La Ilíada. Homer. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Homer
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 4057664160997
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mi corazón que te haya seducido Tetis, la de los argentados pies, hija del anciano del mar. Al amanecer el día sentóse cerca de ti y abrazó tus rodillas; y pienso que le habrás prometido, asintiendo, honrar á Aquiles y causar gran matanza junto á las naves aqueas.»

      560 Contestó Júpiter, que amontona las nubes: «¡Ah, desdichada! Siempre sospechas y de ti no me oculto. Nada, empero, podrás conseguir sino alejarte de mi corazón; lo cual todavía te será más duro. Si es cierto lo que sospechas, así debe de serme grato. Pero, siéntate en silencio; obedece mis palabras. No sea que no te valgan cuantos dioses hay en el Olimpo, si acercándome te pongo encima las invictas manos.»

      568 Tal dijo. Juno veneranda, la de los grandes ojos, temió; y refrenando el coraje, sentóse en silencio. Indignáronse en el palacio de Jove los dioses celestiales. Y Vulcano, el ilustre artífice, comenzó á arengarles para consolar á su madre Juno, la de los níveos brazos:

      573 «Funesto é insoportable será lo que ocurra, si vosotros disputáis así por los mortales y promovéis alborotos entre los dioses; ni siquiera en el banquete se hallará placer alguno, porque prevalece lo peor. Yo aconsejo á mi madre, aunque ya ella tiene juicio, que obsequie al padre querido, para que éste no vuelva á reñirla y á turbarnos el festín. Pues si el Olímpico fulminador quiere echarnos del asiento... nos aventaja mucho en poder. Pero halágale con palabras cariñosas y pronto el Olímpico nos será propicio.»

      584 De este modo habló, y tomando una copa doble, ofrecióla á su madre, diciendo: «Sufre, madre mía, y sopórtalo todo aunque estés afligida; que á ti, tan querida, no te vean mis ojos apaleada, sin que pueda socorrerte, porque es difícil contrarrestar al Olímpico. Ya otra vez que te quise defender, me asió por el pie y me arrojó de los divinos umbrales. Todo el día fuí rodando y á la puesta del sol caí en Lemnos. Un poco de vida me quedaba y los sinties me recogieron tan pronto como hube caído.»

      595 Así dijo. Sonrióse Juno, la diosa de los níveos brazos; y sonriente aún, tomó la copa doble que su hijo le presentaba. Vulcano se puso á escanciar dulce néctar para las otras deidades, sacándolo de la cratera; y una risa inextinguible se alzó entre los bienaventurados dioses al ver con qué afán les servía en el palacio.

      601 Todo el día, hasta la puesta del sol, celebraron el festín; y nadie careció de su respectiva porción, ni faltó la hermosa cítara que tañía Apolo, ni las Musas que con linda voz cantaban alternando.

      605 Mas, cuando la fúlgida luz del sol llegó al ocaso, los dioses fueron á recogerse á sus respectivos palacios que había construído Vulcano, el ilustre cojo de ambos pies, con sabia inteligencia. Júpiter olímpico, fulminador, se encaminó al lecho donde acostumbraba dormir cuando el dulce sueño le vencía. Subió y acostóse; y á su lado descansó Juno, la de áureo trono.

      Júpiter envía un pernicioso sueño á Agamenón

       Índice

      SUEÑO.—PRUEBA.—BEOCIA Ó CATÁLOGO DE LAS NAVES

      1 Las demás deidades y los hombres que en carros combaten, durmieron toda la noche; pero Júpiter no probó las dulzuras del sueño, porque su mente buscaba el medio de honrar á Aquiles y causar gran matanza junto á las naves aqueas. Al fin, creyendo que lo mejor sería enviar un pernicioso sueño al Atrida Agamenón, pronunció estas aladas palabras:

      8 «Anda, pernicioso Sueño, encamínate á las veleras naves aqueas, introdúcete en la tienda de Agamenón Atrida, y dile cuidadosamente lo que voy á encargarte. Ordénale que arme á los aqueos de larga cabellera y saque toda la hueste: ahora podría tomar á Troya, la ciudad de anchas calles, pues los inmortales que poseen olímpicos palacios ya no están discordes, por haberlos persuadido Juno con sus ruegos, y una serie de infortunios amenaza á los troyanos.»

