Sea lo que sea que haya sucedido con aquellos monstruos, el hombre no se preocupa más por eso, sino en aprovechar la luz del sol para ser productivo. Entonces, comienza por conseguir una gran cantidad de recursos, suficientes para poder construir un hogar en mejores condiciones que su refugio en la cueva, principalmente madera, aprovechando, en cuanto puede, para hacer un hacha de piedra, la cual mejora aún más el proceso de tala de los árboles. Al mismo tiempo, va recorriendo la zona en busca de un lugar adecuado para cimentar su casa.
Después de un largo rato rondando por el campo y talando más árboles, el hombre por fin llega a una zona mayormente llana y sin tantos árboles, perfecto para construir una casa. Además, ve unas cuantas gallinas corriendo por los alrededores. Sin duda, un panorama hermoso que le sube el ánimo, ya que se trata de algo que difiere de la existencia de los monstruos aterradores.
Como ya había pasado mucho tiempo y la noche no tardaría en llegar, el hombre investiga de inmediato el nuevo territorio. Y cuando parece encontrar el lugar indicado para su hogar, empieza por establecer las dimensiones que este tendrá. Es así como, sin retraso alguno, da inicio a la construcción, comenzando por el suelo, el cual debe ser considerablemente grande para tener espacio suficiente. Una vez definido el tamaño, procede a cavar un poco en la tierra para sustituir el suelo de césped por los tablones de madera de abedul que recolectó, pues considera que quedarían bien para su casa, o al menos mejor que dejarlo así; para lo cual tuvo que crear una pala de piedra. En cambio, las paredes serán de piedra, pensando en que así su casa resistirá incluso la detonación de una bestia explosiva… probablemente. Mientras que el techo también será de madera, pero ahora de roble, pues no cree contar con suficiente madera de abedul ni piedra para hacerlo.
No obstante, a pesar de que construir resulta ser bastante fácil gracias al manejo y colocación tan prácticos de los objetos en este mundo, por el poco tiempo que disponía, el hombre apenas alcanzó a terminar de construir las paredes de piedra antes de que el sol se ocultara, incluyendo el establecer la que será la entrada, a la que concluye colocando dos puertas de madera de roble para su fácil acceso; por lo que no tuvo más opción que terminar con lo faltante al día siguiente.
Por ahora, bajo la seguridad de cuatro paredes de piedra sólida, el hombre se dispone a organizar el interior de su nueva casa, colocando la mesa de trabajo, el horno de piedra, el cofre de madera y antorchas para iluminar.
Al final de todo, el resultado es una casa en muy buenas condiciones y de buen aspecto…, omitiendo el hecho de que todavía no está concluida, al menos la menor parte, y que no resulta muy acogedor encerrarse por cuatro grandes muros de piedra que bloquean la vista al exterior.
CAPÍTULO 2
Invitados indeseados
Al llegar la noche, el hombre aprovecha para “cocinar” el mineral de hierro que consiguió en la cueva, así que mete una gran parte del carbón en su horno de piedra junto con el mineral en cuestión para probar si sus sospechas son ciertas. Luego de un rato, cuando el calor del horno ya era muy intenso, el hombre pudo observar cómo se separaba la roca sobrante del mineral, mismo que se fundía en un rojo intenso hasta formar algo parecido a un ladrillo pequeño. En este momento, al ver que no pasaba nada más, saca dicho objeto del horno, y aunque al principio se quemó la mano por estar a una gran temperatura, un instante después el ladrillo dejó de arder, por lo que ahora pudo volver a tomarlo con seguridad. Curiosamente, al mismo tiempo que sacó el mineral del horno, de este aparecen orbes brillantes como los que había conseguido antes. Pero lo más importante es que su libro no tardó en mencionar que dicho ladrillo es un “Lingote de hierro”, mostrando además nuevas recetas, para crear “Palas de hierro”, superando a las de madera y piedra; y “Pepitas de hierro”.
“¿Por qué solo palas?”, se pregunta. Y en la búsqueda de la razón, llega a su cuestionamiento la otra creación que le facilita el libro: las pepitas de hierro, mismas que podría conseguir al transformar el lingote de hierro…, pero en una cantidad limitada… o, mejor dicho, equivalente a la cantidad de hierro del lingote. Entonces, llega al hombre el pensamiento de que quizá el libro solo muestra las posibles creaciones que él puede hacer, siempre y cuando cuente con los materiales y cantidades necesarios, lo cual explicaría por qué no puede crear otras herramientas, como picos, espadas, hachas…; mismas que evidentemente exigen una cantidad de material mayor al de una simple pala. Y, de hecho, eso lo puede verificar al revisar las recetas de las herramientas de madera y piedra, las cuales demandan cantidades de material variables entre sí.
La suposición parece tener lógica, pero, una vez más, no será un hecho hasta que el hombre mismo confirme que tiene razón. Para su fortuna, recuerda que tiene otros dos minerales de hierro más, los cuales serán la clave para sacarlo de sus dudas, pues con ellos podría conseguir otros dos lingotes de hierro, que, en teoría, junto con el que ya tiene, debería ser suficiente para crear otras posibles herramientas de hierro además de la pala, basándose en las recetas ya conocidas de estos artículos.
Sin embargo, no todo es alegría, pues ahora sabe que podrían existir variantes de las creaciones que no podrá descubrir sino hasta que tenga los materiales exactos y suficientes.
Como sea, ahora con los tres lingotes de hierro, el hombre tiene la facilidad de crear una espada de hierro, que es la opción más sensata que optar por otra cosa, priorizando su seguridad, aunque con el pesar de no haber tenido la oportunidad de probar la espada de piedra.
Como sea, al final le quedó solo un lingote de hierro,