En tiempos de Taylor, en los inicios del siglo XX en la segunda revolución industrial, el administrador evaluaba la eficiencia para despedir a quienes no lograban el estándar. Ahora es un algoritmo el que decide a quién excluye y niega la asignación de servicios por sus cálculos de eficiencia, cálculos automáticos y complejos. En estos modelos, el conocimiento es fuente de ventaja competitiva, en especial en el tema de servicios, lo que se convierte en el modelo que usa plataformas como promotor de la economía colaborativa, lo cual es similar a los planteamientos que hacía Drucker sobre la tercerización creciente de servicios y actividades que no son el centro de la empresa contratante (Drucker, 1993, pp. 105-198), lo cual lleva a cambios en los modelos de negocio y la necesidad de estos de adaptarse (Hamel, 2012, pp. 113-123) y convierte a la empresa en lugar de encuentro en lugar del concepto previo de empresa hacedora (Goñi, 2012, p. 85) y dinamizadora de esos cambios sociales (Goñi, 2012, p. 4).
Acquier ve este modelo como una reencarnación digital del “Putting-Out system”, un sistema preindustrial que precedió al surgimiento de las corporaciones empresariales, en el que los comerciantes subcontratan a individuos que producen en su casa y tienen sus propios medios de producción (Acquier, 2018, p. 14). También se ha presentado como formas de organización laboral precapitalistas impulsadas por tecnologías digitales (Durán-Sánchez et al., 2016), donde se ofrecen microtareas a individuos repartidos por todo el mundo que las realizan a cambio de microsalarios (Acquier, 2018, p. 14), donde las personas y las organizaciones que se vinculan lo pueden hacer no solo por el uso de excedentes, como en los modelos generales de economía colaborativa, también por la fuente de ingresos a que se refiere (Geissinger, Laurell, Oberg, & Sandstr, 2019, p. 2).
Pero también se reconoce en estos nuevos marcos de la economía que las empresas buscan el lucro, aunque no es su único fin, pues también hay participación de una generación que se preocupa por las nuevas visiones del hombre, el economicus (Mintzberg, Ahlstrand, & Lampel, 1999), psicologicus, socialis, incitatus, juridicus, cooperantus (Botsman, 2015; Buenadicha et al., 2017; Mendes & Giménez, 2015; Ostrom, 2000; Tirole, 2017), una generación que vio a sus padres endeudados y no quiere repetir el modelo (Hamel, 2012, p. 4), que prefiere las redes de bajo costo de activos compartidos o proveedores de servicio (Gazzola, 2017) y que como nunca antes tiene niveles de preparación técnica que amplían las capacidades disponibles para la empresa, lo cual lo preveía Drucker a finales del siglo XX (Drucker, 1999, p. 189). Esta economía presenta nuevas formas de manejar el poder (Naím, 2013), el reconocimiento de beneficios diferentes al dinero (Sandel, 2014) y la sostenibilidad para una población cada vez más densa (Navio et al., 2016). Se presenta en algunos casos como una evolución de la economía social (Alguacil-Marí, 2017; Chaves Ávila & Monzón-Campos, 2018; Díaz-Foncea et al., 2016; Few, 2007; Rivera et al., 2017; Vicente et al., 2017).
Los participantes de estos modelos generan propuestas a través de comunidades que persiguen el bienestar que promovían los modelos económicos previos, pero con un componente tecnológico y una ausencia del Estado que han generado procesos disruptivos en la sociedad, sumado a que plantean como fin de la empresa la transformación social desde su modelo de negocio y prácticas responsables para el ambiente que llevan a la reutilización, al alargamiento de la vida útil de los activos y a su uso eficiente eliminando excedentes y alterando las formas legales de constitución y operación (Acquier & Carbone, 2019), y los roles activos de los participantes como la autogestión que explicaba en su momento Drucker (Drucker, 1999, p. 227).
Un ejemplo paradigmático en la actividad económica del transporte se dio en Austin, Texas, cuando Uber decidió cerrar sus operaciones por la constante restricción gubernamental. Los socios conductores, que ya habían creado una forma de trabajo a partir de la aplicación, decidieron unirse en un grupo de Facebook para seguir prestando el servicio de transporte. Posteriormente apareció la plataforma ArcadeCity en la que los conductores generaron un sistema autogestionado y descentralizado para la prestación del servicio basado en tecnología blockchain, que utiliza etherium como medio de pago, en la que pudieron tomar control de su actividad, pero a su vez lograron evitar algo que Uber sí hacía, pagar impuestos de valor agregado por el servicio (Inverse, 2020). Emergen de esta forma soluciones para toda clase de actividades. En el marco del transporte, por ejemplo, apareció la aplicación Skip the pump, en la que se distribuye combustible a domicilio fuera del control del Estado.
La expansión de formas alternativas al capitalismo controlado por el Estado, particularmente en temas de impuestos y garantías para los consumidores, se da en el contexto de crisis descrito previamente, sumado al de desarrollo tecnológico (Alonso, 2017; Botsman, 2013), de globalización, en una sociedad del conocimiento, hiperconexión en red, plataformas digitales, mejoras en las tecnologías de la información y comunicación (TIC), la movilidad, la expansión en las redes sociales, los comportamientos colaborativos en internet, la expansión de Google, y de teléfonos inteligentes, evolución de Facebook y redes sociales, sistemas de pago en línea, optimización de los costos de transacción y long tail (Botsman, 2013; Hernández, 2016, p. 31; Mendes & Giménez, 2015; Naím, 2013; Navio et al., 2016; Oppenheimer, 2014; Tirole, 2017), transición de la economía industrial a la economía de la información (Mendes & Giménez, 2015), y una generación de nativos y migrantes digitales, mayor densidad de la población, sostenibilidad (Navio et al., 2016).
3. DEL CONCEPTO DE LA ECONOMÍA COLABORATIVA
La economía colaborativa tiene muchos matices, y hasta ahora no se ha consolidado una definición sobre este término (Castor, 2016; Codagnone & Martens, 2016; Durán-Sánchez et al., 2016; Pereira, 2018). Como concepto, fue desarrollado en 1978 por Felson y Spaeth (Albinsson & Yasanthi Perera, 2012; Nadler, 2014) y utilizado en sus primeras veces por el profesor Lawrence Lessig en la Facultad de Derecho de Harvard en 2008 (Liu et al., 2019), en el 2007 por Ray Algar y en 2010 con el libro What’s mine, is yours: The Rise of Collaborative Consumption, de Botsman y Rogers, y fue reforzada con la aparición de plataformas como AirBnB y Uber (Buenadicha et al., 2017; Durán-Sánchez et al., 2016). Como concepto, la colaboración ha existido desde que se crearon comunidades de humanos (Harari, 2015), es la forma en que logramos crecer y evolucionar, como se ve en la tabla 1.
TABLA 1. LÍNEA DE TIEMPO DEL DESARROLLO DE PROYECTOS DE ECONOMÍA COLABORATIVA
Antigüedad | Trueque de servicios o productosEn comunidades pequeñas con problemas económicosEl hombre como ser social (visto por los griegos) dotado de conciencia que actúa en sus relaciones recíprocas con lo físico, social, cultural y moral |
Siglo XVI | Carteles donde las personas anunciaban bienes que ya no querían |
Guerras mundiales | Lema: desechos como riqueza y no gastes riqueza |
Años 60 | Filosofías comunitaristas y ecologistasPequeñas comunidades |
Años 70 | Crisis del petróleo |
1975 | Useful Service Exchange - Virginia Estados Unidos - Unidad de pago en tiempo |
1976 | Community Exchange - Vancouver, Canadálets:
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