      16 Tal dijo. Partió el Sueño al oir el mandato, llegó en un instante á las veleras naves aqueas, y hallando dormido en su tienda al Atrida Agamenón—alrededor del héroe habíase difundido el sueño inmortal—púsose sobre la cabeza del mismo, y tomó la figura de Néstor, hijo de Neleo, que era el anciano á quien aquél más honraba. Así transfigurado, dijo el divino Sueño: «¿Duermes, hijo del belicoso Atreo domador de caballos? No debe dormir toda la noche el príncipe á quien se han confiado los guerreros y á cuyo cargo se hallan tantas cosas. Préstame atención, pues vengo como mensajero de Júpiter; el cual, aun estando lejos, se interesa mucho por ti y te compadece. Armar te ordena á los aqueos de larga cabellera y sacar toda la hueste: ahora podrías tomar á Troya, la ciudad de anchas calles, pues los inmortales que poseen olímpicos palacios ya no están discordes, por haberlos persuadido Juno con sus ruegos, y una serie de infortunios amenaza á los troyanos por la voluntad de Júpiter. Graba mis palabras en tu memoria, para que no las olvides cuando el dulce sueño te abandone.»

      35 Dijo, se fué y dejó á Agamenón revolviendo en su espíritu lo que no debía cumplirse. Figurábase que iba á tomar la ciudad de Troya aquel mismo día. ¡Insensato! No sabía lo que tramaba Júpiter, quien había de causar nuevos males y llanto á los troyanos y á los dánaos por medio de terribles peleas. Cuando despertó, la voz divina resonaba aún en torno suyo. Incorporóse, y, habiéndose sentado, vistió la túnica fina, hermosa, nueva; se echó el gran manto, calzó sus pies con bellas sandalias y colgó del hombro la espada tachonada con argénteos clavos. Tomó el imperecedero cetro de su padre y se encaminó hacia las naves de los aqueos, de broncíneas lorigas.

      48 Subía la divinal Aurora al vasto Olimpo para anunciar el día á Júpiter y á los demás dioses, cuando Agamenón ordenó que los heraldos de voz sonora convocaran á junta á los aqueos de larga cabellera. Convocáronlos aquéllos, y éstos se reunieron en seguida.

      53 Pero celebróse antes un consejo de magnánimos próceres junto á la nave del rey Néstor, natural de Pilos. Agamenón los llamó para hacerles una discreta consulta:

      56 «¡Oíd, amigos! Dormía durante la noche inmortal, cuando se me acercó un Sueño divino muy semejante al ilustre Néstor en la forma, estatura y natural. Púsose sobre mi cabeza y profirió estas palabras: «¿Duermes, hijo del belicoso Atreo domador de caballos? No debe dormir toda la noche el príncipe á quien se han confiado los guerreros y á cuyo cargo se hallan tantas cosas. Préstame atención, pues vengo como mensajero de Júpiter; el cual, aun estando lejos, se interesa mucho por ti y te compadece. Armar te ordena á los aqueos de larga cabellera y sacar toda la hueste: ahora podrías tomar á Troya, la ciudad de anchas calles, pues los inmortales que poseen olímpicos palacios ya no están discordes, por haberlos persuadido Juno con sus ruegos, y una serie de infortunios amenaza á los troyanos por la voluntad de Júpiter. Graba mis palabras en tu memoria.» Dijo, fuése volando, y el dulce sueño me abandonó. Ea, veamos cómo podremos conseguir que los aqueos tomen las armas. Para probarlos como es debido, les aconsejaré que huyan en las naves de muchos bancos; y vosotros, hablándoles unos por un lado y otros por el opuesto, procurad detenerlos.»

      76 Habiéndose expresado en estos términos, se sentó. Seguidamente levantóse Néstor, que era rey de la arenosa Pilos, y benévolo les arengó diciendo:

      79 «¡Amigos, capitanes y príncipes de los argivos! Si algún otro aqueo nos refiriese el sueño, lo creeríamos falso y desconfiaríamos aún más; pero lo ha tenido quien se gloría de ser el más poderoso de los aqueos. Ea, veamos cómo podremos conseguir que los aqueos tomen las armas.»

      84 Dichas estas palabras, salió del consejo. Los reyes que llevan cetro se levantaron, obedeciendo al pastor de hombres, y la gente del pueblo acudió presurosa. Como de la hendedura de un peñasco salen sin cesar enjambres copiosos de abejas que vuelan arracimadas sobre las flores primaverales y unas revolotean á este lado y otras á aquel, así las numerosas familias de guerreros marchaban en grupos, por la baja ribera, desde las naves y tiendas á la junta. En medio, la Fama,