El fin del dragón. Eduardo Rosalío Hernández Montes. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Eduardo Rosalío Hernández Montes
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788468565811
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a la calidez que el horno irradiaba y al cansancio que acumuló, poco a poco va cerrando sus ojos…, hasta quedar completamente dormido, recostado y encogido sobre sí mismo en el frio suelo de la cueva…, sin darse cuenta de que el fuego solo duraría unos pocos minutos más luego de quedarse dormido…

      Al despertar, el hombre abre lentamente sus ojos con la esperanza de aparecer en el lugar al que pertenece…, deseando que todo lo sucedido haya sido solo un mal sueño… Pero nada ha cambiado. Todavía sigue en la cueva… Aunque esto no lo deprime, porque significa que lo que hizo no fue en vano; quizá realmente este es el lugar al que pertenece… Tal vez después pueda responderse quién es en verdad, pero por ahora solo queda levantarse y retomar sus actividades de supervivencia.

      Ya completamente despierto, se asoma por las ventanillas de la puerta de madera, y se da cuenta de que la noche ya ha transcurrido, así que decide salir al exterior. No sin antes asegurarse de que no hay peligro afuera y de tomar la carne de cerdo cocinada del horno de piedra con una gran felicidad en el rostro, así como el horno de piedra, la mesa de trabajo, el cofre y la puerta de madera.

      Luego de salir al exterior y sin peligro a la vista, el hombre se prepara para este nuevo día, esta vez con el objetivo de explorar sus alrededores. Por lo tanto, para comenzar con la exploración, empieza por determinar en qué dirección ir. Aunque en este momento divisa a lo lejos a una criatura idéntica a la que explotó detrás de él el día anterior, y, además, bajo la sombra de un árbol un poco más lejos alcanza a ver una silueta blanca, delgada y, aparentemente, del mismo tamaño y forma que él, pero lo extraño es que dicha criatura no parece tener piel…, ni siquiera carne, literalmente es un esqueleto viviente. Más curioso aún, aquel esqueleto, además de moverse en dos pies sin problema alguno, sostiene un objeto con una de sus extremidades superiores, mismo al que, después de verlo detenidamente, reconoce como un arco. ¡Un esqueleto vivo con un arma de ataque a larga distancia! Al darse cuenta, el hombre queda atónito, aunque tan solo por unos segundos, ya que, en el instante en el que se percata de la presencia de aquel monstruo, nuevamente su libro muestra una página con información específica acerca del esqueleto, llamándolo “Arquero esquelético” (o solo “esqueleto”, para los amigos), junto con una breve descripción: “No tiene carne ni cerebro, pero no quieras tomarle el pelo, pues precisión con el arco le sobra, la cual le funciona muy bien, ya que ataca desde las sombras… y muy pocos lo prevén.”.

      Luego de leer la poca información que le proporciona el libro, el hombre, intimidado, regresa a la seguridad de la cueva para pensar un momento sobre qué debería hacer ahora, pues sabe que no tiene posibilidad alguna de sobrevivir si se encuentra de frente con una bestia explosiva o un esqueleto ¡armado!, y mucho menos contra los dos al mismo tiempo.

      Dominado por el miedo, no tiene más opción que quedarse en la cueva hasta que los monstruos se marchen lejos de su guarida. Pero pronto, la desesperación por estar mucho tiempo en la cueva sin poder hacer algo de provecho lo motiva a pensar en qué otra cosa podría hacer además de esperar. Entonces, se le ocurre que sería una buena idea picar más allá de la cueva, y así conseguir más piedra, y quizás encuentre algo nuevo o, incluso, otra forma de salir al exterior. Por lo tanto, vuelve a colocar los “muebles” de su hogar provisional, y, a pesar de que ya conoce las recetas para crear herramientas de piedra, crea un par de picos de madera, ya que gastó la mayoría de la piedra que consiguió haciendo el horno de piedra, y antes que acabar con la que le queda, piensa que lo mejor sería primero conseguir más. Así que de inmediato comienza a picar en una de las paredes de roca.

      No obstante, luego de picar durante un rato, el hombre se topa con unas manchas negras incrustadas en algunas rocas, y al tratarse de algo nuevo e intrigante, no duda en golpear esas extrañas manchas oscuras con su pico, pero tan solo al primer golpe su pico de madera se destruye, siendo este el segundo de los dos picos que había hecho, aunque por lo menos pudo conseguir bastante piedra, misma con la que ahora puede crear tantos picos de piedra como quiera. Sin embargo, por el momento solo crea uno, además de una espada de piedra mucho más resistente y eficiente que la de madera, aprovechando la oportunidad.

