[57].
La supuesta y proclamada defensa de la hibridez de Saint Point acaba inclinándose del lado de la supremacía varonil. En el manifiesto propone como modelos a seguir mujeres tales las Euménides, las Amazonas, Semíramis, Juana de Arco, Cleopatra, Mesalina por su ferocidad y sobre todo, a Caterina Sforza: mujeres destacadas por su arrojo y por el uso de la fuerza bruta.
Dicho esto, tras exigir en un tono vanguardista que las mujeres recuperen la crueldad y la violencia, que instintivamente les pertenece, Valentine de Saint Point arremete contra el feminismo que para ella supondría la instauración de un nuevo orden. Un mundo igualitario con reglas y leyes, lo que desentonaba con su individualismo aristocrático, asentado en unas premisas económicas (libertad de movimientos...) facilitadas por la clase social a la que pertenecía. En el horizonte que ella menospreciaba se situaba el sufragismo pero también, con matices y diferencias, el fourierismo y el marxismo. En el fondo la autora francesa defiende la existencia de un substrato biológico que influye en la diferencia sexual:
Pero hay que dejar de lado el feminismo. El feminismo es un error político. El feminismo es un error cerebral de la mujer, un error que su instinto sabrá reconocer[58].