      Ya con el pico de piedra, enseguida lo estrena picando las manchas negras, las cuales resultan ser pequeñas rocas oscuras de un mismo mineral, mismas que va descubriendo con mayor facilidad y rapidez gracias al pico de piedra, hasta separarlas por completo de la roca natural, desprendiéndose así varias piezas de diferentes formas y tamaños. Justo cuando el hombre levanta uno de estos minerales del suelo, su libro lo reconoce como “Carbón mineral”, mostrando en una de las páginas una nueva receta para crear “Antorchas”, utilizando carbón y palos de madera, y sin la necesidad de recurrir a la mesa de trabajo. Además, después de recoger todo el carbón y disponerse a picar lo demás que faltaba, observa, del hueco que hizo, unas pequeñas esferas brillantes de tonalidades verdes cambiantes y muy llamativas. Por curiosidad, extiende su mano lentamente para tomar uno de los peculiares orbes, pero en cuanto lo hace, de alguna manera, todos comienzan a moverse hacia él por cuenta propia, y por la reacción tan repentina, retrocede y cae de espaldas por miedo a estas esferas, aunque estas no se detienen y continúan acercándosele, hasta que, sorpresivamente, todas son “absorbidas” por su cuerpo y desaparecen sin dejar rastro alguno.

      A pesar del inquietante incidente, lo extraño es que a simple vista no hubo cambio físico alguno en el hombre, quien, muy sorprendido, busca a aquellos orbes brillantes por todas partes…, mas no encuentra ninguno.

      Cuando el susto pasa, el hombre se levanta del suelo y vuelve a intentar picar el carbón que todavía queda entre la pared de roca, aunque temeroso al no saber qué más pudiese pasar. Y al igual que antes, además de carbón, también se desprenden más esferas brillantes de la roca natural, que igualmente son absorbidos por su cuerpo, mismo que sucede cada vez que pica más de este mineral, y en cada ocasión tanto el tamaño como la cantidad de los orbes varían, llegando el punto en el que ya no se sorprende por el comportamiento tan extraño de estas… cosas. Aunque todavía más extraño, él cree ya haber tenido una experiencia así, como si esta no hubiera sido la primera vez que se relaciona con estas esferas, asegurando que las obtuvo de una forma diferente en algún otro momento, ya que recuerda haber tenido la misma sensación que ahora, concretamente, cuando sacó las chuletas de cerdo cocinadas del horno de piedra. Además, cree que ese debe ser el único momento y de mayor sentido en el que pudo haber conseguido más de estos orbes sin darse cuenta, pues en ese momento todavía se encontraba somnoliento. Así que lo más probable es que al cocinar también aparezcan estas esferas intangibles y curiosas, aunque solo es una mera especulación de él. Realmente, la única forma de estar seguro de lo que cree sería comprobándolo, pero por ahora deja de lado este tema y decide usar una parte del carbón que consiguió para crear unas cuantas antorchas e iluminar la cueva, y la otra parte la guarda para otra necesidad.

      Para probar la funcionalidad de las antorchas, el hombre procede a colocar una en la cueva, aunque es justo en este momento cuando se da cuenta de que no tiene cómo encenderla, lo cual es un gran problema. No obstante, este imprevisto se soluciona por sí solo, ya que, justo cuando toma la antorcha con su mano, esta se prende en llamas de manera instantánea, al igual que como sucedió con el horno de piedra.

      Posteriormente, ahora con una fuente de luz manipulable, el hombre avanza con mayor confianza picando la roca durante un largo tiempo, encontrando así un poco más de carbón, pero también un nuevo mineral adherido a la roca, casi con las mismas características que el carbón, solo que este es de tonalidad café claro. Además, al picarlo, dicho mineral no se separa totalmente de las rocas, al contrario de como sucede con el carbón. De cualquier manera, el hombre logra picarlo, aunque sin poder deshacerse por completo de las rocas que lo cubren. Aun así, es suficiente para que el libro lo identifique, mencionando que se trata de “Mineral de hierro”, con el cual, por alguna razón, no se puede crear absolutamente nada, o al menos el libro no muestra algo relacionado, intuyendo el hombre que lo más probable es que se deba a que el objeto principal está mezclado con la roca. He ahí el dilema. Pero si ese es el verdadero problema, ¿cómo podría separar la roca del mineral? Luego de pensarlo con detenimiento,